Vistazos
El lenguaje (I). El lago de Cartagena de Indias estaba vivo y feliz cuando los t¨¦cnicos vinieron a salvarlo. Entonces se puso en pr¨¢ctica el Plan de Rehabilitaci¨®n y Dignificaci¨®n. Los arroyos que nutr¨ªan el lago se convirtieron en ca?os de cemento que conducen mierda y basura, y ahora el lago est¨¢ moribundo.
El lenguaje (II). Los pobres se llaman carentes o carenciados. La expulsi¨®n de los ni?os pobres se llama deserci¨®n escolar. Los criminales que no son pobres se llaman psic¨®patas. Los pa¨ªses pobres son pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Para decir ciegos, se dice no videntes. Un negro es un hombre de color. En lugar de dictadura se dice proceso, y las torturas se llaman apremios ilegales. No se dice muerte, sino desaparici¨®n f¨ªsica. Donde dice larga y penosa enfermedad debe leerse c¨¢ncer o sida; repentina dolencia significa infarto. Los muertos por bombardeos ya no son muertos: son da?os colaterales. No se dice capitalismo, sino econom¨ªa de mercado. A la ley de la ciudad la llaman ley de la selva.
El arte del buen Gobierno. El 12 de febrero de 1992, los diarios brasile?os publicaron la noticia. Inundaciones en Minas Gerais. El desborde del r¨ªo San Francisco dej¨® 50.000 personas sin casa. Las v¨ªctimas reclamaron techo, ropa y comida. El Gobierno les envi¨® 2.000 cajitas de Valium.
El desarrollo. El puente sin r¨ªo.
La enceradora el¨¦ctrica en piso de tierra.
Altas fachadas de edificios sin nada detr¨¢s.
El jardinero riega el c¨¦sped de pl¨¢stico.
La escalera mec¨¢nica conduce a ninguna parte.
La autopista nos permite conocer los lugares que la autopista aniquil¨®.
La pantalla de la televisi¨®n nos muestra un televisor que contiene otro televisor, dentro del cual hay un televisor.
El para¨ªso. Si nos portamos bien, est¨¢ prometido, seremos todos iguales, sin distinci¨®n de raza, color, sexo, idioma, religi¨®n ni opini¨®n. Todos veremos las mismas im¨¢genes, y escucharemos los mismos sonidos, y vestiremos las mismas ropas, y comeremos la misma comida, y estaremos solos de la misma soledad dentro de casas iguales en barrios iguales de ciudades iguales donde respiraremos la misma basura, y seremos conducidos por los mismos autom¨®viles, y programados por las mismas computadoras, en un mundo que ser¨¢ maravilloso para todo lo que no tenga piernas ni patas ni alas ni ra¨ªces.
Nosotros. Dicen que hemos faltado a nuestra cita con la historia, y hay que reconocer que nosotros llegamos tarde a todas las citas.
Tampoco hemos podido tomar el poder, y la verdad es que siempre nos perdemos por el camino o nos equivocamos de direcci¨®n, y despu¨¦s nos echamos un largo discurso sobre el tema.
Los latinoamericanos tenemos una jodida fama de charlatanes, vagabundos, buscabroncas, calentones y fiesteros, que por algo ser¨¢. Nos han ense?ado que, por ley del mercado, lo que no tiene precio no tiene valor, y sabemos que nuestra cotizaci¨®n no es muy alta. Sin embargo, nuestro fino olfato para los negocios nos hace pagar por todo lo que vendemos y nos permite comprar todos los espejos que nos traicionan la cara.
Llevamos 500 a?os aprendiendo a odiarnos entre nosotros y trabajar con alma y vida por nuestra propia perdici¨®n, y en eso estamos; pero todav¨ªa no hemos podido corregir nuestra porfiada costumbre de abrazos, nuestra man¨ªa de andar so?ando despiertos y choc¨¢ndonos con todo, y cierta tendencia a la resurrecci¨®n inexplicable.
es escritor uruguayo.
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