Pacto social en Liliput
En el pa¨ªs de Liliput, Gulliver se despert¨® retenido en el suelo por miles de fin¨ªsimos hilos: liberado de ellos, pudo poner su fuerza al servicio del reino. As¨ª est¨¢ Espa?a, retenida en la crisis por una tupida red de restricciones de la que, liberada, podr¨ªa ponerse en pie otra vez para beneficio de todos, inclusive sus liliputienses captores. Desde que Gobierno y oposici¨®n se han dado cuenta de la gravedad de la crisis econ¨®mica, todo son exhortaciones al sacrificio, todo son apelaciones a que, como reza la manida frase, nos apretemos el cintur¨®n -se entiende, sin que los liliputienses renuncien a sus extorsiones-Mi tesis es que los espa?oles en general ya nos sacrificamos bastante en favor de diversas minor¨ªas pol¨ªticamente sobrerrepresentadas, minor¨ªas que son precisamente las causantes de la parte estructural de la crisis. La experiencia y la teor¨ªa econ¨®mica nos aseguran que la reducci¨®n del poder y las rentas de esas minor¨ªas explotadoras nos devolver¨ªan al camino de la prosperidad -y si lo hacemos bien, sin casi sacrificio para nadie-.
La imposici¨®n de una pol¨ªtica de rentas avalada por un pacto social entre Gobierno, patronal y sindicatos es el medio elegido por nuestros l¨ªderes para extraer nuevos sacrificios de la gran mayor¨ªa. Pero el mismo Banco de Espa?a, que de forma tan oscurantista ha insistido en que se combata el paro con una congelaci¨®n de salarios, admite que una pol¨ªtica de rentas es un mal sustituto de una liberaci¨®n de los mercados laborales y una reducci¨®n del gasto social.
Las pol¨ªticas de rentas hacen mucho da?o a la econom¨ªa. Nadie tiene la informaci¨®n suficiente para calcular el porcentaje ¨®ptimo de subida de cada salario. Es seguro que algunos salarios tienen que subir por encima de la inflaci¨®n y otros muy por debajo. Las colas que se forman ante las profesiones sobrepagadas, como los farmac¨¦uticos o los mineros, sirven para engrosar el paro. La limitaci¨®n de los dividendos dificulta el funcionamiento del mercado de capitales. La obligaci¨®n de las empresas de invertir en esto o aquello siguiendo indicaciones del ministerio reduce su capacidad de crecimiento.
El ¨²nico atractivo de la pol¨ªtica de rentas es que alivia temporalmente las tensiones inflacionistas sin necesidad de desmantelar el Estado corporativo. As¨ª, la patronal podr¨¢ conseguir el traslado de cotizaciones sociales a los contribuyentes de a pie, y la limitaci¨®n en el reparto de dividendos -qu¨¦ m¨¢s quieren los ejecutivos- El Gobierno obtendr¨¢ m¨¢s votos en las pr¨®ximas elecciones al librarse de tener que reformar la ley laboral y que reducir los gastos sociales, gracias al control de salarios. Los sindicatos oficialistas podr¨¢n imponer su presencia decisiva en todas las huelgas, en todas las comisiones de pol¨ªtica econ¨®mica, en todos los comit¨¦s de empresa, en todos los fondos de pensiones, todo ello con la subvenci¨®n de las empresas y el Estado.
Por ejemplo, Apolinar Rodr¨ªguez, secretario de Organizaci¨®n de UGT, hombre inteligente y expresivo, se merece sin duda un sueldo, pero no de Renfe, donde es director general in p¨¢rtibus infid¨¦lium, obispo absentista de una di¨®cesis sobrada de indulgencias aunque falta de fondos. Su situaci¨®n privilegiada, a sueldo de la empresa y no de los afiliados, es la misma que la de los numeros¨ªsimos enlaces y empleados sindicales del mundo laboral espa?ol: las empresas los liberan, les pagan un sueldo para que les hagan la contra. Hay empresas p¨²blicas que se gastan 5.000 millones de pesetas al a?o en financiar el sueldo de empleados sindicales. ?Qu¨¦ tenemos que pactar los espa?oles con ¨¦l, ? sus compa?eros similarmente paniaguados? Para que todos empecemos a respirar y prosperar, sorpr¨¦ndanse ustedes, ni siquiera tiene por qu¨¦ ser permanente la renuncia de las minor¨ªas privilegiadas -falsos parados, sindicalistas politizados, empresarios protegidos, trabajadores fijos, pensionistas prematuros, bur¨®cratas reduridantes- Estoy seguro de que mi amigo Apolinar, a quien verdaderamente aprecio, encontrar¨ªa un buen puesto. Todos nos beneficiar¨ªamos del salto de productividad nacido de una liberaci¨®n econ¨®mica.
