La hora de la verdad
A los espa?oles todos nos ha llegado la hora de la verdad. La hora, los d¨ªas y los a?os. La manera de enfrentarse los partidos pol¨ªticos, los sindicatos y los empresarios, los medios de opini¨®n y unos y otros entre s¨ª tiene que cambiar. El conflicto y la disparidad son, desde luego, consustanciales a la democracia; pero cuando la crisis econ¨®mica llega a los l¨ªmites que ha llegado en Espa?a, y en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la OCDE, hay que buscar compromisos, pactos y acuerdos para conducir la crisis y superarla. Y la tarea a realizar no depende s¨®lo de un Gobierno, de los partidos, de los sindicatos o de las asociaciones de todo tipo, incluidas las patronales, depende de todos, de todos los ciudadanos.Todos los pa¨ªses de la OCDE, pero en mayor medida Espa?a, tenemos que despertar del sue?o de los ochenta. Tenemos incluso que cambiar el lenguaje p¨²blico acu?ado en las ¨²ltimas d¨¦cadas. El crecimiento econ¨®mico, el aumento de producto interior bruto, ha dejado de ser igual a pleno empleo. Crecimiento econ¨®mico espectacular hubo en la d¨¦cada de los ochenta, en Espa?a desde 1984, y el desempleo, el paro, se mantuvo en cifras altas en todos los pa¨ªses europeos y en Norteam¨¦rica y m¨¢s altas en Espa?a. No bajaron los porcentajes de dos d¨ªgitos de paro, ni siquiera en el boom que va desde el a?o 85 hasta el 90. Es verdad que en esos a?os se inici¨® un estallido del capitalismo financiero, de lo que Susan Strange llama "capitalismo de casino". No se creaban industrias o empresas productoras de bienes y servicios, o se creaban pocas, lo que se hac¨ªa era ingenier¨ªa financiera y algo parecido a jugar a la ruleta en los n¨²meros y colores de la codicia y la estulticia humanas, y la bolita falaz de la pretendida infalibilidad de los h¨¢biles crupieres. Todo este artificio se acab¨® un mes de octubre de 1987, aunque aqu¨ª no nos di¨¦ramos cuenta y quisi¨¦ramos seguir en el sue?o del enga?o. Es posible que volvamos a caer de nuevo. Como dice Galbraith, una y otra vez nos hemos enga?ado cuando los precios de las acciones y de los bienes ra¨ªces suben como la espuma, sin darnos cuenta de que el castillo de naipes se derrumbar¨¢ en cuanto fallen las d¨¦biles cartas sobre las que se sostiene.
Esta hora de la verdad aqu¨ª en Espa?a exige llamar a las cosas por su nombre. Y el primer nombre que, a mi juicio, a estas horas corresponde es el de la incertidumbre. Quiz¨¢ no es la estructura del sistema la que est¨¢ en crisis; pero s¨ª est¨¢ en crisis el modelo econ¨®mico desarrollado en los ¨²ltimos 20 o 30 a?os. Porque lo que est¨¢ en crisis es el Estado de bienestar en Europa, como est¨¢ en crisis la american way of life de Estados Unidos y su copia japonesa.
Habr¨¢ que replantearse el Estado de bienestar y admitir que tiene l¨ªmites a los que hay que volver si hemos de evitar una quiebra nacional. Incluso tenemos que admitir topes que afectar¨¢n al subsidio del paro, por ahora en cuanto a su crecimiento, y a la sanidad p¨²blica y a otros gastos sociales. Los salarios tendr¨¢n que fijarse dentro de marcos legales m¨¢s flexibles que tengan en cuenta la demanda real posible en cada caso y en los distintos sectores. Con una agricultura, por ejemplo, en total reconversi¨®n y con p¨¦rdidas en la mayor¨ªa de las explotaciones agrarias de nuestro pa¨ªs, los salarios fijados pata 1993 aumentaron m¨¢s del 5%. ?Qui¨¦n pagar¨¢ este aumento? La respuesta es el cierre de explotaciones y el paro.
