Tres noches de Heidegger
La reciente escaramuza period¨ªstica en torno a Heidegger -Vargas Llosa, Duque y Savater fueron sus agonistas- ha incidido sobre m¨ª cuando acababa de dar a la imprenta el texto de un libro en el que la persona y la obra de Heidegger dan tema a uno de sus cap¨ªtulos. Aceptando sin reservas el punto de vista de Hugo Ott, que Vargas Llosa y Savater comparten (admitir como hecho incontrovertible la resuelta adscripci¨®n del fil¨®sofo al nacionalsocialismo), pero sin incurrir en la err¨®nea desmesura de Farias (afirmar que la filosof¨ªa de Heldegger no es sino una velada sublimaci¨®n mental de la ideolog¨ªa nacionalsocialista), pienso que acaso no sea period¨ªsticamente inoportuna la rememoraci¨®n de las tres vivencias de la noche que a lo largo de su vida experiment¨® y expres¨® el tan genial corno discutido pensador.Primera noche: julio de 1911. El joven Heidegger, filos¨®fica y teol¨®gicamente formado en el rigor de la tradici¨®n escol¨¢stica, siente que la noche despierta en ¨¦l una secreta vocaci¨®n po¨¦tica, y escribe: "Noches de Julio. / Cantos de eternidad / me cantas de nuevo. / Me sumes en infinitudes cercanas a Dios. / Noche de julio, / maga, artista, / que apaga la nostalgia del hogar. / Una acerba pregunta se estremece: / Felicidad: ?es acaso lamento / el nombre de tu amado?". Como sus compatriotas Kant y Schleiermacher, como Ignacio de Loyola, hasta entonces su gu¨ªa espiritual, el joven fil¨®sofo siente dentro de s¨ª que el espect¨¢culo de la noche estrellada pone a su alma en camino hacia Dios.
La segunda noche viene a las mientes de Heidegger en 1953, como met¨¢fora id¨®nea para describir lo que puede ser, lo que va a ser nuestro planeta si prosigue su avance la tecnificaci¨®n de la vida impuesta por la mentalidad del hombre moderno. La t¨¦cnica moderna, piensa Heidegger, ya en su plenitud como fil¨®sofo, habr¨ªa sido una consecuencia pr¨¢ctica del lamentable giro que en la concepci¨®n del conocimiento inici¨® Descartes; se conoce el mundo como representaci¨®n mental de su realidad para, apoyada la inteligencia en esa representaci¨®n, dominarlo y utilizarlo. Las dos m¨¢s altas virtualidades de la mente humana, la contemplaci¨®n filos¨®fica y la expresi¨®n po¨¦tica de esa realidad seg¨²n su ser, no seg¨²n sus potencialidades energ¨¦ticas, quedan as¨ª coartadas, si no abolidas. Y como adusto augur concluye el fil¨®sofo: "Con el d¨ªa de la t¨¦cnica, que no es sino la noche hecha d¨ªa, un invierno sin fin nos amenaza a los hombres". A diferencia de aquella noche real que acercaba a Dios, esta noche metaf¨®rica obtura las dos v¨ªas que nos conducen a Dios desde el mundo.
Entretanto, el piadoso joven de 1911 ha abandonado formalmente el catolicismo -"El sistema del catolicismo me resulta problem¨¢tico e inaceptable", escribir¨¢ en 1919 a su amigo el sacerdote Engelbert Krebs- y ha descubierto, tal es la tesis fundamental de Sein und Zeit, que la existencia humana s¨®lo se hace aut¨¦ntica cuando se instala ante su constitutiva posibilidad de no-ser a trav¨¦s del temple del ¨¢nimo m¨¢s id¨®neo para llegar a ese descubrimiento, la angustia.
Pero a la vez que advierte el soberano peligro de la t¨¦cnica para un ejercicio ¨®ptimo de la condici¨®n humana, ha ido viendo que la b¨²squeda del sentido del ser puede conducir, debe conducir a un temple del ¨¢nimo que no es la angustia, sino la serenidad (la Gelassenheit, t¨¦rmino alem¨¢n que puede ser simult¨¢neamente traducido por desasimiento y serenidad). En su mente se ha producido un giro, el conducente al "¨²ltimo Heidegger", cuyos primeros testimonios, en lo que a este tema se refiere, datan de 1955. Serenidad: el temple del ¨¢nimo nacido cuando se descubre no la posibilidad de la nada, sino la realidad de un misterio, porque misterio es que el fundamento de lo real pueda ser tanto posibilidad de nada como posibilidad de algo.
