Chavela Vargas
Vuelve, con su sarape y sus fieles pantalones -uno recuerda que fue la primera mujer que se atrevi¨® a pon¨¦rselos en una tierra de machos, como M¨¦xico-, con sus 74 a?os vividos rabiosamente, con su leyenda negra, con su historia, aut¨¦ntica, canalla, sublime, fieramente humana. Chavela Vargas ha puesto tanto talento en el arte como en la vida, una vida que no ha sido f¨¢cil, pero tampoco se pod¨ªa esperar que lo fuera. Su personalidad le exig¨ªa probarse a s¨ª misma en la adversidad, en el sufrimiento, en la ruina, en el olvido -casi buscado- de 12 o 15 a?os en los que anduvo rebotada, cogida en la tela de ara?a del alcohol. Hay que ser muy fuerte para salir del infierno, para resucitar y echar a andar de nuevo sin arrepentimientos, sin rencores, sin dolor por las viejas heridas. Quiz¨¢ porque el infierno, para Chavela, no era algo nuevo. Lo present¨ªa desde que naci¨®. Estuvo en el vientre de su madre durante los dos primeros a?os de su vida, en los que fue una ni?a ciega. Lo vivi¨® a los tres a?os, cuando enferm¨® de polio y s¨®lo el amor a la vida la hizo caminar. El infierno fue su consciencia de saberse distinta de los otros ni?os, su inconformismo, su rebeld¨ªa. Lo fue la timidez, el miedo al p¨²blico que le puso en la mano la primera copa y la segunda y la tercera... 45.000 litros de tequila y muchas noches de angustia y soledad han sido necesarios para que Chavela pueda al fin proclamar que est¨¢ viviendo la ¨¦poca m¨¢s bella.-Todo fue porque no le hice caso a la vida. Ahora que le hago caso, me lleva por el sendero lleno de rosas y de terciopelos, as¨ª voy. Ya no voy rebotando, sino caminando, flotando. Tengo el alma muy tranquila, Jes¨²s.
-?Hay alguna cicatriz que se niega a cerrarse?
-No, ninguna, todo se cura con buena voluntad. Yo no recuerdo las cosas feas, absolutamente no, ni las traiciones, que s¨ª las he tenido; as¨ª ten¨ªa que ser, as¨ª est¨¢ escrito, todo est¨¢ ya hecho, y entonces no me queda amargura dentro de m¨ª, por ning¨²n lado. Yo he pasado noches examinando mi alma, mi mente, mi cuerpo. No hay dolor, no hay rencor, no quedan recuerdos feos, todo es bello, porque voy as¨ª a la vida, as¨ª al futuro.
Atr¨¢s quedan las oscuras cantinas, las insoportables resacas, la soledad borracha de Cuernavaca -?coincidir¨ªa alguna madrugada, bajo el volc¨¢n, con el fantasma del c¨®nsul Firmin?-, la ruina f¨ªsica, econ¨®mica, moral, las caprichosas escapadas: viajes a Par¨ªs o a las islas griegas, a Toledo para llorar con El entierro del conde de Orgaz, a la India... Se lo gast¨® todo, se lo bebi¨® todo, todo lo ech¨® por la borda.
-Desapareciste 12 a?os.
-No desaparec¨ª, estaba ah¨ª, pero no estaba.
-Estabas, pero no te ve¨ªan y te dieron por muerta.
-S¨ª, mucha gente, s¨ª. Una vez Mercedes Sosa, lleg¨® a un amigo mutuo a Argentina, y le dijo: "Toma esta flor, p¨®nsela en la tumba de la Vargas". Le dijo mi amigo: "No, si la Vargas por ah¨ª anda, de cantina en cantina, pero est¨¢ viva".
La llegaron a llamar Chavela Pistolas. Se cuenta que una vez, durante una actuaci¨®n, dispar¨® al p¨²blico; que sus amantes se salvaban por pies de sus ataques de celos y de ira. Leyenda negra, una leyenda que el propio p¨²blico crea y que a ella le fascina.
-Es imposible que yo ande con pistolas todo el tiempo, si est¨¢ prohibido. Tendr¨ªa que sacar licencia, y me da mucha pereza.
La vida la ha hecho tan sabia, sabe tanto que hasta sabe re¨ªrse de s¨ª misma. Tiene la elegancia de no quejarse, de no llorar en p¨²blico, a pesar de haber llorado tanto.
-Yo nunca lloro en escena, porque me parece muy cursi. Es el recurso de toda cantante que no sirve, y primero que nada la lagrimita. Eso no, est¨¢ muy feo.
-?Cu¨¢les son tus armas para luchar en la vida?
-Primero que nada, la verdad. Si yo no hubiera sido verdad, no hubiera logrado nada en la vida. Hasta en mi canto. Mucha gente me dijo al principio ded¨ªcate a otra cosa, cantas horrible, as¨ª no es. Y yo dije: as¨ª es. Yo he adquirido con la vida y con el arte un gran compromiso de verdad, de entrega total.