Lo mismo ocurre con la Hacienda p¨²blica. ?Se remedia con aumento de la presi¨®n fiscal o dejando los impuestos y los tipos impositivos como est¨¢n la aparatosa ca¨ªda de la recaudaci¨®n? ?No ser¨ªa mejor rebajar algunos tipos, aunque sea coyunturalmente, igual que se aumentan las retenciones cuando se quiere actuar sobre la demanda? ?Seguiremos prisioneros de la falacia decimon¨®nica de la fiscalidad redistributiva cuando se habla de ciertos impuestos directos? Paguen m¨¢s los que m¨¢s tienen, de acuerdo, pero que sean los que m¨¢s tienen, no solamente aquellos que no pueden escapar a la acci¨®n de la Administraci¨®n fiscal. Y aun a esos, a los que m¨¢s tienen, habr¨¢ que estimularlos a que inviertan, a que creen puestos de trabajo.
Y qu¨¦ decir de las administraciones p¨²blicas. El aumento de la Administraci¨®n central, auton¨®mica y local ?es soportable en esta situaci¨®n de crisis? Me parece que no, que no lo es. Y sobre todo de lo que estoy seguro es que un nuevo modelo de crecimiento econ¨®mico m¨¢s justo y solidario no es compatible con la complejidad burocr¨¢tica que a nivel estatal, auton¨®mica y local atenaza la actividad cotidiana del ciudadano por una selva entremezclada, y a veces contradictoria, de tr¨¢mites, procedimientos, papeles y sanciones. Atenaza su actividad y mutila la libertad del ciudadano. Si hemos de salir de esta crisis, si hemos de ir hacia una sociedad m¨¢s solidaria, m¨¢s justa y m¨¢s libre y creadora, ser¨¢ ante todo y sobre todo por una real extensi¨®n del concepto de ciudadano, y, como dice Dahrendorff, la democracia burocratizada es una amenaza a la libertad del hombre-mujer ciudadanos.
La tremenda ruina que el paro actual supone, ruina moral y econ¨®mica de los individuos y grietas ruinosas en nuestro edificio de libertad y democracia exige una revisi¨®n de conceptos. Una revisi¨®n profunda y total. No basta reducir dr¨¢sticamente el d¨¦ficit p¨²blico, que habr¨¢ que reducirlo, hay que atacar las causas que han conducido a este d¨¦ficit, y entre ellas se impone tambi¨¦n una revisi¨®n de la legislaci¨®n fiscal. Como no basta una reducci¨®n o contenci¨®n de los salarios, sino que habr¨¢ que hacer posible un mundo laboral m¨¢s justo para todos con la mirada puesta en los j¨®venes y en los parados, y tambi¨¦n en los distintos sectores y territorios. Y no debemos enfrentarnos con medidas duras a la crisis sin aumentar el nivel de justicia, de cumplimiento de la ley, de solidaridad no burocr¨¢tica, igual que hay que aumentar la capacidad de creaci¨®n de las mujeres y de los hombres, de las personas, para que sea verdad y fuente de actuaci¨®n su libertad pol¨ªtica.
Es evidente, o as¨ª me lo parece, que la ardua tarea que nos espera a todos los espa?oles en este final del siglo XX si queremos salir adelante y dejar a nuestros hijos y nietos un pa¨ªs mejor que el que heredamos, no tiene un solo protagonista. Todos somos protagonistas de este trabajo y esfuerzo colectivo. Gobierno y oposici¨®n, partidos y sindicatos, autonom¨ªas y municipios, medios de comunicaci¨®n, centros de ense?anza, asociaciones, cooperativas, ciudadanos en fin, iguales en su valor como ciudadanos cualquiera que sea el puesto que ocupan. ?Conseguiremos esta vez convertir ego¨ªsmos, vanidades y conflictos en s¨ªntesis creadora? ?Saldremos de la crisis en la que estamos con mejores y m¨¢s eficaces estructuras econ¨®micas, con relaciones laborales m¨¢s equitativas y justas, con una sociedad, en fin, m¨¢s libre, m¨¢s solidaria y compuesta por verdaderos ciudadanos? La respuesta es responsabilidad de todos nosotros.
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