"Por aqu¨ª, cari?o"
Enormes colas en Harrod's para conseguir la firma de lady Thatcher en sus memorias
Ni siquiera por rebajas se hab¨ªa visto una cola de tales caracter¨ªsticas: daba dos vueltas a la librer¨ªa, segu¨ªa por donde la secci¨®n de ropa de cama y llegaba hasta la calle. M¨¢s de un turista opt¨® ayer por no visitar Harrod's, los famosos almacenes de Knightsbridge, en Londres, en vista de la situaci¨®n: polic¨ªa en todas partes, registros en cada puerta y fot¨®grafos encaramados sobre las estanter¨ªas. No era para menos.La ex primera ministra Margaret Thatcher, ahora lady Thatcher, se estrenaba como autora de ¨¦xito firmando ejemplares de su libro de memorias, Los a?os de Downing Street, que ayer comenz¨® a ponerse a la venta.
A juzgar por la aglomeraci¨®n en Harrod's, las memorias de lady Thatcher pueden convertirse en uno de los grandes ¨¦xitos editoriales del a?o. Decenas de personas, fidel¨ªsimos thatcheristas en su gran mayor¨ªa, pasaron la noche en vela, junto a la puerta de los almacenes, para ocupar un buen sitio en la cola. Comparadas con tal sacrificio, las 25 libras que costaba el libro, casi 5.000 pesetas al cambio, eran poco m¨¢s que simple calderilla.
El primer afortunado en comparecer ante la presencia de la se?ora, un caballero de 28 a?os llamado Steven Logan, se defini¨® como "un gran admirador" de lady Thatcher y "un producto del thatcherismo". Logan vive en Whitechapel, una zona deprimida al este de Londres. El catecismo econ¨®mico thatcherista cambi¨® su vida.
"Empec¨¦ a admirarla en 1982, durante la guerra contra Argentina en las Malvinas, por su manera de actuar", explic¨®. "Entonces decid¨ª seguir sus consejos y me establec¨ª por mi cuenta", a?adi¨® el devoto comprador.
Logan dio la espalda a la monoton¨ªa de un salario fijo y mont¨® su propio negocio unipersonal, que, si bien modesto, ha sobrevivido ya a dos recesiones: "Limpio oficinas y me gano razonablemente la vida; a mi manera, he tenido ¨¦xito", confes¨® a un grupo de periodistas.
A la hora de la verdad, Logan temblaba como una hoja. Lady Thatcher acababa de aparecer por un lateral de la sala de los lujosos grandes almacenes, vestida de azul p¨¢lido y con un torbellino de c¨¢maras a su alrededor. La ex primera ministra se sent¨® a la mesa, empu?¨® la pluma de un zarpazo y se qued¨® mirando al pobre hombre. Falto de sue?o, consumido por los nervios, el animoso emprendedor de Whitechapel hizo lo que era de esperar: quedarse paralizado.
Lady Thatcher, acostumbrada a causar terror incluso entre sus antiguos ministros durante sus 11 a?os en el poder, se hizo cargo de la situaci¨®n. "Por aqu¨ª, cari?o", le indic¨®, con una sonrisa propia de jornada electoral. "Ahora ac¨¦rcate. ?C¨®mo te llarnas?" "S-s-s-steven".
"?Steven? ?Con v? Muy bien". Abri¨® uno de los ejemplares y escribi¨®, con grandes letras: "Para Steven, de Margaret
Thatcher". "Ya est¨¢, much¨ªsimas gracias". Y un alma piadosa se llev¨® del brazo a Steven Logan, a¨²n pasmado, a que le envolvieran el libro de memorias autografiado.
Las dos horas concertadas con lady Thatcher resultaron insuficientes. Cuando vino a buscarla su marido, Dennis, con prisas porque hab¨ªa que descubrir un retrato de la se?ora en la Sociedad de Bellas Artes, la cola de compradores a¨²n llegaba hasta la calle.
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