?Lejos de nosotros la funesta man¨ªa de pactar?
FEDERICO DUR?NHay que tener claro, afirma el autor, que la pol¨ªtica de concertaci¨®n social es, hoy por hoy, la ¨²nica alternativa factible, para la gesti¨®n de la crisis, a una pol¨ªtica autoritaria que busca desmontar los mecanismos de solidaridad y reequilibrar las relaciones de poder.
LOS PRIMEROS compases de la negociaci¨®n del pacto social o por el empleo, han puesto de manifiesto, entre muchas otras, dos cosas que considero fundamentales: una, la magnitud y gravedad de los problemas econ¨®micos y sociales a que nos enfrentamos y las dificultades crecientes de gesti¨®n de los mismos, y otra, la importancia y variedad de las fuerzas pol¨ªticas y sociales y de las corrientes de opini¨®n a las que repugna no ya la idea del pacto social, sino la de la misma negociaci¨®n entre los poderes p¨²blicos y las organizaciones representativas de intereses econ¨®micos y sociales.Resulta, en efecto, por lo menos curioso comprobar c¨®mo hemos pasado, casi sin damos cuenta, de una situaci¨®n en la que prevalec¨ªa claramente la opini¨®n de que el pacto social era un instrumento si no imprescindible cuanto menos muy conveniente para la acci¨®n de Gobierno en la coyuntura presente, a otra en la que cada vez m¨¢s se dejan sentir los criterios contrarios al pacto y a la negociaci¨®n. Criterios que, expresados de manera directa o indirecta, tratan de conseguir la hegemon¨ªa cultural y la prevalencia indiscutida en el debate pol¨ªtico, econ¨®mico y social, y que est¨¢n a un paso de demonizar todo intento de pol¨ªtica de concertaci¨®n.
Bien es verdad que en ello han influido tambi¨¦n actitudes y torpezas t¨¢cticas de quienes han venido defendiendo la bondad y conveniencia de las pol¨ªticas de concertaci¨®n o de quienes deben ser sus protagonistas. Es l¨®gico, adem¨¢s, que con los primeros movimientos de fichas, en un tablero, como dije, muy complicado, hayan aflorado algunos nervios y se hayan podido o¨ªr algunas intemperancias. Ello ha permitido alentar al escepticismo y a las impaciencias, uno y otras enemigos casi mortales del pacto social.
En esta situaci¨®n, creo que es necesario un esfuerzo adicional para salvar el pacto. Es mucho lo que nos jugamos y no podemos caer en la trampa ideol¨®gica de las corrientes del pensamiento conservador que aprovechan cualquier resquicio para lanzar el mismo mensaje: qu¨¦ man¨ªa de pactos -que lo ¨²nico que tratan, adem¨¢s, es de encubrir la falta de ideas y de soluciones y de hacer olvidar las precedentes responsabilidades-, cuando lo que tiene que hacer el Gobierno es gobernar (que para eso ha sido elegido). Antes al contrario, hay que tener claro que la pol¨ªtica de concertaci¨®n social es hoy por hoy, la ¨²nica alternativa factible, para la gesti¨®n de la crisis, a una pol¨ªtica autoritaria que busca en ¨²ltima instancia desmontar, por una parte, los mecanismos de solidaridad que, gravando a los satisfechos (individuos y colectividades), corrigen, aunque insuficientemente, las injusticias de nuestra sociedad, y reequilibrar, por otra, las relaciones de poder (en favor, obviamente, de las fuerzas del privilegio econ¨®mico) dentro de la misma.
Y el esfuerzo para salvar el pacto, y lo que el mismo significa, tiene que tener en cuenta ante todo que por encima de las dificultades actuales y de las que inevitablemente surgir¨¢n, por encima de los errores y de los movimientos equivocados de los negociadores, por encima de las desconfianzas y aun de las descalificaciones, lo importante es: por una parte, la apuesta decidida de los poderes p¨²blicos por una pol¨ªtica de concertaci¨®n, que permita instrumentar un reparto consensuado de sacrificios. La apuesta decidida, esto es, por una reordenaci¨®n pactada de nuestro sistema de protecci¨®n social y del propio sistema productivo, huyendo de la imposici¨®n unilateral por los propios poderes p¨²blicos de las medidas que al respecto considere necesarias (y que, a falta de un mecanismo de concertaci¨®n, quedar¨ªan sin duda alguna bajo la influencia del lobbismo, lo que est¨¢ claro, aunque algunos a¨²n no lo vean, es a qui¨¦n o a qu¨¦ intereses beneficia). La pol¨¦mica en tomo a la supresi¨®n del National Economic Development Council ingl¨¦s, es suficientemente instructiva al respecto.
