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Mi buena amiga Maruja Torres est¨¢ escandalizada, es m¨¢s, se siente estafada con la boda. La boda, claro est¨¢, es la boda del a?o, o poco menos: la boda de Ricardo y Chabeli. "Si llego a saber entonces", escribe Maruja, "que ambos [Ricardo Bofill y Serena Vergano, los padres del novio] acabar¨ªan convertidos en consuegros de Julio Iglesias e Isabel Preysler, habr¨ªa convertido el cine de arte y ensayo donde proyectaban sus engendros en una tea". ?Engendros Una historia de amor, Dante no es ¨²nicamente severo o Noche de vino tinto, por citar tres de los t¨ªtulos en que brillaba Serena Vergano?La boda, est¨¢ visto, no cae nada bien a la insobornable progres¨ªa. A m¨ª, al contrario, me cae la mar de simp¨¢tica. Entre otras razones, porque veo en ella el triunfo, triunfo p¨®stumo, de la nonna, de la abuela de Ricard¨ªn, como ella sol¨ªa llamarle. El ¨²ltimo triunfo de Mar¨ªa Levi.
Mar¨ªa Levi, fallecida har¨¢ un par o tres de a?os, esposa del arquitecto Emili Bofill Belessart, fue uno de los personajes m¨¢s fascinantes de la Barcelona de los a?os sesenta y setenta. En aquellos a?os, cualquiera que fuese o aspirase a ser alguien en la gran encisera deb¨ªa forzosamente ir a probar la pasta -?y qu¨¦ pasta!- de Mar¨ªa Levi. En las cenas que montaban en su casa Emili y Mar¨ªa, uno pod¨ªa encontrarse con Andy Warhol, con Pasolini o con Monica Vitti, y, en el peor de los casos, con Baltasar Porcel. Mar¨ªa Levi fue, en aquellos a?os, la Isabel Llorach de una inteligencia barcelonesa antifranquista, de izquierdas, que reivindicaba el mestizaje cultural y se preparaba para, en su d¨ªa, asumir el poder. Pero, en el fondo, todo aquel show de fettuccine, de polenta, de grappa, de brillant¨ªsima conversaci¨®n, no era m¨¢s que un escenario para aupar y luego reverenciar la carrera internacional del hijo, del arquitecto Ricardo Bofill. Todos los afortunados comensales de aquellas memorables cenas deb¨ªamos saber, y lo sab¨ªamos, que Ricardo era un genio. Y si alguien no lo sab¨ªa o lo pon¨ªa en duda, deb¨ªa callarse o simular que lo sab¨ªa.
Y es que en el matrimonio Bofill-Levi hab¨ªa clavada una espina: la muerte, en el mes de octubre de 1951, a los 15 a?os, del hermano mayor de Ricardo: Josep Mar¨ªa Bofill Levi. Cuando muri¨® Nino, que fue mi amigo de infancia, como lo fue Ricardo, y al que recuerdo ley¨¦ndome, en italiano, el Cuore de Edimondo de Amicis y mostr¨¢ndome sus perfectas maquetas de edificios hist¨®ricos, hechas con l¨¢minas de corcho que le compraba su padre, Mar¨ªa decidi¨® volcarse sobre el peque?o. Ricardo triunfar¨ªa, ser¨ªa genial. Y as¨ª ha sido, en gran parte gracias a Mar¨ªa.
Pero no acaba aqu¨ª la cosa. Preguntado Ricard¨ªn sobre qu¨¦ le sedujo m¨¢s de Chabeli, el novio responde: "Los ojos. Cuando la vi por primera vez pens¨¦ que era la reencarnaci¨®n de mi abuela".
De ah¨ª mi afirmaci¨®n: esa boda es el ¨²ltimo triunfo de la nonna. ?Bravo, Mar¨ªa! Me recriminabas mi falta de ambici¨®n, pero es que lo tuyo era, es, demasiado fuerte. Lo tuyo, Mar¨ªa, es seguir reinando despu¨¦s de morir.
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