Banja Luka, ciudad sin ley
Milicianos serbios armados atemorizan, cada noche a la poblacion musulmana para provocar su huida MIRJANA TOMIC Banja Luka
Las noches en Banja Luka son temibles. En ausencia de iluminaci¨®n p¨²blica, la poblaci¨®n se retira a sus casas al anochecer. Soldados y criminales, armados hasta los dientes, sobrios o ebrios, se apoderan de la oscuridad. La poblaci¨®n musulmana, todav¨ªa numerosa a pesar del ¨¦xodo continuo de la ciudad m¨¢s grande bajo control serbio en Bosnia, aguarda con terror la noche, que es cuando comienzan las llamadas telef¨®nicas amenazadoras con una sola pregunta: "?Cu¨¢ndo te vas?". Circulan las temibles camionetas sin matr¨ªcula cargadas de uniformados que irrumpen en las casas dando palizas a sus due?os."Los vecinos nos juntamos para dormir", dice Muharema, residente en el suburbio musulm¨¢n Seher, a pocos kil¨®metros de Banja Luka, donde s¨®lo permanecen los ancianos. "Vend¨ª todo lo de la casa para pagar el viaje de mis hijos a Suecia. A m¨ª, que me maten; no tengo d¨®nde ir ni dinero para pagar el pasaje dice Muharema. En una sola noche, la semana pasada, los hombres de uniforme irrumpieron en siete casas en Seher: en algunas robaron hasta la comida. La polic¨ªa "no tuvo gasolina para venir", recuerda Muharema.
Vender muebles, ropa de tiempos mejores, televisores o aparatos dom¨¦sticos se ha convertido en la principal fuente de ingresos para los musulmanes expulsados y para los serbios empobrecidos: as¨ª se pagan los servicios de las agencias que ayudan a los viajes a Escandinavia o consiguen el dinero para sobrevivir. Los musulmanes, temerosos, suelen pedir ayuda a sus amigos serbios para sacar los art¨ªculos a la venta, pues si les reconocen como musulmanes en el mercado, les empiezan a golpear o simplemente, les rompen la mercanc¨ªa.
Las autoridades serbias en Banja Luka, ciudad donde no hubo guerra y contaba con 190.000 habitantes seg¨²n el censo de 1991, de los cuales un 54% eran serbios, un 14,9% musulmanes, otro 15% croatas y el resto se declaraban yugoslavos, no invitan oficialmente a la limpieza ¨¦tnica. M¨¢s de 70.000 musulmanes, croatas y serbios -en su mayor¨ªa profesionales y econ¨®micamente pr¨®speros-abandonaron el mayor centro econ¨®mico e industrial del futuro Estado serbio en Bosnia. A pesar del ¨¦xodo, permanecieron entre 10.000 y 15.000 no serbios en la ciudad, seg¨²n datos de la Cruz Roja internacional.
"No quise irme", dice Sanda, de madre serbia y padre musulm¨¢n. "Nadie pod¨ªa obligarme a abandonar mi ciudad". Sin embargo, Sanda, por musulmana, perdi¨® su trabajo de psic¨®loga; por musulmana, est¨¢ a punto de perder la casa obtenida de la f¨¢brica donde su padre trabaj¨® m¨¢s de 30 a?os. "Nadie me ha amenazado, f¨ªsicamente", dice Sanda, pero "los musulmanes no tienen futuro aqu¨ª, con o sin el plan de paz. Ni siquiera cuentan con nosotros. Radovan Karadzic invita s¨®lo a los serbios a volver a Bosnia y ocupar los puestos de trabajo vacantes" . Es dif¨ªcil encontrar a un musulm¨¢n trabajando en Banja Luka. Fueron despedidos bajo diferentes excusas. Basta que un var¨®n de la familia haya rehusado luchar en el Ej¨¦rcito serbio para que todos los miembros pierdan su trabajo. Aun los musulmanes que respondieron a la movilizaci¨®n tienen problemas: los oficiales serbios no conf¨ªan en su eficiencia. Suelen devolverlos a casa o mandarles a limpiar tejados y calles. "Prefiero a un director serbio incapaz antes que uno de ellos", dice categ¨®rico Radoslav Brdjanin, miembro destacado del Partido Democr¨¢tico Serbio de Radovan Karadzic.
"Yo no me voy. Soy optimista", afirma Mehmed, due?o de una pizzer¨ªa cerrada. "Nunca salgo de mi casa, en espera de tiempos inejores". Permanecer en casa y esperar tiempos mejores -tal vez el acuerdo de paz- no garantiza la seguridad f¨ªsica y material. F¨¢bricas y empresas confiscan las casas a sus empleados musulmanes despedidos. Las autoridades municipales decretaron la ley de la racionalizaci¨®n de la vivienda: unos 20 metros cuadrados por persona. Quien tiene m¨¢s, debe abandonar la casa.
La mayor parte de la gente no se queja. "Hay que callarse mientras dure la guerra opina Emina, profesora de Qu¨ªmica despedida. "Prometieron mucho a los soldados serbios en el frente. Ahora, cuando ellos exigen sus casas y dinero, no tienen nada que darles. La industria est¨¢ parada. No hay trabajo. Arrebatan la propiedad a uno para d¨¢rsela a otros", explica Emina.
El ¨¦xodo de los intelectuales es, seg¨²n ella, el motivo de la ausencia de cualquier organizaci¨®n local que vele por el respeto de los derechos humanos. "Es la primera vez que trabajo en un sitio donde no hay una organizaci¨®n que luche por los derechos humanos. Las hubo en El Salvador y Uganda", dice Sophie Graven, delegada de la Cruz Roja internacional.
Ya no se producen nuevos matrimonios ¨¦tnicamente mixtos en Banja Luka: las autoridades desmienten que est¨¦ prohibido; sin embargo, nadie enamorado de un miembro de otra etnia se atrever¨ªa a ir al registro civil.
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