Todo el mundo esconde un viejo en el armario
Lo de tener un cad¨¢ver en el armario es una cosa normal; no se sabe de nadie que haya logrado librarse de ese pecado. El cad¨¢ver en el armario viene a ser como la culpa original: que nace ya casi con la familia misma o con el piso. Se trata, en fin de una costumbre tan extendida que yo propondr¨ªa que las casas se entregaran con un muerto en el armario empotrado del pasillo para que la gente, al mudarse, no tuviera que andar exhumando restos que cuanto m¨¢s se mueven peor olor producen.En ese sentido, Pinto Font¨¢n es un constructor de vanguardia, pues no hay edificio en el que haya puesto las manos donde no se encuentre un cad¨¢ver (a veces siete). El ¨²ltimo, por cierto, el de un tal Mart¨ªn Artajo, que no s¨¦ de qu¨¦ me suena ese apellido, el arquitecto que firm¨® en falso el final de las obras de Las Terrazas de Aravaca para que el pobre G¨®mez Pinto pudiera cobrar las heces de un cr¨¦dito de 3.058 millones de pesetas de Cajamadrid. El tal Mart¨ªn Artajo de Pillos dice inocentemente que Pinto G¨®mez le pidi¨® por favor que firmara, que anda ba sin un duro, para poder cobrar, ya digo, y como Mart¨ªn Artajo de Pillos por un amigo hace lo que sea, estamp¨® su firma falsificando, me parece, un documento. Por eso ahora est¨¢ cad¨¢ver, porque ya no le van a pedir m¨¢s firmas de esas que valen una pasta, aunque a lo mejor le nombran algo, que me parece que a Mohedano, otro cad¨¢ver de don Jos¨¦ Luis Font¨¢n, le han hecho ahora portavoz de una cosa que seg¨²n Solchaga es poco relevante y, por tanto, puede ejercerla cual quiera, incluso un asesor de Pinto P¨®mez o as¨ª. De manera que no se desanime el se?or Artajo de Pillos. Esc¨®ndase una temporada y enseguida a firmar de nuevo lo que sea y a llevarse una pasta. Pero a lo que iba, que me he desviado. Es que la costumbre ¨¦sta del cad¨¢ver en el armario est¨¢ perdiendo vigencia, y ahora mucha gente, en lugar de tener un muerto, tiene un viejo o dos, seg¨²n, o cinco viejas, como un armario que descubrieron la semana pasada en un piso de Fuenlabrada, en el que hab¨ªa cinco abuelas, ya digo, de m¨¢s de ochenta a?os en plan de residencia de ancianos clandestina y tal. Una de ellas, seg¨²n este papel, lleg¨® all¨ª creyendo que se trataba de una pensi¨®n y la atrap¨® el lobo, de nombre Jos¨¦ Luis Barrios, militar retirado, que la escondi¨® enseguida dentro del armario.Pues eso, que los viejos con cartilla de ahorros son m¨¢s rentables que los muertos. Un viejo o dos, o cinco, en el armario es como tener una despensa de la que un d¨ªa coges una punta de jam¨®n y otro cortas un trozo de panceta. O O sea, que les vas arrancando los ahorros poco a poco, como si fueran honorarios, y de ese modo duran m¨¢s. Con los abuelos hay que comportarse con la astucia de ese tibur¨®n de Va lencia que le arranc¨® cinco dedos a un jubilado. A lo mejor se lo pod¨ªa haber comido entero, pero se te acaba enseguida. Jos¨¦ Luis Barrios y se?ora utilizaban los ahorros de sus cinco ancianas clandestinas con la prudencia con que se usaba en otros tiempos el hueso del cocido: o sea, que lo sacabas para continuar extray¨¦ndole la sustancia al d¨ªa siguiente. Cuando se desustanciaba del todo, lo enterrabas, sin que te viera nadie, en el tiesto de los geranios, que tambi¨¦n tienen derecho.
Dice un vecino de Jos¨¦ Luis Barrios que una madrugada, hace tres a?os, vio un coche f¨²nebre en la puerta de la residencia secreta y al poco comprob¨® que sacaban clandestinamente un ata¨²d. Seguramente iba dentro un viejo cuya cartilla de ahorros hab¨ªa perdido la sus tancia. En fin, pues eso, que en Madrid todo el mundo tiene un viejo en el armario, as¨ª que Font¨¢n G¨®mez deber¨ªa tomar nota para hacerlos m¨¢s grandes, que los viejos, aunque poco, se mueven. Si tiene alg¨²n problema, Mohedano se lo arregla enseguida, que ahora, con la portavoc¨ªa, est¨¢ muy bien relacionado. Qu¨¦ mundo.
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