Por otra, el indudable ejercicio de responsabilidad que los interlocutores sociales, las grandes organizaciones representativas de intereses econ¨®micos y sociales, vienen haciendo. Ejercicio de responsabilidad que se basa en la asunci¨®n de la trascendencia en todas las piezas del sistema de relaciones laborales (perdida ya la ilusi¨®n de la existencia de variables independientes) para el sistema productivo, y en la necesidad, por tanto, de ejercer la propia autonom¨ªa teniendo en cuenta las exigencias del conjunto del mismo.
Son estos datos fundamentales los que deben orientar la reflexi¨®n y los que no deben perderse nunca de vista en el complicado proceso negociador. Sobre la base de los mismos puede salvarse el pacto, si se acierta a sortear los peligros que constantemente surgir¨¢n. Sin otra intenci¨®n, y sin otra pretensi¨®n que la de ayudar a ese proceso de reflexi¨®n, quisiera se?alar algunos de esos peligros.
Ante todo, hay que estar atentos a los cantos de sirena de aquellos que, enemigos de la pol¨ªtica concertada, plantean el falso debate de exigir a los poderes p¨²blicos que ejerzan sus propias responsabilidades, ya que a ellos corresponde (para eso han sido elegidos) gobernar. Hay que deshacer el equ¨ªvoco que sustenta estas posturas: gobernar no es s¨®lo tomar decisiones, es tambi¨¦n unir voluntades, concitar acuerdos, conseguir la aceptaci¨®n de los gobernados.
Por otra parte, es necesario refrenar o, al menos, procurar que no se manifiesten abiertamente y de manera perturbadora para la negociaci¨®n, las impaciencias, justificadas, que puedan existir. Es mejor llegar a una buena soluci¨®n a trav¨¦s de una paciente negociaci¨®n, que precipitarse en la adopci¨®n de soluciones que, por buenas que parezcan t¨¦cnicamente, carezcan de los requisitos necesarios para ser eficaces. Porque, en relaci¨®n con esto y en tercer lugar, no hay que olvidar que, algunas medidas, por bien fundadas que est¨¦n t¨¦cnicamene, sirven de poco si carecen de la aceptaci¨®n colectiva necesaria que les permite funcionar. Los t¨¦cnicos tienen que tener la modestia de comprender esto y de renunciar, cuando sea necesario, a los propios refinados modelos te¨®ricos.
En cuarto lugar, hay que evitar mezclar la discusi¨®n de medidas y reformas inmediatas, exigidas por la hora econ¨®mica presente (aunque tengan vocaci¨®n de perdurabilidad), con otras que necesariamente han de plantearse a largo plazo y que exigen, un pacto intergeneracional e incluso interterritorial. Me refiero a la reforma del sistema de pensiones: ello es algo que debe trascender a un programa pol¨ªtico y de gobierno concreto, y que exige un debate y un acuerdo muy amplio de las fuerzas pol¨ªticas y sociales. Y creo que no basta con excluir este tema de las discusiones del pacto social: su importancia y sus implicaciones exigir¨ªan quiz¨¢ el nombramiento de una comisi¨®n real que estudiara el tema al margen de la lucha partidista y que propusiera el documento de base para abordar, en el amplio debate al que me he referido, el mismo.
Por ¨²ltimo, los interlocutores sociales, con independencia y al margen de sus negociaciones con el Gobierno, deben ser capaces de dise?ar un modelo propio de relaciones (laborales) compatible con las actuales exigencias y constricciones econ¨®micas. El esperado dictamen del Consejo Econ¨®mico y Social sobre la reforma del mercado de trabajo es, sin duda, la ocasi¨®n m¨¢s propicia para la configuraci¨®n de dicho modelo.
Creo que, afrontando todos estos desaf¨ªos y superando todos estos riesgos, debe salvarse el pacto social; debe evitarse a toda costa la p¨¦rdida de las pr¨¢cticas de concertaci¨®n y la desvalorizaci¨®n de las sedes, formales o informales, de las mismas. De lo contrario, no hay m¨¢s alternativa que la del lobbismo, que puede llevamos a una din¨¢mica de ego¨ªsmos y de insolidaridades. Y si se quiebra la idea de solidaridad, terminar¨ªamos negando las bases de nuestra civilizaci¨®n y considerando que el individuo es v¨ªctima de un infortunio y, por tanto, no merece ning¨²n tipo de asistencia ni de protecci¨®n. La conciencia de los satisfechos quedar¨ªa tranquilizada, y adem¨¢s, pagar¨ªan menos, pero las bases de la revuelta social estar¨ªan ya echadas. S¨¦ que dentro de todo esto, el pacto social o por el empleo es una m¨ªnima parte, pero en ocasiones la p¨¦rdida de una m¨ªnima parte de un conjunto puede ser fatal para el mismo. Insisto: salvemos el pacto.
es presidente del Consejo Econ¨®mico Social (CES).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.