Los moros
Manolo Garc¨ªa conduc¨ªa su coche por la carretera de Burgos cuando una furgoneta le embisti¨® por detr¨¢s. Como vio a tiempo por el espejo retrovisor lo que se le ven¨ªa encima, pudo salir ileso del empell¨®n. Sali¨® del coche hecho un basilisco y pudo contemplar la encarnaci¨®n del concepto siniestro total en su veh¨ªculo.Del otro veh¨ªculo se baj¨® un moro. Y detr¨¢s del moro, un mont¨®n de moros. Manolo comenz¨® a gritarle al moro. Unos cuantos espont¨¢neos se sumaron a su queja. Una se?ora, que declar¨® ser madre, se abalanz¨® sobre el moro primero y le abofete¨®. Llegaron dos guardias civiles y le montaron al moro una de cuidado. Lleg¨® una gr¨²a y le pidi¨® al moro una cantidad astron¨®mica por llevarle el coche al taller.
El moro y los dem¨¢s moros comenzaron a sentir que el mundo se les hab¨ªa echado encima.
Manolo Garc¨ªa, que estaba hecho un basilisco, no tuvo m¨¢s remedio que interponerse entre la madre y el moro, pedirles a los guardias su identificaci¨®n y amenazarles con una denuncia, y explicarle al de la gr¨²a que como le facturara lo dicho al moro se le iba a caer el pelo.
El moro acab¨® refugiado, con toda su familia, tras las anchas espaldas de Manolo.
Manolo acab¨® harto de la bronca. Sin coche y sin poder montarle al moro el l¨ªo que el moro se merec¨ªa por ir a demasiada velocidad en una caravana de fin de semana.
Manolo est¨¢ hasta las narices de que no le dejen enfadarse con un moro, ni con un negro, ni con un sudaca. Porque, cada vez que se enfada con uno, acaba teniendo que defenderle de los que le dan la raz¨®n.
Manolo y yo pedimos p¨²blicamente que se nos conceda el derecho a llamar hijoputa a un moro como si fuera un hijoputa alem¨¢n de raza aria. Pedimos que nadie nos ayude.
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