El prefranquismo, otro movimiento Cap¨ªtulo 10
Hablando de la felicidad con que empez¨® el a?o que va de calor a calor, recuerdo ahora que es un hecho natural del espa?ol. O casi. "La ventaja inmensa, inapreciable que tiene el espa?ol, si se except¨²a al de Castilla la Vieja, sobre la mayor parte de los europeos, es la de ser feliz".Cuando yo era peque?o estaba en todas las bibliotecas El hombre y la tierra, de El¨ªseo Reclus -socialista franc¨¦s expulsado de la Internacional por su participaci¨®n en la Comuna, bakuninista-, donde se conten¨ªa esta sin duda cert¨ªsima afirmaci¨®n. Siendo castellano viejo (presidente) Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y, por tanto, dentro de la absoluta excepci¨®n, no era de extra?ar que fuera ¨¦l quien asaltase esa felicidad proclamada: el hada a la que no se invit¨® al bautizo del, AVE. S¨ª por m¨ª fuera, le proclamar¨ªa hombre del a?o. Su prodigiosa aventura de salir de la nada, estar a punto de ser jefe del Gobierno y volver otra vez a la nada, o a¨²n menos, es excepcional.
Su primer ¨¦xito fue conseguir la convocatoria de elecciones anticipadas. Primero, como queda dicho, alz¨® la campana de la corrupci¨®n generalizada, pronunciando nombres propios, haci¨¦ndolos fotografiar y denunciar en sus medios favorables -los peri¨®dicos antigubernamentales-, lanzando toda clase de dudas sobre ellos. El ¨¦xito fue el de que, imposible ya de aplicar la denuncia de comunista o procomunista, por obsoleta -el que fuera perfectamente inadecuada a estos burgueses no hubiese importado-, los Frankenstein de la campa?a creaban una equivalencia del rojo de otros tiempos: destructivo, voraz, llev¨¢ndose el dinero de todos. Como dije en otra entrega de este follet¨ªn, la reuni¨®n de ese problema democr¨¢tico com¨²n convertido en atributo del socialista (como heredero del rojo, como frente populista) con la crisis econ¨®mica incesante ha pasado el tiempo, y estamos dentro de ella: persistente, rompiendo en mil trozos la peseta-, mezcl¨¢ndola con unas agresiones inexistentes como la que supon¨ªan a la ense?anza religiosa, m¨¢s el aborto -pasado ya el divorcio y tan entra?ado en Espa?a que alzarse- contra ¨¦l ser¨ªa antipopular: ya no eran contrarias a ¨¦l ni las mujeres-, m¨¢s un imaginario obrerismo, se vino a crear un prefranquismo.
La palabra es m¨ªa, y viene a significar que se reunieron algunas de estas causas generales que ten¨ªa la gran derecha espa?ola antes de la guerra como si se figurase que el enfrentamiento era, otra vez, con la II Rep¨²blica. Y el regreso al antes de Franco comprend¨ªa la anulaci¨®n de las ventajas obreras que reuni¨® su r¨¦gimen. No estoy dispuesto a concederle esa generosidad: creo, m¨¢s bien, que el obrerismo de Franco y sus "sindicatos verticales" y su Magistratura de Trabajo y su Seguridad Social eran, por una parte, una especie de pago por haber ganado la guerra civil y para que no se reprodujese m¨¢s, unida a una tendencia mundial por la misma raz¨®n a gran escala para enfrentarse al comunismo sovi¨¦tico y evitar las revoluciones en los reg¨ªmenes capitalistas; por otra parte, una conquista original de los falangistas. Algo de ellos, despu¨¦s de zampados y digeridos, deb¨ªa quedar dentro de Franco.
