Fascismo

M¨¦dicos ingleses han dejado morir a un enfermo de coraz¨®n porque fumaba. Hace apenas un mes, dos hospitales del Reino Unido ya' anunciaron que no atender¨ªan las. dolencias coronarias de los fumadores. O sea, que lo hab¨ªan advertido ' y el que avisa no es traidor. Claro que, en cambio, puede ser un imb¨¦cil, o un fascista, o un criminal en potencia.Estos maximalismos y estas dr¨¢sticas medidas que se aplican en aras de la perfecci¨®n con desprecio de las debilidades humanas, a un servidor le parece que ocultan actitudes fascistas; es decir, una inclinaci¨®n s¨¢dica contra los semejantes, enmascarada en los grandes principios con que se pretende justificar cualquier cruzada.

Las campanas en pro de nobles causas proliferan, y multitud de ciudadanos se apuntan a todas ellas siguiendo escrupulosamente sus consignas: prenderse lazos indicativos de solidaridad; corear lemas antirracistas, condenar el despilfarro del agua, defender los derechos del ¨¢rbol, encadenarse por la captura de ballenas, exigir la abolici¨®n de las corridas, emprenderla a paraguazos con los fumadores... Todo lo cual est¨¢ muy bien, les da carta de exquisitez ciudadana, y al regreso de la manifestaci¨®n se sienten harto enaltecidos y purificados.

Sin embargo, luego viene la realidad de la vida y resulta que nadie es perfecto. Uno quiz¨¢ sea antirracista, pero acaso los ¨¢rboles no le conmuevan; o le conmueven, pero gasta agua; o no la gasta, pero caza ballenas; o no las caza, pero se pone a torear; o no torea, pero es adicto al tabaco; o no es adicto, pero le pega al mollate y las coge agresivas. Y esto podr¨ªa ocurrirles a los m¨¦dicos ingleses. Pues hay que ser muy beod¨®, muy siniestro y muy fascista para dejar morir a un hombre s¨®lo porque fuma.