Miremos el fen¨®meno del paro. Los trabajadores a los que la ley permite obtener indemnizaciones de despido leoninas, lo equivalente a 45 d¨ªas o m¨¢s por a?o de trabajo, no alcanzan los dos tercios de los empleados. Si sumamos un 22% de parados m¨¢s un 29% de personas en si tuaci¨®n de precariedad, es decir, con contratos temporales, de pr¨¢cticas y a tiempo parcial, obtenemos una proporci¨®n superior a la mitad de los activos. La situaci¨®n a la postre angustiosa de los parados, hayan conseguido o no alguna chapucilla, as¨ª. como el sueldo relativamente m¨¢s bajo de los temporales, se debe principalmente a la protecci¨®n legal de que gozan los per manentes: ¨¦stos trabajan menos, guardan m¨¢s d¨ªas de cama por enfermedad, resisten con m¨¢s ¨¦xito los traslados de puesto o de ciudad que los sujetos a contra tos de mercado. Cuando los sin dicatos denuncian la precarizaci¨®n, en realidad proponen en grosar las filas de parados para proteger los privilegios del n¨²mero cada vez m¨¢s peque?o de los agazapados tras el Estatuto de los Trabajadores y las ordenanzas laborales franquistas. El hecho de qu¨¦ se haya conseguido cubrir con contratos libres un tercio de los puestos de trabajo de Espa?a indica que la liberaci¨®n del mercado laboral no crear¨ªa un catastr¨®fico desempleo, como lo piensan los aconchabados, sino principalmente la reducci¨®n de ciertos salarios y el aumento de las jornadas de trabajo. No suele saberse que, por t¨¦rmino medio y descontando s¨¢bados, domingos, fiestas de guardar, vacaciones y otras prebendas, los estatutarios trabajan ?s¨®lo 17 d¨ªas y medio al mes!
Unos ejemplos del otro lado. Los productores de pl¨¢tano canario gozan de la exclusiva del mercado peninsular y nos venden a sus conciudadanos ese fruto a cuatro veces el precio mundial. Aparte de que el cultivo de pl¨¢tano es muy sediento de un agua escasa en el archipi¨¦lago, tal subsidio, as¨ª como el de paro, contribuye a fijar en las islas una poblaci¨®n joven tradicionalmente emigrante. Pero ?qu¨¦ tiene de malo probar fortuna fuera, en vez de quedarse en el pueblo amamantado por las ubres de la caridad p¨²blica?
M¨¢s generalmente, el nuevo secretario general del GATT, Peter Sutherland, ha denunciado que la protecci¨®n agr¨ªcola ha costado en 1992 a cada habitante de la Comunidad Europea 450 d¨®lares por t¨¦rmino medio, lo que para una familia de cuatro personas significa unas 260.000 pesetas anuales. Naturalmente, este, impuesto recae con m¨¢s dureza sobre los pobres, que gastan proporcionalmente m¨¢s en comida que los adinerados. El mismo car¨¢cter de protecci¨®n de una minor¨ªa de mal llamados productores tiene la otorgada a la miner¨ªa del carb¨®n en Espa?a -obreros de Hunosa y empresarios privados de miner¨ªa- El carb¨®n de Hunosa cuesta unas 33.500 pesetas por tonelada de poder cal¨®rico equivalente a la de carb¨®n norteamericano o polaco, combustible extranjero ¨¦ste que sale a unas 5.400 pesetas CIF, antes de pasar aduana. La industria el¨¦ctrica espa?ola tiene que comprar el carb¨®n a 13.550 pesetas, lo que supone buenas ganancias para los carboneros privados. Ocho mil pesetas de diferencia las paga el consumidor de electricidad, y en el caso del carb¨®n del Estado, 20.000 m¨¢s el contribuyente. No les digo lo bien que le vendr¨ªa a la industria espa?ola para competir en el mundo que la energ¨ªa que consume fuese m¨¢s barata...
La opini¨®n p¨²blica, mal ilustrada por los peri¨®dicos, entre ellos EL PA?S, reclama un pacto social y se plantea la salida de la crisis en t¨¦rminos de un toma y daca con nuestro captores. Para salir de la crisis no hay que exigir ni un solo gran sacrificio m¨¢s a los espa?oles en general, sino uno m¨¢s bien peque?o a esos liliputienses que explotan inmisericordes al resto del pa¨ªs tras la cortina de humo de "?Ni un paso atr¨¢s en las conquistas sociales!": precisamente los que se sientan en la mesa de negociaci¨®n del pacto social.
es catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Complutense.
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