Abusos
A menudo una no escoge el tema de sus art¨ªculos, sino que la realidad la escoge a una: un hecho se te impone y te obliga a tratarlo. Por eso hoy reincido con los inmigrantes.El asunto comienza como siempre: una dominicana que trabaja como empleada dom¨¦stica sale una ma?ana de casa y se topa con unos polic¨ªas. Le piden la documentaci¨®n: como no la tiene en regla, la detienen. Pasa varias horas en comisar¨ªa y le dicen que va a ser inmediatamente deportada. Pero al fin puede demostrar que se est¨¢ arreglando los papeles y la dejan salir, aterrada y deshecha. Hasta aqu¨ª, lo habitual. Lo peor viene ahora.
Lo peor es que, al salir, sin saber tan siquiera en qu¨¦ lugar de la ciudad enemiga se encontraba, la mujer cogi¨® un taxi para volver a casa. Y el taxista, que no baj¨® bandera, le cobr¨® 7.000 pesetas por, una carrera que, a lo sumo, no hubiera pasado de 1.500. Imaginen la escena: una mujer de piel oscura, claramente extranjera, vestida con unas ropas muy modestas, que entra en tu taxi, temblorosa y llorando, a la puerta de una comisar¨ªa. E imaginen ahora qu¨¦ canalla tan hondo tiene uno que ser para robarle as¨ª unos pocos billetes. Y que no se me sulfuren los taxistas, que es un gremio sumamente proclive a las protestas de honor y al corporativismo, porque por desgracia ese comportamiento miserable no es exclusivo de ellos: s¨¦ de honestos patronos que pagan a los inmigrantes la mitad de lo debido, de abogados que les estafan el poco dinero que tienen, de bares en donde no sirven a los moros. Quiz¨¢ no podamos influir en la Ley de Extranjer¨ªa, pero s¨ª podemos luchar socialmente contra estos abusos. Por ejemplo, ?no tienen los taxistas tanto orgullo profesional? Pues que lo utilicen para aislar y expulsar del oficio a tipejos como el de esta historia. Porque un hombre capaz de hacer algo as¨ª es un peligro p¨²blico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.