Ojal¨¢ que am¨¦n
DE REPENTE, algunos tab¨²es dejan de serlo. Israel puede reconocer a la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP). La central puede autodisolverse para integrar el futuro Gobierno de Palestina. Los habitantes de Cisjordania y Gaza pueden elegir un consejo antes de un a?o. Los guerrilleros pueden ser pronto polic¨ªas en Gaza y Jeric¨®, sustituyendo a los soldados israel¨ªes, que se retirar¨ªan de ambas zonas. Yasir Arafat puede instalarse a escasos kil¨®metros de esa Jerusal¨¦n a la que, parodiando a los jud¨ªos de la di¨¢spora, promete volver a?o tras a?o. Cientos de miles de refugiados pueden regresar a la tierra de la que fueron expulsados en alguna de las guerras que han devastado la tierra santa de tres religiones en los ¨²ltimos 45 a?os. Los altos del Gol¨¢n pueden ser de nuevo sirios. Las fuerzas israel¨ªes pueden retirarse del sur de L¨ªbano. Jordania puede asociarse a un compromiso definitivo. Los integristas palestinos deportados pueden retornar en cuesti¨®n de d¨ªas. La Intifada puede acabar de forma inmediata. ?rabes e israel¨ªes pueden dejar de ser enemigos para convertirse en simples vecinos. La paz, en definitiva, puede llegar a Oriente Pr¨®ximo.Son muchas posibilidades suscitadas por el hist¨®rico anuncio de que palestinos e israel¨ªes, al margen del di¨¢logo oficial abierto en Madrid hace 22 meses, han negociado secretamente en Oslo un acuerdo provisional que abre paso a una soluci¨®n definitiva a su enfrentamiento. La und¨¦cima ronda de negociaciones directas ¨¢rabo-¨ªsrael¨ªes, que se celebra en Washington, ser¨¢, con gran probabilidad, el escenario de la firma de la declaraci¨®n de principios que pondr¨¢ en marcha todo el proceso.
El alcance del pacto va mucho mas all¨¢ de lo que se dijo inicialmente. No es s¨®lo un ensayo de autonom¨ªa en Gaza (un polvor¨ªn) y en Jeric¨® (un s¨ªmbolo), sino un plan que, a medio plazo, permitir¨ªa una soluci¨®n definitiva al conflicto sobre la base de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU, que ped¨ªan la retirada israel¨ª de los territorios ocupados en 1967 y la apertura de negociaciones entre todas las partes para el establecimiento de una paz justa y duradera.
Ser¨¢, si se consigue, el triunfo, de los moderados, de larga data o convertidos en tales por las circunstancias: de un Yasir Arafat ahora presionado por el ala radical de la OLP, los integristas de Ham¨¢s y el r¨¦gimen sino. Y de los laboristas israel¨ªes Isaac Rabin y Sim¨®n Peres, punta de lanza de una actitud sin otro precedente que los acuerdos de Camp David, que en 1978 firm¨® el antiguo activista y luego l¨ªder de la derecha jud¨ªa Men¨¢jem Beguin, y que permitieron la devoluci¨®n a Egipto de la pen¨ªnsula del Sina¨ª.
Mientras en Ginebra se ultima para Bosnia un acuerdo que, en la pr¨¢ctica, sella el resultado (injusto) de la guerra, el que se anuncia para Cisjordania y Gaza se adapta, al menos en su filosof¨ªa y objetivos, a lo que se considera por la mayor¨ªa como soluci¨®n justa y razonable. Por ello, hay que aplaudirlo y pedir que se firme y se ponga en pr¨¢ctica, superando las sim¨¦tricas intransigencias que se oponen a ello.
Sin embargo, es prematuro echar las campanas al vuelo. Aunque la mayor¨ªa de la poblaci¨®n israel¨ª apoye el proyecto, son todav¨ªa muy amplios e influyentes los sectores que rechazan frontalmente el di¨¢logo con la OLP ("una banda de terroristas" y que bajo ning¨²n concepto est¨¢n dispuestos a aceptar una entidad nacional palestina. Ni siquiera est¨¢ claro que Rabin y Peres vean al final del proceso algo parecido a una Palestina independiente con Yasir Arafat como jefe de Estado. Y eso es lo que leen al trasluz los palestinos. A¨²n no se ha medido el efecto que la indudable reacci¨®n negativa, y qui¨¦n sabe si violenta, de las decenas de miles de colonos jud¨ªos en los territorios ocupados tendr¨¢ sobre la opini¨®n p¨²blica.
En el otro bando, la promesa de Abu Sharif, pr¨®ximo colaborador de Arafat, de que la OLP est¨¢ dispuesta incluso a disolverse no es todav¨ªa la doctrina oficial de la central, en cuya constituci¨®n, pendiente de ser anulada, se excluye la existencia de Israel y se defiende la lucha armada. El comit¨¦ ejecutivo a¨²n ha de dar su aprobaci¨®n formal a la declaraci¨®n de principios y, aunque no se esperan sorpresas, falta por determinar el grado de control del poder por Arafat, la importancia de la disidencia, con Georges Habache y Ahmed Jibril a la cabeza. Tampoco se han vencido por completo las reticencias de Siria, que exige mayor protagonismo y un compromiso global sobre el resto de contenciosos pendientes, comenzando, obviamente, por la recuperaci¨®n de los altos del Gol¨¢n.
Pero todo parece a punto: el reconocimiento mutuo de Israel y la OLP, la firma en Washington de la declaraci¨®n de principios, la puesta en marcha de la autonom¨ªa palestina en Gaza y Jeric¨®. Ojal¨¢ que amen: quiera Al¨¢ que as¨ª sea.
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