La diadema de una reina
"Apenas pude contener la emoci¨®n cuando vi, frente a m¨ª, la gran llanura de Troya, cuya imagen ya hab¨ªa so?ado desde la infancia cuando le¨ªa la Il¨ªada ", cuenta Schliemann, hijo de un pastor protestante de Mecklemburgo, que amas¨® una gran fortuna en Rusia y que hablaba diez idiomas, entre ellos el griego cl¨¢sico. Hasta su muerte en 1890, en N¨¢poles, Schliemann encontr¨® 17 tesoros, pero ninguno m¨¢s famoso que el de Pr¨ªamo.M¨¢s de cien obreros movieron 250.000 metros c¨²bicos de tierra y encontraron los restos de varias ciudades. La capa inferior, la Troya m¨¢s antigua, fue constru¨ªda sobre la roca y era de peque?as dimensiones. La segunda era mucho mayor y estaba protegida por una muralla de cinco metros de ancho. Al descubrir, por las cenizas, que hab¨ªa sido destruida por un incendio, Schliemann crey¨® haber encontrado la Troya hom¨¦rica. "Con un gran cuchillo arranqu¨¦ el tesoro del suelo, duro como la piedra, lo que me exigi¨® un m¨¢ximo esfuerzo y a la vez era sumamente peligroso, ya que el gran muro de defensa amenazaba con caerme encin¨ªa", cuenta el arque¨®logo. Pero se equivoc¨®. La Troya de Homero no es la del segundo nivel, que existi¨® entre los a?os 2500 y 2300 antes de Jesucristo, sino la del sexto y s¨¦ptimo nivel (1700-1250 antes de Jesucristo). Las joyas, pues, no son de Pr¨ªamo, sino de alguien que vivi¨® mucho antes.
Del total de m¨¢s de 8.000 piezas que se llev¨®, las m¨¢s conocidas son las joyas que corresponden al tocado de una reina. Se trata de una diadema hecha con planchitas de oro, unidas con finos hilos del mismo metal que forman una serie de cintas para colocarse sobre la frente, dejando caer a ambos lados de la cara dos series de cintas an¨¢logas. Los pendientes est¨¢n hechos con la misma t¨¦cnica; series de bolitas de oro soldadas a una plancha, tambi¨¦n de oro, y una aguja con peque?as espirales dobles que termina en una serie de peque?os vasitos. Debi¨® gustarle mucho, pues hizo que su mujer, Sophia, se las pusiera y posara as¨ª para la eternidad.
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