?tica m¨¦dica
Por alguna raz¨®n la sociedad precisa de esc¨¢ndalos para movilizar su opini¨®n. Ha sido preciso que los m¨¦dicos de un hospital brit¨¢nico no aplicaran un tratamiento a un paciente, aunque s¨ª aplicaron un tratamiento paliativo, para que la opini¨®n publicada se llame esc¨¢ndalo. Y no es que los m¨¦dicos tomaran esta decisi¨®n por un capricho cruel o macabro, sino porque, tras rechazar otras recomendaciones sucesivamente indicadas por los mismos m¨¦dicos (abandono del tabaquismo importante), el paciente, a juicio de los sanatorios, ya no presentaba las condiciones suficientes para superar un tratamiento con unos riesgos.El National Health Service brit¨¢nico, por tantas razones similar a nuestro sistema sanitario, especialmente en problemas (limitaci¨®n de recursos, listas de espera, saturaci¨®n hospitalaria, etc¨¦tera), se ve obligado a establecer una serie de prioridades. Y aqu¨ª est¨¢ el meollo de la cuesti¨®n, porque de esas prioridades se van a derivar actitudes hechas por seres humanos, los m¨¦dicos, respecto a otros seres humanos, los pacientes. La regulaci¨®n de esta relaci¨®n entre humanos, siempre dificil -la angustia de enfermar, la urgencia frecuente-, no puede ser regulada m¨¢s que desde el punto de vista ¨¦tico.
?Pero la ¨¦tica de qui¨¦n? ?Acaso los m¨¦dicos somos los guardianes de la ¨¦tica, como se pregunta Haro Tecglen? (EL PA?S, 23 de agosto). La respuesta debe ser clara: la ¨¦tica, de cuantos m¨¢s mejor, a fin de evitar actitudes personalistas. No hay otra salida que los Comit¨¦s de Etica de los hospitales, presentes en el 70% de los centros de EE UU, a pesar de ser de gesti¨®n privada, y que los componen m¨¦dicos de la plantilla, por turno rotativo, con la presencia de un gerente que hace econ¨®micamente posibles las decisiones.
Y no es que los m¨¦dicos queramos un trato especial para poder decidir lo que es o no es ¨¦tico en nuestro trabajo. Los periodistas, por ejemplo, reclaman -o mejor claman- por autorregularse en sus noticias que afectan a alguien o a muchos en su imagen. Los m¨¦dicos -que no el sistema sanitario- debemos decidir lo que estamos dispuestos a hacer o no hacer. Es nuestra responsabilidad colegiada, no corporativa.
Los m¨¦dicos no estamos para dar con nuestro bistur¨ª o nuestra firma aquello que nos pide el paciente. Se imaginan ustedes a un drogadicto solicitando -exigiendo mejor- nuestra firma porque est¨¢ con el mono y no tiene para comprar a los camellos y rechazando a continuaci¨®n la deshabituaci¨®n? Y el m¨¦dico obligado a firmar por mor de la opini¨®n de quien a ¨¦l acude.
Nuestra actividad es la de atender con nuestros conocimientos, reconocidos por la sociedad con la titulaci¨®n, la enfermedad. Y si nuestros conocimientos nos dicen que en determinadas situaciones (fumador o lo que fuere) el riesgo de un tratamiento es razonablemente superior al beneficio esperado... no lo hacemos. P¨ªdalo quien lo pida. Recu¨¦rdese que en la Alemania nazi era el Estado, que accedi¨® al poder democr¨¢ticamente, quien con leyes perfectamente leg¨ªtimas trataba de obligar a los m¨¦dicos a pr¨¢cticas no ¨¦ticas... y algunos m¨¦dicos cayeron en la trampa legal.
En situaciones catastr¨®ficas se practica la selecci¨®n de pacientes, en orden a su viabilidad ante la imposibilidad de atender una afluencia masiva de afectados, y ello no supone el rechazo de nadie, sino simplemente una prioridad imprescindible.
Es preciso formar Comit¨¦s de ?tica en nuestros hospitales, uno a uno, que tracen normas de comportamiento asistencial habituales. Quiz¨¢ sea que en el National Health Service brit¨¢nico, por su estructura, tan similar a la nuestra, se den demasiadas veces supuestos de cat¨¢strofe. ?Aprenderemos en cabeza ajena?-
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.