La metamorfosis de la Villa
Raras son las ocasiones en que la fortuna nos depara una conjunci¨®n tan excepcional como la que se encuentra en el origen de lo que da pie a estas tres exposiciones. Si son contadas hoy las veces en las que un gran proyecto p¨²blico desemboca en una obra art¨ªstica de aut¨¦ntica envergadura, m¨¢s ins¨®lita a¨²n resulta esa suerte en un caso como este que, por sus caracter¨ªsticas, parecer¨ªa rutinariamente condenado a naufragar en alg¨²n tipo de pastiche historicista al uso de los tiempos.Me refiero, por supuesto, a la soluci¨®n concebida y realizada por Carlos Franco para la redecoraci¨®n de la fachada de la Real Casa de Panader¨ªa que preside el entorno esc¨¦nico de la Plaza Mayor de Madrid. Dif¨ªcilmente cabr¨ªa pensar una elecci¨®n m¨¢s oportuna que la de Franco -fuera, desde luego, de la genial terna estrat¨¦gica que, con P¨¦rez Villalta y Mart¨ªn Begu¨¦, compuso con ¨¦l el concurso restringido previo- para un reto cuya cuesti¨®n vertebral demandaba ante todo una personalidad capaz de articular, desde una mirada comprometida con el presente, una reinvenci¨®n compleja que contuviera los referentes conceptuales e hist¨®ricos, tanto de la memoria ancestral y viva de la ciudad como del contexto y entorno barroco en el que el proyecto ten¨ªa su origen.
Carlos Franco
Galer¨ªa Gamarra y Garrigues. Doctor Fourquet, 12. Madrid. Galer¨ªa Ginkgo. Doctor Fourquet, 8. Madrid. El Caballo de Troya. Salitre, 7. Madrid. Hasta finales de noviembre.
Se le atribuye com¨²nmente a Carlos Franco una de esas identidades art¨ªsticas que se caracterizan por su tendencia a una producci¨®n restringida. Mas esa vocaci¨®n econ¨®mica es en su caso, como en otros paradigmas semejantes, sin¨®nimo de una conciencia comprometida con un anhelo de intensidad que, a su juicio, se diluye en la reiteraci¨®n productiva. Y, desde luego, ese impulso hacia la concentraci¨®n que busca agotar la densidad, tan esencial como abismal, de un territorio es una de las claves definitivas de la deslumbrante articulaci¨®n de invenciones simb¨®licas y formales que ha tejido sobre los muros de la Real Panader¨ªa.
Elementos clave
Cinco a?os separan la anterior exposici¨®n personal de Carlos Franco (Madrid, 1951) de las tres muestras simult¨¢neas que hoy nos brindan el reencuentro con una de las figuras m¨¢s singulares e intensas que ha dado el panorama de la pintura espa?ola a lo largo de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. Si me he detenido antes en ese amplio pre¨¢mbulo sobre su realizaci¨®n en la Plaza Mayor es porque, precisamente, lo que ahora nos ofrece es, mucho m¨¢s que la memoria residual del proceso, otra vuelta de tuerca mediante la cual el pintor ha revisitado los elementos clave que forman la aventura, extenuante y f¨¦rtil, de ese empe?o tit¨¢nico.
El elemento central de este tr¨ªptico es, desde luego, el del espacio de Gamarra y Garrigues. En ¨¦l se encuentran las piezas en las que el artista redefine, a partir de las variables abiertas en el transcurso de la elaboraci¨®n de la fachada, un viaje m¨¢s reflexivo y heterodoxo por los emblemas fundamentales del intrincado programa aleg¨®rico de la Panader¨ªa, mas tambi¨¦n por el vertiginoso umbral que el uso de la pintura al feldespato abrir¨ªa a la tentaci¨®n de un artista singularmente fascinado tambi¨¦n, desde los retos del oficio, por esa frontera que transforma materia en equ¨ªvoca ilusi¨®n, acercando su tarea a la destreza del prestidigitador.
El resultado nos acerca, en un cuerpo a cuerpo emocionante, los caprichos y transgresiones mitol¨®gicas que pueblan la fachada de la Panader¨ªa con sus equ¨ªvocas metamorfosis pict¨®ricas, para componer, a mi juicio, tal vez el momento m¨¢s vibrante y complejo de toda la trayectoria de Carlos Franco. En el espacio de Ginkgo, por su parte, el juego se hace m¨¢s libre, desenfadado y a¨¦reo, en una instalaci¨®n que parte de pruebas serigr¨¢ficas realizadas para la ejecuci¨®n del conjunto mural, y acentuadas ahora por el pulso intuitivo del pintor. Desde un registro pr¨®ximo, en fin, la muestra de El Caballo de Troya rememora un territorio distinto, el de aquellos dibujos en los que el artista se evadir¨ªa, en incursiones exc¨¦ntricas, durante aquel periodo ensimismado.
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