Sue?os de palmas, pesadillas de verano
'Es verdad que la crisis y todas esas zarandalas con que nos acongojan pol¨ªticos y gentes de semejante catadura han servido para cerrar el grifo de los dineros p¨²blicos hasta dejarlos en un gota a gota vergonzante, y as¨ª estos Veranos de la Villa que corren nos recuerdan, no s¨¦ por qu¨¦, a aquellas enternecedoras ocho se?oritas de Ca¨ªn, invenci¨®n de los ?lvarez Quintero, a quienes sus padres quer¨ªan casar y con ese prop¨®sito tuvieron que hacer verdaderos encajes de bolillos para aparentar tener lo que no ten¨ªan.?Porque no me van a decir que estos Veranos de la Villa son como los de otros a?os! Si todav¨ªa en 1992, ayer, como quien dice, esa calle del Conde Duque era un gozo verla, que se pon¨ªa a la ca¨ªda de la tarde hecha una romer¨ªa, y ahora va uno y es que se le cae el alma a los pies. Han dejado s¨®lo el flamenco, en el Patio Viejo, y lo dem¨¢s, vac¨ªo, que es un dolor -verlo as¨ª. Y el flamenco no todos los d¨ªas, ?eh? S¨®lo los jueves, los viernes y los s¨¢bados; el resto de la semana, cerrado.
Pero bueno, por lo menos el flamenco se ha salvado. La trayectoria del flamenco en los Veranos de la Villa ha sido, por lo menos, curiosa. Comenz¨® en los Jardines de Cecilio Rodr¨ªguez, del Retiro, y aquello estaba tan bien que alguien decidi¨® cambiarlo de lugar. La Chopera, sin salir del Retiro, fue el sitio elegido; dos o tres a?os all¨ª, como de prestado, porque la cosa no*lleg¨® a cuajar.
Y en 1992 el flamenco recal¨® en el Patio Viejo del Conde Duque. Pero aquello tampoco result¨®. La entrada era libre, y lo jondo comenzaba despu¨¦s de terminar el espect¨¢culo estelar, el del Patio Central. Las consecuencias fueron desmoralizadoras. Por all¨ª ca¨ªan cuantos en la zona buscaban d¨®nde tomar la ¨²ltima, que casi siempre resultaba ser la pen¨²ltima. Claro, a esta gente le importaba un pimiento, y quienes s¨ª quer¨ªan ver el espect¨¢culo acababan cogiendo un cabreo regular. Adem¨¢s la programaci¨®n tuvo noches de c¨¢rcel ?Hasta pusieron a Pollito de California!
Hete aqu¨ª, sin embargo, que este a?o las cosas son radicalmente distintas. El recinto del Patio Viejo se ha cerrado, hay que pagar una entrada que disuade a los simplemente curiosos y los que entran all¨ª van a disfrutar del flamenco en un ambiente relajado; suele correr un vientecillo que se agradece, hay espacio amplio, mesas y sillas bastante c¨®modas, un buen y r¨¢pido servicio de camareros, y un excelente montaje de luces y sonido, y, por a?adidura, la' programaci¨®n es de una gran dignidad.
Pero el proyecto est¨¢ resultando de dificil viabilidad econ¨®mica. Es la gran cuesti¨®n que la cultura tiene planteada en estos momentos: si no la financian las instituciones, dif¨ªcilmente sobrevive. Aqu¨ª el Ayuntamiento oferta su organizaci¨®n - cultural, sus estructuras, los recintos adecuados. En este caso concreto del flamenco, cede a la empresa que ha asumido la programaci¨®n, gratuitamente, el Patio Viejo -un recinto con encanto-, la instalaci¨®n del escenario, la energ¨ªa el¨¦ctrica, el agua, la explotaci¨®n integral del bar... La empresa Link-4, que programa, organiza y explota este ciclo flamenco, tiene que defender sus intereses con la recaudaci¨®n en taquilla -1.500 pesetas la entrada, con derecho a una consumici¨®n- y en el bar.
Pero los n¨²meros siguen sin cuadrar. Agust¨ªn Rebollo, en nombre de la empresa, me dice que seg¨²n sus previsiones tendr¨ªan que entrar una media de 500 personas por d¨ªa para salvar la inversi¨®n, pero s¨®lo acuden entre 200 y 250. Es el dilema de siempre en el flamenco: se trata de un arte minoritario-, que en el terreno econ¨®mico raramente es rentable. ?Qu¨¦ hacer?
Cualquiera sabe. De momento, a quien est¨¦ interesado de alguna manera en el flamenco le dir¨ªa que acuda al Conde Duque en estas noches de verano, cuando el programa motive su expectaci¨®n. Va a disfrutar.
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