-Tuvo el valor de vivir la vida como pens¨® que deb¨ªa vivirla.
-Cuando rompes las normas, te llaman anormal. Se me llam¨® muchas veces as¨ª, pero segu¨ª con mi terquedad. Segu¨ª, y no era un reto, era que as¨ª nac¨ª, que as¨ª soy. Entonces, yo no pod¨ªa ser de otra manera, no hubiera cantado nunca, no hubiera hecho nada por el que dir¨¢n, por el miedo a todo, y salt¨¦ esa barrera.
-?Por qu¨¦ empieza uno a cantar?
-No empec¨¦, Jes¨²s, nac¨ª cantando. No empec¨¦ nunca.
Claro, si no, no ser¨ªa Chavela, porque la Vargas es, ante todo y sobre todo, canto. Nada importar¨ªa nada, ni sus borracheras, ni sus chavelazos, ni sus locuras -andar a caballo, por ejemplo, por las avenidas m¨¢s c¨¦ntricas de M¨¦xico, estando, por supuesto, prohibido-, nada de eso importar¨ªa a nadie si detr¨¢s no estuviera una aut¨¦ntica artista, personal, ¨²nica, inconfundible, rara, que ha puesto voz y sentimiento a algunas de las mejores p¨¢ginas de la m¨²sica popular: Mundo raro, La llorona, Cruz de olvido, La china, Soledad, Macorina...
-?D¨®nde pone la mano Macorina?
-Donde el p¨²blico piensa que debe ponerse.
No es una c¨®moda evasiva. Chavela no necesita aclarar nada. La Macorina, estandarte del amor prohibido, ha comprendido y animado, durante a?os, a los que ten¨ªan que esconder su amor del dedo acusador. Aquella mulata cubana, a la que Chavela ha llevado de la mano por todo el mundo, es ya un s¨ªmbolo de libertad.
-?Has vuelto a Cuba?
-No, viv¨ª all¨ª un tiempo.
Dos a?os. Lleg¨®, en los a?os cincuenta, para una actuaci¨®n, y se qued¨® dos a?os. Cosa de la Vargas, que recuerda nombres, rostros, lugares: Prado Malec¨®n, la Bodeguita del Medio, Tropicana -"ya met¨ª un golpe, ya anunci¨¦ un ron"-, Vicentito Vald¨¦s, Bolita de Nieve... Eran los tiempos en que empiezan la Guillot, la Celia Cruz. "Todav¨ªa no eran las figuronas que son ahora".
Hablamos de revoluci¨®n.
-?Cabalga todav¨ªa en M¨¦xico el caballo de Zapata?
-Claro, coraz¨®n, si yo vivo ah¨ª, en la tierra de Zapata. El ten¨ªa una mirada imponente, muy triste, present¨ªa qu¨¦ s¨¦ yo. Era un hombre visionario, valiente, por eso lo asesinaron. Pero lo adoramos.
Hablamos de la muerte.
-C¨®mo ser¨¢ de hermosa la muerte, que no regresas. No regresas, te quedas all¨¢, as¨ª ser¨¢ de bello.
Del ¨¦xito.
-No soy una de las gentes que se les sube el ¨¦xito, me desconcierto, me entristezco un poco de pensar que tenga un ¨¦xito. No quiero realizarlo, no quiero llegar a pensar qu¨¦ es el ¨¦xito en s¨ª, y sentirme un ¨ªdolo, un monstruo sagrado. Muchas veces se me ha llamado Ia clave tonal del tiempo". Me lo llam¨® una escritora muy famosa: "Chavela Vargas es la clave tonal del tiempo, que despierta conciencias y sentimientos".
Tiene claro que el d¨ªa que se sienta sin facultades, sin la voz, dejar¨¢ de cantar, aunque le gustar¨ªa morir en un escenario.
-Como los ¨¢rboles. Ser¨ªa feliz si me diera un infarto en un escenario.
-Te arrepientes de algo, Chavela?
-De nada, nunca he hecho enga?o. No me arrepiento. Volver¨ªa a nacer y ser¨ªa igual que ahora, igualita, hasta me llamar¨ªa Chavela.
-?Ya no hay tentaci¨®n de una copa?
-No, para nada. Tengo m¨¢s tentaci¨®n por el cigarrillo, que curioso. Cuando estoy nerviosa inconscientemente estiro la mano, el gesto del fumador, y digo no. Es que soy de la gente que cuando dejan, dejan.
Durante muchos a?os, Chavela Vargas se encerr¨® en una botella. Hizo m¨¦ritos para que la olvidaran, pero no es posible olvidar lo que se ama, y el p¨²blico la esper¨® siempre. Ahora, despu¨¦s de una larga y dura batalla, Chavela Vargas ha vuelto triunfante.
-Si un d¨ªa, al caer el tel¨®n, no te aplaudieran, ?qu¨¦ har¨ªas?
-Ser¨ªa la soledad c¨®smica.
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