La mentira de unas fronteras
Serbios y croatas han puesto en funcionamiento mini-Estados en amplias zonas de Bosnia
ENVIADO ESPECIALEl l¨ªder croata de Bosnia, Mate Boban, disfruta de un magn¨ªfico palacete en Mostar, muy cerca de la l¨ªnea del frente. Evidentemente, no lo ocupa, pero la bandera de Croacia ondea en sus balcones y milicianos vigilan su acceso. A unos 200 kil¨®metros, Radovan Karadzic, el jefe pol¨ªtico de los serbios de Bosnia, ha instalado su presidencia en Pale, al lado de Sarajevo, en un ¨¢rea residencial que fue utilizada durante los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno de 1984. Son dos emblemas palpables de que el Gobierno leg¨ªtimo de Bosnia-Herzegovina, de mayor¨ªa musulmana, nunca ha ejercido el control de su territorio ni de sus fronteras. Tanto croatas como serbios han puesto en funcionamiento desde hace meses aut¨¦nticos mini-Estados con el respaldo de Zagreb y de Belgrado, respectivamente, en las vastas regiones de Bosnia -cerca de un 90%- que dominan por las armas.
Las te¨®ricas fronteras de Bosnia est¨¢n vigiladas s¨®lo por los ej¨¦rcitos y las polic¨ªas regulares de Serbia y de Croacia, sin que absolutamente nada indique que se entra en otro pa¨ªs Entre tanto, las retaguardias respectivas utilizan las monedas de sus padrinos pol¨ªticos o las matr¨ªculas de sus coches, y las radios y las televisiones de Belgrado y de Zagreb adoctrinan de forma machacona a las poblaciones de Bosnia con mayor¨ªa serbia o croata. Mientras los diplom¨¢ticos discuten eternamente la divisi¨®n territorial de Bosnia, las pol¨ªticas de hechos consumados, la limpieza ¨¦tnica y, en suma, el control efectivo de las zonas, ha impuesto su ley en un pa¨ªs te¨®ricamente soberano y reconocido por Naciones Unidas.
Si el Gobierno de Izetbegovic nunca ha controlado en la pr¨¢ctica su territorio, poblado por cerca de cuatro millones y medio de personas, hoy en d¨ªa menos, porque la tenaza militar que sufren los musulmanes ha reducido a apenas un 10% la porci¨®n de Bosnia defendida por la Armija (Ej¨¦rcito bosnio), fiel al Gobierno de Sarajevo. Ni siquiera en los primeros d¨ªas de la guerra, en abril de 1992, la autoridad de Izetbegovic y de su Gabinete se extend¨ªa m¨¢s all¨¢ de un ¨¢rea muy reducida. Bosnia-Herzegovina carec¨ªa, en cualquier caso, de un Ej¨¦rcito propio, una circunstancia que incapacitaba a las autoridades para afrontar una inmediata respuesta militar en las zonas objeto de litigio.
Tanto entonces como ahora, encima de la mesa de negociaciones de Ginebra, el problema m¨¢s relevante era la definici¨®n de los l¨ªmites de cada una de las tres comunidades. Ya a comienzos de 1992, los serbios reclamaron el 65% del territorio, y los croatas el 35% restante. Poco antes del reconocimiento internacional de Bosnia y del estallido b¨¦lico, la Comunidad Europea asignaba la concesi¨®n de 52 municipios a los musulmanes, 37 a los serbios y 20 a los croatas. Sin embargo, los primeros siempre han resultado peor parados al no contar con un Estado externo al que acudir en demanda de protecci¨®n y apoyo militar, como suced¨ªa con serbios y croatas. La identidad religiosa y no nacional de los musulmanes de Bosnia ha actuado siempre como un obst¨¢culo.
El desarrollo de la guerra est¨¢ muy influido por el apoyo que las retaguardias, tanto militares como econ¨®micas, brindan a serbios y croatas. En los frentes de combate, en el propio territorio de Bosnia, estas dos comunidades disfrutan de una agricultura donde se aprecian campos bien cultivados de vi?edos, olivos o frutales, y tambi¨¦n de f¨¢bricas en relativa producci¨®n y de unos servicios p¨²blicos, seriamente afectados por la guerra, pero en funcionamiento, como agua, electricidad o tel¨¦fonos. Estos servicios fallan con frecuencia durante algunas horas al d¨ªa, pero su efectividad no resiste la comparaci¨®n con las zonas bajo control musulm¨¢n, devastadas por la guerra.
El apoyo militar por parte de Serbia y de Croacia en sus te¨®ricas fronteras camina en paralelo al respaldo econ¨®mico a los combatientes. Controladas todas las rutas de abastecimiento, la entrada de armas en Bosnia recorre infinitas y relativamente f¨¢ciles v¨ªas, que van desde las pistas de monta?a a los r¨ªos, pasando por los aeropuertos cercanos, y las carreteras. Miles de camiones, por poner s¨®lo un ejemplo, desfilan continuamente por esta mentira de fronteras entre Croacia y Serbia con Bosnia-Herzegovina. Adem¨¢s, no conviene olvidar que m¨¢s de la mitad de los equipamientos del antiguo Ej¨¦rcito federal yugoslavo se fabricaban en este pa¨ªs martirizado por la guerra desde hace a?o y medio.
Por otro lado, frente al mayoritario origen campesino de muchos milicianos serbios y croatas que se despliegan por controles, bater¨ªas artilleras y pueblos asediados, los soldados de la Armija exhiben un inconfundible aire urbano. Antiguos profesionales, estudiantes o comerciantes en buena medida, los musulmanes no estaban apenas presentes en el antiguo Ej¨¦rcito del mariscal Tito.
En esta guerra medieval, que se desarrolla a finales del siglo XX en pleno centro de Europa, y donde el campo cerca a las ciudades, los musulmanes controlan a¨²n n¨²cleos urbanos de tama?o medio, pero han perdido casi todo su predominio en las zonas rurales, a pesar de representar el 44% de la poblaci¨®n total de Bosnia antes de la guerra.
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