La aparente novedad, de este prefranquismo consist¨ªa en el regreso a la situaci¨®n de 1936, y alguna circunstancia producida ya dentro de este a?o cronol¨®gico le daba un car¨¢cter casi simb¨®lico: al morir el padre del Rey, Juan de Borb¨®n, se le vino a proclamar Juan III, por el peri¨®dico de la dinast¨ªa -Abc, h¨¦roe de la campa?a de Frankenstein- con la colaboraci¨®n de alg¨²n h¨ªstoriador digno, como Carlos Seco Serrano (ya, sin embargo, bajo sospecha desde. que en este mismo peri¨®dico encontr¨® posible justificar el fusilamiento de Ferrer Guardia, h¨¦roe y m¨¢rtir de la libertad, en 1909); aparte de los m¨¦ritos personales del finado en abril, y del sentimiento de respeto por sus deudos augustos, el significado oculto era el de que se borraban de la historia la Rep¨²blica de la guerra civil y Franco, como si lleg¨¢semos por esa v¨ªa a un saldo de cuentas mortales y empez¨¢semos otra vez. No entro en el disparate din¨¢stico, que me es indiferente, sino en la curiosa invenci¨®n, que atribuyo m¨¢s al azar, al hallazgo, que a la premeditaci¨®n. No vacilaron en unirse a los nuevos prefranquistas los m¨¢s antiguos de entre los franquistas mismos, los supervivientes de la guerra y de las grandes corrupciones de la paz dictada.
Hab¨ªan conseguido dar una sensaci¨®n de caos muy similar a la de 1936. Entonces, el caos era bastante cierto, porque la gran derecha ya lo creaba, pero ahora, no. Una crisis larga y profunda: extensa, porque estaba incluida en todo el continente europeo; particular, porque hab¨ªa un vendaval pol¨ªtico en Espa?a y porque la propia presidencia del Gobierno atravesaba un profundo pesimismo. Ignorando las aserciones del ge¨®grafo Reclus, Felipe Gonz¨¢lez hab¨ªa intentado llevar la felicidad espa?ola a la general infelicidad espa?ola, y estaba fracasando. No ¨¦l, sino Europa. Estaba la gran oposici¨®n de Estados Unidos a que se crease una unidad econ¨®mica, industrial, empresarial y comercial destinada a concurrir con ellos y con Jap¨®n. Y la dificultad de hacerlo: este hueco entre unos y otros est¨¢ demasiado abierto para poder colmarlo as¨ª. Y estaba la falta de unidad de Europa: la desconfianza del conservador Reino Unido por un continente que pod¨ªa alejarle del t¨ªo de Am¨¦rica; la ambici¨®n de Alemania de expandirse, por ahora culturalmente, a algunos desperdicios del comunismo: los tres pa¨ªses b¨¢lticos, que fueron suyos; los fragmentos yugoslavos que tambi¨¦n fueron del Imperio Austroh¨²ngaro; y la terrible desconfianza de Francia y los franc¨®fonos de Europa por este crecimiento de Alemania; y la enorme avidez de los parientes pobres, de los comilones de la familia: Portugal, Irlanda, Grecia ?y Espa?a! El gran tropez¨®n del Tratado de Maastricht fue el voto negativo de Dinamarca, pero probablemente el desastre en el que a¨²n vive se hubiese producido de todas maneras. Para salvar lo salvable, se habl¨® y se habla de una "geometr¨ªa variable"; y nosotros mismos hablamos de una posibilidad de que Europa tenga "dos velocidades", la de ellos y la nuestra. La de los ricos y la de los pobres.
Felipe Gonz¨¢lez nos hab¨ªa hecho atravesar el desierto; nos colmaba de parados, nos quitaba nuestras medicinas (o amenazaba), rechazaba las subidas de salarios, quer¨ªa congelar las pensiones, nos induc¨ªa a la "productividad" (terrible, equivoca palabra que, utilizada ahora por los neoeconomistas de Estado, indica que el obrero tiene la culpa de que el producto mezquino, pobre de materia y de terminaci¨®n, del empresario, no haya quien lo compre en el mundo civilizado) y, cuando ya est¨¢bamos llegando al oasis, nos encontr¨¢bamos con que era un espejismo.
Supongo que fue su propia depresi¨®n, su susto personal cuando Solchaga le ense?¨® el calcet¨ªn vac¨ªo y agujereado, los sobresaltos que le dieron los sindicatos (tan pocos, tan moderados), la ofensiva de la derecha prefranquista y, probablemente, ese componente de hast¨ªo que tiene su psicolog¨ªa, ese ¨²ltimo fondo de genio incomprendido, o de h¨¦roe anulado por su propio pueblo, el que le llev¨® a una situaci¨®n que nunca deb¨ªa haber aceptado: las elecciones anticipadas. Lo pens¨® mal, le aconsejaron mal. Y convoc¨® el hombre, las elecciones. Para "clarificar", dec¨ªan.
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