Gemma, en ropa interior, sonr¨ªe
Todos los a?os, cuando empieza el fr¨ªo, aparece en los espacios publicitarios de las marquesinas de los autobuses una chica en ropa interior. La de este a?o se llama Gemma; est¨¢ medio sentada sobre una mesa de desayuno donde aparecen unos bollos reci¨¦n hechos, y sonr¨ªe, aunque no sabemos a qui¨¦n: a m¨ª no, desde luego. Lleva unas bragas y un sujetador blancos y una liger¨ªsima bata que s¨®lo le cubre los brazos, adem¨¢s de la parte de su geograf¨ªa que no sale en la foto: la espalda.Yo no s¨¦ a ustedes, pero a m¨ª me resulta muy turbador este mensaje. Hace alg¨²n tiempo tuve la fantas¨ªa de escribir algo sobre la publicidad de las marquesinas, de manera que me sub¨ªa en cualquier autob¨²s, me bajaba en cualquier parte y tomaba nota de los anuncios que ve¨ªa. Ten¨ªa la esperanza de que al llegar a casa y ponerlos todos juntos compondr¨ªan un mensaje secreto sobre la existencia. Hab¨ªa acumulado ya bastante material cuando, de repente, apareci¨® Gemma y dio al traste con todos mis proyectos. Ya s¨®lo tengo ojos para ella. No s¨¦, me parece que se r¨ªe porque la pagan para eso, para que se r¨ªa, pero que malditas las ganas; al fin y al cabo est¨¢ medio desnuda, a la intemperie, y haciendo cola junto a un grupo de gente enfundada en abrigos y con el dedo en el gatillo del paraguas. O sea, que me da pena que la obliguen a re¨ªrse todo el rato. Si yo fuera empresario, le ofrecer¨ªa a Gemma el doble de lo que le pagan los de la ropa interior, y la pondr¨ªa un despacho con moqueta y estufa de le?a para que supiera, la pobre, lo acogedor que puede resultar el oto?o, aunque llueva mucho, cuando est¨¢s dentro de un espacio agradable en el que puedes ir vestido como quieras, incluso con un jersey de cuello alto. A Gemma le sentar¨ªa muy bien un jersey de cuello alto negro. Quiz¨¢ sea un pervertido, pero lo cierto es que mientras los que hacen cola junto a m¨ª, en la parada del autob¨²s, se dedican a desnudarla de lo poco que tiene -se lo noto en los ojos-, a m¨ª me gusta imaginar que la visto para que no pase tanto fr¨ªo. Lo ¨²nico que tienen en com¨²n los que la desnudan con los que la vestimos es que todos lo hacemos de reojo porque nos da verg¨¹enza contemplarla directamente. Yo no lo hago por el qu¨¦ dir¨¢n los dem¨¢s, sino porque no me gustar¨ªa que Gemma, si pudiera observarme desde su dimensi¨®n, pensara que soy un salido o algo as¨ª. Me preocupa mucho lo que piense de m¨ª.
Por otra parte, s¨¦ que esto de jugar a vestirla, como si fuera una mu?eca, es un modo de cosificarla y que podr¨ªa interpretarse, por tanto, como un reflejo machista. No es eso, Gemma, de verdad, es que, si hago cuentas, advierto con horror que podr¨ªa ser tu padre y para un padre es muy duro coger el autob¨²s en pleno invierno con su hija al lado en ropa interior, expuesta al fr¨ªo y a las miradas h¨²medas de los que van a la oficina. ?Entiendes?
Para machista, el mensaje de los publicitarios, que la han puesto junto a unos bollos reci¨¦n hechos, ya digo, de manera que en nuestro cerebro de reptil se construya, inconscientemente, la frase repugnante de est¨¢s como un bollo. La gente no se da cuenta, pero eso es lo que piensa cuando asocia la imagen de Gemma con la de la boller¨ªa desplegada sobre la mesa en la que apoya un muslo. A m¨ª eso me parece una indecencia y juro que si me encontrara con el presunto creativo de la campa?a ¨ªbamos a tener unas palabras. De hecho, ya las he tenido con m¨¢s de uno de los que fingen, como yo, esperar el autob¨²s, pero que lo ¨²nico que quieren es estar un rato junto a Gemma. En cuanto advierto que la miran dos veces, me encaro a ellos y les afeo su conducta. Si se atreven a replicar, les digo que soy el padre de la chica y se quedan muy cortados. Buenos d¨ªas, Gemma.
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