La California rumana
El capitalismo hace furor en Transfivania, mientras la miseria sigue reinando en el resto del pa¨ªs balc¨¢nico
No es exactamente la elegancia lo que llama la atenci¨®n en la ciudad rumana de Cluj en estos d¨ªas de suave oto?o que goza Transilvania. Es algo m¨¢s raro a¨²n en esta regi¨®n septentrional de Rumania, quiz¨¢ m¨¢s castigada que otras durante el extinto r¨¦gimen de Ceaucescu por haber conocido en el lejano pasado ¨¦pocas de bienestar e incluso esplendor.Es la ostentaci¨®n de una riqueza ins¨®lita en este pa¨ªs a¨²n atenazado por la miseria decretada en su d¨ªa por el dictador Nicolae Ceaucescu como obligaci¨®n ciudadana.
Algun nativo caer¨ªa en la tentaci¨®n de llamarlo opulencia. Centenares de oscuros individuos cambian divisas frente a la estatua de Matias Corvino, el rey renacentista h¨²ngaro que, convenientemente rumanizado, vigila impert¨¦rrito desde su pedestal frente a la catedral. Gruesos fajos de billetes cambian de manos cada minuto. Amas de casa van a la compra con ch¨¢ndales fosforescentes con insignias en ingl¨¦s.
Prostitutas, ya en abrigos de pieles pese a la benigna temperatura oto?al, miran con discplicencia a trav¨¦s de los cristales ahumadas de los Mercedes de sus proxenetas a las busconas m¨¢s pedestres concentradas en la plaza de la Unidad. Las tiendas est¨¢n repletas de todo lo que equivale a felicidad para gentes que han sufrido algunas de las penurias m¨¢s implacables de la historia de este continente. Tabaco norteamericano, whisky escoc¨¦s, frigor¨ªficos alemanes y televisores japoneses llaman desde los escaparates al gran sue?o del consumo.
Tambi¨¦n hay carne, salchichas vienesas, yogures holandeses y ofertas de viajes a Turqu¨ªa, Alemania o las playas griegas. Los autom¨®viles, aparcados hasta en tercera fila por las calles c¨¦ntricas, con matr¨ªculas de todo el pa¨ªs, demuestran que la fama de Cluj como Eldorado de Rumania ha saltado allende los l¨ªmites de Transilvania.
Otras zonas rumanas contin¨²an en su rumbo imperturbable por la cotidianeidad de la miseria. Los padres sobreviven ahogando su frustraci¨®n laboral y existencial en aguardiente Chuica, los hijos agotan la jornada escolar buscando madera para calentar el hogar y las mujeres se desviven haciendo n¨²meros para poder comprar, hoy que "hay de todo", algo m¨¢s que, cuando bajo el Tit¨¢n de los Titanes y "luminoso faro del comunismo", no hab¨ªa de nada.
En Cluj no. Esta antigua ciudad universitaria, ilustrada como pocas en lo que eran los l¨ªmites surorietales del imperio austro-h¨²ngaro es hoy la California rumana, la Meca de la fiebre del oro. Autocares de la lejana las? o Timisoara provocan atascos en un pa¨ªs en el que hace cinco a?os no hab¨ªa pr¨¢cticamente tr¨¢fico privado. No es que Cluj haya encontrado oro bajo sus centenarios cimientos, ni que haya desarrollado una industria rentable y disparado sus exportaciones. Para nada. Tampoco sus habitantes trabajan m¨¢s y mejor que el resto de los rumanos. Pero Cluj es hoy la ciudad m¨¢s rica, m¨¢s cara y m¨¢s ostentosa de toda Rumania.
La clave de este "milagro de Transilvania es Ion Stoica, un gris contable de una empresa de Brasov y hoy el rumano m¨¢s popular del mundo. Ma?ana podr¨ªa ser ahorcado en la plaza central de esta bella ciudad donde, erigido ya en mecenas de las artes, financia la reconstrucci¨®n del monumento a Avram Jancu, h¨¦roe nacional rumano. Hace poco m¨¢s de un a?o, Stoica comenz¨® su gran aventura finaciera bajo el piadoso nombre de C¨¢ritas, que nada tiene que ver con la organizaci¨®n ben¨¦fica cat¨®lica. Su banco se lanz¨® al estrellato ofreciendo el 800% de intereses en tres meses a toda cantidad de dinero invertida en el mismo. Desde la ca¨ªda del comunismo, la poblaci¨®n del este de Europa, acostumbrada al oscurantismo, falta de informaci¨®n y constantemente manipulada, ha sido fiel e ingenuo cliente de todo mago, curandero pol¨ªtico y social y alquimista financiero. que se le ha cruzado por el camino,
Pero solo donde el poder pol¨ªtico vigente se ha aliado con los promotores de estas soluciones m¨¢gicas han tenido ¨¦stas un ¨¦xito rotundo, si bien a veces transitorio. En Serbia, banqueros aliados con el presidente Slobodan Milosevic han logrado arrebatar en dos a?os de guerra a la poblaci¨®n todos sus ahorros. Alguno huy¨®, previa exportaci¨®n de sus beneficios, deducidos los pagos de servicio al poder.
Ellos financiaron la guerra, las bandas paramilitares y las operaciones para burlar el embargo a cambio de mano libre para enga?ar a una poblaci¨®n que hoy, exhausta por el embargo, se muerde las manos que entregaron aquel dinero bajo promesa de multiplicaci¨®n autom¨¢tica.
Pero nadie ha logrado un ¨¦xito como el de Stoica. Tres millones de rumanos han invertido ya dinero en su fantasmag¨®rica banca C¨¢ritas. Y sigue pagando regularmente. El diario Messagerul de Cluj publica diariamente muchas p¨¢ginas de nombres de aquellos que deben recoger sus ganancias. ?Por qu¨¦ consige esto Stoica y nadie en Wall Street?. "Es un secreto y si lo supiera alguien aparte de m¨ª ya no lo ser¨ªa". Stoica no se rompe la cabeza a la hora de dar explicaciones y las autoridades son terriblemente comprensivas. Con 1.800 empleados y tres millones de inversores, Stoica promete a qui¨¦n hoy invierta un mill¨®n de leis (unas 120.000) pesetas) que en agosto de 1995 le entregar¨¢ unos 52 billones (millones de millones) de leis, lo que supera considerablemente la masa monetaria en circulaci¨®n. Nadie se lo cree. Pero hasta ahora ha cumplido.
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