Publicado en 1959, el op¨²sculo Gelassenheit contiene el texto de un discurso ante los vecinos de Messkirch, pueblo natal de Heidegger, en el que el fil¨®sofo expone su idea de la serenidad y un fingido coloquio entre un investigador, un profesor y un erudito, fil¨®sofos los tres, acerca del sentido que la palabra Gelassenheit debe tener para ellos. Est¨¢n en el campo, y mientras los tres van comunic¨¢ndose sus respectivas sutilezas ling¨¹¨ªsticas y mentales, cae la noche.
Es la tercera noche de Heidegger. Los tres dialogantes viven com¨²nmente el espect¨¢culo del firmamento estrellado, y el coloquio termina con la sucesi¨®n de las frases, todas conexas entre s¨ª, que la augusta realidad de la b¨®veda celeste va suscitando en ellos. ?stas son: "El camino nos ha guiado en lo profundo de la noche... / que brilla cada vez m¨¢s hermosa... / sobrepasando en asombro a las estrellas... / porque en el cielo aproxima sus lejan¨ªas... / al menos para el observador ingenuo, no para el investigador exacto. / Para el ni?o que hay en el hombre, la noche sigue siendo la costurera de las estrellas, al aproximarlas entre s¨ª. / Las junta sin ribete, sin costura y sin hilo. / Porque s¨®lo trabaja con la proximidad, las aproxima. / En el supuesto de que alguna vez trabaje, y no m¨¢s bien descanse... / asombr¨¢ndose de las profundidades a que lleva la altura. / En tal caso, ?podr¨¢ el asombro abrir lo cerrado? / S¨ª: por el modo de estar a la espera ... / si ¨¦sta es espera serena ... / y el ser humano sigue siendo adecuado a aquello... / desde donde estamos siendo llamados". En otros t¨¦rminos: si los hombres somos fieles a nuestra m¨¢s profunda vocaci¨®n -nuestra vocaci¨®n de hombres-, sabremos esperar con asombro y serenidad que se nos abra el fundamento secreto de la realidad, ¨¦se que otorga sentido al ser. El camino desde posibilidad de nada hasta la posibilidad de algo como horizonte ¨²ltimo de la existencia, ha sido largo, pero no vano.
Como pensador y como alem¨¢n, Heidegger -igual que tantos otros germanos eminentes, antes y despu¨¦s de la guerra de 1914- fue nacionalista, y seg¨²n este presupuesto concibi¨® filos¨®ficamente la historicidad de la existencia en las p¨¢ginas de Sein und Zeit. Este nacionalismo todav¨ªa no hitleriano le llev¨® sin rodeos al nacionalsocialismo cuando en 1933 se vio a s¨ª mismo como supremo art¨ªfice de la gran universidad alemana que iba a ser faro intelectual de la gran Europa que Hitler so?aba. Fracas¨®, y en 1934 dej¨® el rectorado de Friburgo. ?Revis¨®, para arrepentirse de ello, su conducta de los dos a?os anteriores? ?ntimamente y en alguna medida, tal vez. De manera ¨¦ticamente satisfactoria, en modo alguno. Hasta 1945 sigui¨® ostentando la cruz gamada y pagando su cuota de militante del partido nacionalsocialista. Y aun cuando la historia ulterior a 1945 provocara en ¨¦l algunos gestos de arrepentimiento, nadie podr¨¢ considerarlos suficientes si quiere juzgarlos con cierta exigencia moral.
Pero algo le ro¨ªa desde 1934 en el seno de su intimidad de hombre y fil¨®sofo. En 1935 dec¨ªa a Jaspers, discrepante de ¨¦l, pero amigo suyo, que llevaba dentro de s¨ª dos problemas no resueltos: "la discusi¨®n con mis or¨ªgenes" (esto es, su ruptura intelectual con el cristianismo) "y mi fracaso en el rectorado" (es decir, su paso por el nacionalsocialismo). La tercera de sus noches hac¨ªa patente un giro en su actitud ante el primero de esos problemas. Respecto a su debate intelectual y moral con el segundo, muri¨® sin haber dicho lo que, a juicio de muchos, yo entre ellos, habr¨ªa debido decir.
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