Devers impone su reinado en la velocidad
Merlene Ottey, por una cent¨¦sima en los 100 metros, vuelve a ser la perdedora en una gran final
Gall Devers retuvo el t¨ªtulo de mejor velocista del mundo. Lo hizo bajo el peso de la duda, como en Barcelona. Llegaron Devers y Ottey como un hurac¨¢n y ninguna levant¨® el brazo ni expres¨® gesto alguno. Levantaron la mirada al marcador del estadio. Era imposible discernir el nombre de la vencedora, ni siquiera cuando la fotograf¨ªa de la llegada se imprimi¨® en el tablero gigante. La espera se prolong¨® m¨¢s de dos minutos. Ottey rezaba y ped¨ªa el favor del destino. Pero de nuevo fue condenada a la derrota. La fortuna es implacable: Devers siempre gana; Ottey siempre pierde. El ne¨®n comenz¨® a parpadear el nombre de la norteamericana, con Ottey tan incr¨¦dula como las 50.000 personas que asistieron admiradas a su atronador ataque en los ¨²ltimos 40 metros._
Presa de la desesperaci¨®n, Ottey dio la vuelta al estadio con el ¨ªndice levantado. Se negaba a admitir la decisi¨®n de los jueces, como la delegaci¨®n jamaicana, que apel¨® sin ¨¦xito el resultado. El jurado dijo que todo hab¨ªa sido perfectamente controlado con dos c¨¢maras laterales y una cenital.Desde el grader¨ªo se coreaba su nombre y se silbaba el de la ganadora. Todo el mundo se sinti¨® cerca de una mujer que nunca ha doblado la esquina de la buena suerte. En las tribunas de prensa se escrutaba la famosa foto de la llegada. Nada se apreciaba en las estrechas l¨ªneas que delimitan la aparici¨®n de los troncos de las atletas. Y el marcador segu¨ªa tenaz: Gail Devers, campeona del mundo: 10.81 segundos. Ottey, 10.82. La jamaicana rechazaba el resultado y segu¨ªa en la pista, el dedo en alto y el gesto crispado por la decepci¨®n. Nunca antes hab¨ªa buscado la victoria con tanta intensidad.
Su carrera fue una caza memorable. Una mirada ortodoxa encontrar¨ªa errores graves en algunas partes de su carrera -el despegue, los primeros apoyos, la lentidud para aniquilar la distancia con respecto a Devers-, pero en la memoria quedar¨¢ su impresionante cabalgada en los ¨²ltimos 60 metros. Cada paso era un cent¨ªmetro menos de ventaja para Devers, y de all¨ª sal¨ªa un conflicto entre el espacio y el tiempo. A Ottey le quedaban 40 metros y poco m¨¢s de cuatro segundos para rebasar a la norteamericana. Su problema era el metro de ventaja que hab¨ªa dado a Devers. La ecuaci¨®n estuvo a punto de funcionar en la l¨ªnea de llegada. Pero la fotograf¨ªa dijo no. De nuevo, la derrota. Con personajes como Ottey se escriben hermosas canciones.
Solidez
Devers actu¨® con la solidez de un dado. Su chasis est¨¢ modelado a la manera de Cason. Rotunda y peque?a -mide 1,59- es un producto acabado de la escuela de Bob Kersee, el hombre que dirigi¨® a Valerle Briscoe y Florence Griffith. Su nombre fue cuestionado en los Juegos de Barcelona por su compatriota Gwen Torrence, una de sus rivales en la final de Stuttgart. "El podio no est¨¢ limpio", declar¨® Torrence. Kersee mont¨® un esc¨¢ndalo que dur¨® hasta el final de los Juegos. Desde entonces, todas las miradas escrutan el f¨ªsico de Devers, un dado at¨®mico.
En Stuttgart repiti¨® el papel de Barcelona. Es una velocista dura, bien armada para resistir tensi¨®n de los momentos decisivos, siempre fiable en competiciones de este calibre. Esta vez tampoco se dej¨® impresionar por la demostraci¨®n de Ottey en la semifinal. Hizo 10.82 segundos, suficientes para elevarla de nuevo a la condici¨®n de favorita. La historia de siempre: toda la presi¨®n sobre la jamaicana y Devers con el papel de tapada.
La diferencia era que Ottey hab¨ªa dado una notable sensaci¨®n de confianza. Su fracaso en los Juegos de Barcelona, donde s¨®lo sac¨® la medalla de bronce en los 200 metros, fue m¨¢s doloroso que toda la saga anterior, desde su primera aparici¨®n en los Juegos de Mosc¨² a la humillaci¨®n ante Katrin Krabbe en los Mundiales de Tokio. Con 33 a?os s¨®lo le quedaba Stuttgart para redimirse. Durante el invierno se meti¨® en el gimnasio y troquel¨® su cuerpo para ganar la potencia necesaria y rebajar sus deficiencias en la salida. La diferencia es apreciable: el torso es m¨¢s poderoso y las piernas m¨¢s aceradas. Con ese armamento a?adido se present¨® en la final. Quedaba por saber su dureza mental, tantas veces cuestionada.
Esta vez no se quebr¨® psicol¨®gicamente. Fue d¨¦bil en los 20 metros, pero casi siempre es in¨²til luchar contra la gen¨¦tica. Ottey siempre ha tenido deficiencias en la salida, como Lewis. Su garant¨ªa es la facilidad para desplazarse en el segundo trecho de la prueba. Devers, no. Es una atleta compacta en todos los sentidos, aunque le falta algo de aliento en los metros finales. Es a Cason, lo que Ottey a Lewis. La diferencia de estilos aument¨® la belleza del duelo. La arrolladora aceleraci¨®n de la jamaicana levant¨® el griter¨ªo de los 50.000 espectadores. Pod¨ªa ganar. Devers resist¨ªa, dispuesta a exprimir su suerte hasta el final. Si el destino ten¨ªa que hablar por alguien, lo har¨ªa por la estadounidense. Se dobl¨® muy pronto, como si le faltaran las fuerzas en la parrilla, y estir¨® el torso. Ottey entr¨® a todo trapo, estirada. S¨®lo dio el golpe de ri?ones en el ¨²ltimo metros. Luego mir¨® al marcador y esper¨®. El p¨²blico grit¨® su nombre; el marcador, no.
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