Sobre la uni¨®n europea
Dos sondeos lo confirman: si los franceses votaran hoy, la mayor¨ªa dir¨ªa "no" a los acuerdos de Maastricht. Europa se desintegra lentamente en la mente de los franceses. La inercia del Consejo Europeo ante el desmembramiento de Bosnia, la implosi¨®n del sistema monetario, la oleada de protestas de los campesinos y, ahora, la defensa un¨¢nime de "la excepci¨®n cultural" (para apartar las "obras del esp¨ªritu". del ¨¢mbito de negociaciones del GATT) se conjugan para poner en el banquillo a las instituciones de Bruselas. Es posible que los europe¨ªstas convencidos, de derecha y de izquierda, que se serv¨ªan de esta Europa tan cruel con los pobres para teorizar su impotencia frente al paro, pronto acaben convirtiendo a los parados en su chivo expiatorio.Ha habido otros momentos cr¨ªticos. La Europa unida es maniaco-depresiva. Tiene altibajos porque el camino es largo, nos dicen, y 40 a?os son muy pocos para remediar 400 a?os de ego¨ªsmos nacionales. Se puede hacer dos lecturas de estos tristes episodios: meros pasos en falso en el camino hacia una ineludible uni¨®n econ¨®mica, monetaria y, alg¨²n d¨ªa, pol¨ªtica, o bien s¨ªntomas que ponen de manifiesto un atolladero hist¨®rico. En suma, ?se trata del inicio del fin o del fin de los inicios de la Europa unida?
Los optimistas de la Comunidad sostienen que todo es cuesti¨®n de tiempo, pero que vamos por buen camino. Dicen que nuestra manera de pensar y de coexistir no est¨¢ a¨²n a la altura de los nuevos razonamientos econ¨®micos. Como la mentalidad de la gente sigue estando desfasada con respecto a la realidad, hay que dar a la opini¨®n p¨²blica medios y tiempo para que llegue a las ¨¦lites dirigentes. Europa ha sido hasta ahora un hecho tecnocr¨¢tico impuesto desde arriba por unos cuantos "d¨¦spotas ilustrados"; de ahora en adelante se trata de convertirla en un hecho democr¨¢tico, inventando un verdadero espacio p¨²blico com¨²n a todos. Por lo tanto, ma?ana ser¨¢ mejor que hoy. Seg¨²n ellos, lo que hay que hacer con esta construcci¨®n europea es perfeccionarla. Otros, entre los que me cuento, piensan que lo que hay que hacer es reconsiderarla. De cabo a rabo.
Ninguna instituci¨®n est¨¢ ligada de por vida a las condiciones de su nacimiento. Y adem¨¢s las condiciones hist¨®ricas que llevaron a los supervivientes de la II Guerra Mundial a pretender algo m¨¢s que un cl¨¢sico "consenso europeo" han cambiado fundamentalmente. Todas las posguerras dan lugar a proyectos de federaci¨®n, mundial y europea. Pero la posguerra ha terminado, y la guerra fr¨ªa tambi¨¦n. Esta Europa se construy¨® en "contra": contra el Este y contra el comunismo. La ca¨ªda del comunismo la ha privado de su primera raz¨®n de ser estrat¨¦gica. El eje de contenci¨®n ya no es Este-Oeste, sino Norte-Sur. Estados Unidos, que necesitaba esta uni¨®n como un mal menor porque era su primera l¨ªnea de defensa, tiene hoy que deshacer "la fortaleza Europa" apoy¨¢ndose en el primo brit¨¢nico, el eterno caballo de Troya. La barrera antiestalinista se ha convertido en un obst¨¢culo para su propio "imperio", que exige un mercado mundial homog¨¦neo y ¨²nico. Lo que explica que los primeros perseguidos hayan sido las subvenciones y las cuotas. Un conglomerado de l¨ªmites inciertos, tribal por dentro y d¨®cil por fuera, basta para el libre intercambio, es decir, para la ley del m¨¢s fuerte, y no amenaza el control pol¨ªtico de las crisis por parte de la pax americana.
La ampliaci¨®n de la Comunidad a Suiza, Suecia, Austria y despu¨¦s a los pa¨ªses de Europa central no puede causar perjuicio a Estados Unidos, porque no augura precisamente un fortalecimiento de la cohesi¨®n europea. Aumentar¨¢ las divisiones, diluir¨¢ las responsabilidades y har¨¢ que la toma de decisiones en com¨²n sea infinitamente problem¨¢tica. Una Europa a 12 es pol¨ªticamente impotente. Una Europa a 20 podr¨ªa no ser m¨¢s que un agrupamiento regional meramente formal.
