Federico Fellini volvi¨® a su Cinecitt¨¢
50.000 personas desfilaron por la capilla ardiente instalada en los estudios romanos
No parec¨ªa un rito f¨²nebre, aunque el centro de toda la escena era el sencillo f¨¦retro e madera en el que reposan los restos de Federico Fellini. En un contraluz que obligaba a forzar la vista a los que avanzaban por el desolado estudio 5, cubierta por el azul inmenso de un cielo pintado como s¨®lo los artesanos romanos saben hacerlo, la capilla ardiente instalada en Cinecitt¨¢ tuvo muchos ingredientes de sus mejores escenas y todo el ambiente sereno pero inquisitivo M realizador desaparecido. Fue como si ¨¦ste hubiera hecho sonar su ¨²ltima claqueta en el laboratorio de sus sue?os.
Firm¨® a distancia la puesta en escena una Giulietta Masina tan postrada que no pudo visitar el recinto durante la noche del lunes al martes, como hubiera querido. Pero Tonino delli Colli, el director de fotograf¨ªa de muchas pel¨ªculas de Fellini, logr¨® recrear el clima felliniano que conven¨ªa a este adi¨®s definitivo del cineasta a su p¨²blico. El acto de Cinecitt¨¢ expresaba m¨¢s ese sentido que el de un tradicional duelo.Los funerales de hoy ser¨¢n otra cosa, dominados por las instituciones. El jefe del Estado, Oscar Luigi Scalfaro, ha suspendido una visita oficial que ten¨ªa programada a Mil¨¢n, del mismo modo que el Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS), ex comunista, ha aplazado la reuni¨®n prevista de su direcci¨®n. Todos quieren participar en el funeral de Fellini.
El De profundis, de Mozart, vibrar¨¢ hoy bajo las b¨®vedas de Santa Maria degli Angeli, cuando el cardenal Silvestrini haga el elogio p¨®stumo de un Fellini "que siempre fue cristiano, sensible al Evangelio e incluso al rezo", seg¨²n dijo ayer el purpurado. Tambi¨¦n Radio Vaticano ha destacado su "espiritualidad profunda", que, en los d¨ªas de La dolce vita y Roma, mereci¨® severas cr¨ªticas de L'Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede.
Ayer, en el estudio 5 de Cinecitt¨¢ se o¨ªan peque?os fragmentos de los temas de La strada, Amarcord y otros filmes de Fellini, muchos de ellos compuestos por Nino Rota con su capacidad para envolver al oyente en un continuo musical obsesivo y lleno de interrogantes. Al hilo de esas notas avanzaban los visitantes, que, al menos a media ma?ana, no eran legi¨®n -cosa dif¨ªcil en un d¨ªa lluvioso y laborable-, de modo que pod¨ªan detenerse tranquilamente a contemplar el f¨¦retro dispuesto sobre un t¨²mulo cubierto con un lienzo azul de flecos dorados, flanqueado por dos tiesos guardias presidenciales tocados con sus plumeros mitad azules y mitad rojos, que entonaban con el gran ramo de rosas rojas dispuesto por Giulietta Masina sobre el ata¨²d. A los pies, otro ramo, de crisantemos, enviado por Magdalena, la hermana de Fellini. Dos guardias de la circulaci¨®n, con sus cascos coloniales, cubr¨ªan la retaguardia del f¨¦retro.
Los menos se arrodillaban; otros hac¨ªan la se?al de la cruz, y la mayor¨ªa se limitaba a contemplar pensativamente la escena, hasta que un guardia municipal encargado de mantener el orden gritaba eso de "circulen". Era una nota de realismo incomprensible, dada la falta de aglomeraciones, en algo que parec¨ªa un sue?o.
Los vips que acudieron fueron muchos: desde el presidente del Gobierno, Carlo Azeglio Ciampi, hasta el de la C¨¢mara de Diputados, Giorgio Napolitano. Y mucho rostro conocido del cine, como Marcello Mastroianni -que se mostr¨® indignado contra los fot¨®grafos y periodistas que acechaban en la puerta- Anita Ekberg -con sombrero vaquero-, Ettore Scola, Franco Zefirelli, Francesco Rosi o Nino Manfredi. No faltaban los personajes curiosos bien dispuestos a contar al periodista su amistad con "el maestro". A ¨²ltima hora de la tarde se calculaba en 50.000 el n¨²mero de visitantes.
Babelia
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