El gran Valderrama
Miura / Campuzano, Valderrama, Higares
Toros de Eduardo Nflura, de impresionante presencia, cinco por encima de los 600 kilos, de media casta, broncos, dif¨ªciles. Jos¨¦ Antordo Campuzano: pinchazo, otro y media descaradamente baja a paso de banderillas -y descabello (gran bronca); pinchazo, estocada y rueda de peones (bronca). Dom¨ªngo Valderrama: bajonazo descarado (oreja); estocada corta baja (ovaci¨®n y salida al tercio). Oscar Higares: pinchazo, estocada corta trasera y dos descabellos (silencio); estocada corta (silencio). Plaza de Pamplona, 10 de julio. Quinta corrida de feria. Lleno.
Pamplona Apareci¨® en la arena el Miura y ya estaba Domingo Valderrama esper¨¢ndolo en los medios para saludarlo con el capotillo. No se quiera saber c¨®mo era el Miura. M¨¢s bien miurazo era, un pedazo toro, casi 700 kilos en la b¨¢scula, en el ruedo el terror, una desesperaci¨®n, con aquel trap¨ªo disparatado y aquella carota fosca, y unas intenciones marca de la casa. "Iba con las del Miura" se suele decir de cualquiera que le busca a uno los costados, quiz¨¢ la cartera o m¨¢s probablemente pretende tirarlo por un terrapl¨¦n. Pues as¨ª, exactamente, el Miura. Pero no lo iba a torear cualquiera. Lo iba a torear el gran Valderrama, un torero peque?ito de estatura y gigantesco coraz¨®n. "Un coraz¨®n que no le cab¨ªa en el pecho", es tambi¨¦n frase castiza. Y eso le ocurr¨ªa literalmente a Domingo Valderrama.Miraba Domingo Valderrama para arriba, no con chulesca predisposici¨®n ni con altanera actitud, s?no por necesidad, para verle al Miura la cara, que le quedaba tres cuartas por encima del flequillo, Lo miraba desde la distancia que toman los toreros buenos si de citar toros se trata, y adem¨¢s adelantaba la muletilla graciosa, y se tra¨ªa al toro toreado. ?Hasta d¨®nde se lo tra¨ªa y luego se lo llevaba? Eso era imprevisible ya que el toro ten¨ªa unas arrancadas imprevisibles tambi¨¦n. A veces pasaba, a veces no, y por lo general se quedaba en la suerte buscando muslitos toreros con que componer el men¨² de la merienda.
Cuestiones de tan poco fuste no iban a arredrar a Domingo Valderrama. Si fueran otras, a lo mejor. Mas un Miura disparatado de 700 kilos poni¨¦ndole los pitonazos donde el coraz¨®n le rebull¨ªa, eso no, nunca, jam¨¢s. Domingo Valderrama estaba all¨ª quieto, rectificaba lo justo si rectificar era imprescindible, instrumentaba las suertes adecuadas con depurada t¨¦cnica, resolv¨ªa los problemas con torer¨ªa.
Todos los miuras sacaron parecida catadura. Los de mayor manejabilidad, tomaban media docena de muletazos a lo tonto, y al que hac¨ªa siete ya estaban desparramando la vista, acudiendo sin fijeza al cite o, sencillamente, cortando el viaje para acometer al bulto. Jos¨¦ Antonio Campuzano les dio a los de su lote los cinco o seis pases posibles y despu¨¦s el trasteo a la defensiva que proced¨ªa, lo cual molest¨® much¨ªsimo al p¨²blico, que arm¨® la gran bronca. Oscar Higares, con parecida fortuna, bastante tuvo con librar los rebufidos alborotones y los topetazos de la raci¨®n miure?a que le correspondi¨®. Al sexto toro, despu¨¦s de estarle sorteando todas las intemperancias, decidi¨® embarcarlo al natural, se qued¨® quieto, instrument¨® completo el pase y, al rematarlo, ya le estaba tirando el Miura un hachazo que, si llega a acertar, le arranca de cuajo la oreja de la parte de ac¨¢; o sea, la izquierda.
Miura y su leyenda. Est¨¢ muy bien que haya miuras, forman parte de la historia fundamental de la fiesta. Mas si debe haberlos para bien de esa fiesta, no se entiende por qu¨¦ ha de recaer la responsabilidad de su continuidad en unos pocos toreros. El escalaf¨®n es largo y, dentro de ¨¦l, hay unos cuantos coletudos que se llevan del negocio la parte m¨¢s mollar. De manera que deber¨ªan ser estos, y no los modestos, quienes mantuvieran viva la gloria (deber¨ªa decirse el infierno) de la legendaria divisa.
Menos a¨²n los supermodestos, como Domingo Valderrama, que apenas torea, aunque se trata de un torerazo a carta cabal. Salt¨® a la arena el quinto Miura, colorao, chorreao y endemoniao, llevando por delante unas astas abiertas como si quisiera abrazar con ellas al mundo (o estrangularlo m¨¢s bien) y ya estaba en los medios el torero chiquit¨ªn recibi¨¦ndolo por ver¨®ni , cas. Luego lo trastear¨ªa valent¨ªsimo, incluso con ensayos de toreo al natural, sin importarle achuchones ni derrotes. Fue impresionante; toda una proeza, lo que hizo el gran Valderrama con la bronca miurada sanferminera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.