Est¨¢ claro que Francia y Alemania no llegar¨¢n juntas a viejas, aunque el divorcio no se haya anunciado oficialmente. Ahora bien, el eje Par¨ªs-Bonn fue el motor de la construcci¨®n europea. El contrato de matrimonio propuesto en 1958 por De Gaulle y Adenauer -"para m¨ª el liderazgo pol¨ªtico y militar, para vosotros la supremac¨ªa financiera y econ¨®mica"- se ha vuelto obsoleto debido a un desequilibrio excesivo. El "poder de disuasi¨®n" pesa cada vez menos en la balanza, y el marco cada vez m¨¢s. Alemania ya no necesita realmente a Francia ni la legitimidad europea, porque ha alcanzado sus objetivos nacionales y regresa a su ¨¢rea natural de influencia: la Mitteleuropa.
Estos cambios de la balanza no explican por s¨ª solos la crisis. Puede que la Europa federal sea una falsa buena idea, tan atractiva como retr¨®grada en sus principios. Reconsiderar Europa no es una tarea burocr¨¢tica, sino filos¨®fica. Implica una modificaci¨®n de nuestras concepciones lineales y mec¨¢nicas del espacio y el tiempo heredadas del siglo XIX. Se pensaba que despu¨¦s de la ¨¦poca municipal ven¨ªa la ¨¦poca de las provincias, despu¨¦s la de las naciones y, por ¨²ltimo, la de los planetas. Por lo tanto, una Europa supranacional -modernidad, porvenir, progreso-, y unas naciones infraeuropeas -apego al pasado, pusilanimidad, reticencia-. La uni¨®n econ¨®mica triunfar¨¢ sobre los viejos demonios pol¨ªticos que atormentan a la humanidad: identidades, culturas y tradiciones locales.
Hoy sabemos que el tiempo hist¨®rico no respeta la vieja f¨¢bula de los antiguos y los modernos, y que no hay un juego de suma cero entre lo cerrado y lo abierto. La ret¨®rica que opone nacionalismo y mundialismo se deriva de una idea simplista, ya que ambos pueden muy bien desarrollarse juntos, el uno por el otro. Cuanto m¨¢s se globaliza nuestro espacio econ¨®mico, m¨¢s se balcaniza nuestro espacio pol¨ªtico. Y cuanto m¨¢s se modernizan las herramientas, m¨¢s se arca¨ªzan sus usuarios. Buscan en su pasado, su suelo y sus mitos las antiguas pertenencias que tanto la alta tecnolog¨ªa como los movimientos de capital y de im¨¢genes les han hecho perder. Los dirigentes islamistas, por ejemplo, proceden m¨¢s de facultades de ciencias que de letras. Al¨¢ y los ordenadores se entienden de maravilla. Jap¨®n, tribu global, est¨¢ presente en todo el universo, en primera l¨ªnea del progreso t¨¦cnico, porque ha sabido conservar una identidad cultural casi medieval.
Cierto ideal de unidad europea remite a una noci¨®n muy estrecha de la relaci¨®n entre lo particular y lo universal. Occidente suele entenderla como un espacio homog¨¦neo sometido en su totalidad a una misma ley; es la definici¨®n imperialista del universalismo. El ingl¨¦s es el idioma oficial, las im¨¢genes de Hollywood ocupan todas las televisiones de Europa, la OTAN impone sus decisiones estrat¨¦gicas a 20 Estados, y las reglas de Bruselas se imponen desde el Cabo Norte hasta Sevilla. Pero hay otro universal, mil veces m¨¢s productivo e interesante, m¨¢s arcaico en un sentido y m¨¢s innovador en otro: una red en la que, como dice Michel Serres, todas las singularidades se mantienen y est¨¢n interconectadas. Cada naci¨®n de Europa, cada idioma, cada cultura, ofrece una concepci¨®n de Europa en su conjunto. ?sta perder¨ªa su identidad, e incluso todo su inter¨¦s a ojos de los propios europeos, si les impidiera ser ante todo espa?oles, alemanes, franceses o checos. En tal caso, la vieja Europa de las naciones no quedar¨ªa detr¨¢s, sino delante de nosotros.
es escritor franc¨¦s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.