Cuba legaliza el d¨®lar
LO M?s significativo del discurso de Fidel Castro en la conmemoraci¨®n del 40? aniversario del asalto al cuartel de Moncada es el marco elegido para realizarlo, la evidente renuncia al tipo de acto de masas con que siempre se hab¨ªa rememorado el primer combate de la revoluci¨®n castrista. Esta innovaci¨®n no es balad¨ª: confirma que Castro est¨¢ obligado a entrar en un camino de reformas en voz baja, modificando sustancialmente su inclinaci¨®n a los ba?os de multitudes.En el contenido del discurso hay un punto central: a partir de ahora, los cubanos tendr¨¢n derecho a poseer d¨®lares, a recibirlos de sus familiares o amigos residentes en el extranjero y 1 emplear esas divisas para sus compras. Ello equivale a legalizar una pr¨¢ctica que ya exist¨ªa en el mercado negro, pero que era objeto de una represi¨®n muy dura. La consecuencia inmediata es que se van a establecer dos categor¨ªas de cubanos: los que tengan d¨®lares y, por tanto, los que podr¨¢n vivir mejor, y los que no los tengan, que seguir¨¢n sometidos a las insoportables condiciones de miseria y escasez. Es lo que Castro califica en su discurso de "aparici¨®n del privilegio", para insistir en que hace falta aceptarlo como algo ineludible para remontar la situaci¨®n econ¨®mica.
El resto de las otras medidas anunciadas por Fidel Castro van en el mismo sentido, como una mayor apertura a las inversiones extranjeras en la econom¨ªa cubana y el incremento de los permisos a los cubanos residentes en EE UU para que visiten la isla. Si se tiene en cuenta el volumen considerable de la emigraci¨®n cubana en Miami y el potencial financiero de que disponen, es evidente que en un plazo corto existir¨¢ en Cuba un sector econ¨®mico basado en el d¨®lar, admitido por el Gobierno, lo que a su vez potenciar¨¢ las aspiraciones del resto de la ciudadan¨ªa cubana para compartir ese mercado privilegiado al que s¨®lo ser¨¢ posible acceder si se poseen d¨®lares. Al mismo tiempo, Castro ha insistido de modo tajante en que "no habr¨¢ perestroika " en Cuba, en que los cambios econ¨®micos no ir¨¢n acompa?ados de una liberalizaci¨®n pol¨ªtica.
?Se parar¨¢ la reforma. iniciada en el l¨ªmite de lo pol¨ªtico? Castro lo proclama, quiz¨¢s para mantener cierta rigidez doctrinal en las filas de su partido. Pero los cambios sociales inherentes a la legalizaci¨®n del d¨®lar dar¨¢n nuevos impulsos a la presi¨®n de la calle -incluso en sectores del propio r¨¦gimen en favor de la liberalizaci¨®n pol¨ªtica.
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