Revoluci¨®n negociada
Los negociadores, blancos y negros, que han perge?ado durante dos intensos a?os las l¨ªneas de una Constituci¨®n nacida para enterrar al abominable apartheid celebraron con champa?a y baile hasta las primeras horas de la ma?ana de ayer el acuerdo alcanzado al filo de la medianoche del jueves para construir la Sur¨¢frica en la que todos tengan acomodo.De las largas risas, efusivos abrazos y sentidos parabienes estaba ausente la heterog¨¦nea Alianza de la Libertad formada por los deudos, blancos y negros, del viejo r¨¦gimen, para quienes la nueva situaci¨®n es un desastre, por usar sus mismas palabras. Pasado el trance, todos los esfuerzos van a ir ahora dirigidos a dar una nueva oportunidad de participar en la fiesta a los desconfiados, y as¨ª hacer realidad el refr¨¢n que quiere que bien est¨¢ lo que bien acaba: algunos se plegar¨¢n a la nueva situaci¨®n, pero otros revivir¨¢n Numancia.
El odio, la lucha armada y la muerte son tan constantes en el devenir surafricano que la historia del pa¨ªs no puede concebirse si se hace abstracci¨®n de la sangre vertida en, unas veces, ¨¦picas y otras, vergonzosas, escenas. Ayer se volvieron a escuchar entre los m¨¢s intransigentes afrik¨¢ner, agarrados a¨²n a la Biblia como ¨²nica fuente de saber, que un Gobierno con negros es lo mismo que una declaraci¨®n de guerra.
Que la imposici¨®n de lo obvio -"toda persona ( ... ) tendr¨¢ derecho de voto", "nadie ser¨¢ discriminado injustamente", cualquiera "tendr¨¢ derecho a escoger su lugar de residencia en Sur¨¢frica" y perogrulladas semejantes- sea un casus belli da idea de qui¨¦nes quieren impedir el nacimiento de la Sur¨¢frica democr¨¢tica.
La mayor¨ªa negra ha conseguido ser reconocida plenamente por la minor¨ªa blanca l¨²cida. Hace tres a?os, tal cuesti¨®n parec¨ªa imposible y a¨²n ayer constitu¨ªa una sorpresa para muchos de quienes han seguido los entresijos negociadores que el presidente Frederik W. de Klerk hubiera aceptado que las decisiones en el futuro Gobierno de coalici¨®n sean tornadas por consenso, lo que significa en rom¨¢n paladino que la opini¨®n de la mayor¨ªa -es decir, del Congreso Nacional Africano (ANC) de Nelson Mandela, al que las intenciones de votos dan un 60% de favor popular- ser¨¢ la que se imponga. De Klerk ha tenido la visi¨®n hist¨®rica de comprender que no pod¨ªa haber futuro para Sur¨¢frica si no se acomodaba a la mayor¨ªa, y ha preferido la llamada revoluci¨®n negociada a la guerra sin cuartel. Su fortuna y la del pa¨ªs es que Mandela vaya a ser el futuro presidente y que el hombre que pas¨® casi 28 a?os seguidos de su vida en la c¨¢rcel en nombre de la dignidad aspira a que nadie sienta herida su dignidad por construir la nueva Sur¨¢frica.
La Constituci¨®n puede entregar por completo Sur¨¢frica al ANC, pero ese Gobierno estar¨¢ lejos de satisfacer las expectativas de las ingentes masas de desheredados. El Partido Nacional mantendr¨¢ una influencia muy superior a la que le corresponder¨ªa en estricta aplicaci¨®n del 15%-20% que le dan las intenciones de voto en las elecciones de abril: ser¨¢ el portavoz de los intereses del capital blanco, del funcionariado blanco y del Ej¨¦rcito tambi¨¦n blanco (y afrik¨¢ner) en sus posiciones de mando, sin cuya cooperaci¨®n no puede haber futuro. Mandela ha manifestado en repetidas ocasiones, tras escarmentar en cabeza ajena del fracaso de los experiencias estatizadoras en toda ?frica, que la econom¨ªa seguir¨¢ siendo de mercado y que se alentar¨¢ la inversi¨®n intemacional. Los muchos negros que esperan estar al d¨ªa siguiente de las elecciones donde ahora est¨¢n los blancos van a despertar con una gran frustraci¨®n.
Distintas 'sensibilidades'
El acuerdo "entre quienes tienen el n¨²mero y quienes tienen las armas" tiene ahora que ser sancionado por el Parlamento de Ciudad del Cabo, donde carece de representaci¨®n el 75% del pa¨ªs. En ese tr¨¢nsito cabe esperar que se produzcan modificaciones que permitan dar satisfacci¨®n ¨¢ las reclamaciones menos imposibles de algunos de los miembros de la Alianza de la Libertad, que ayer ya empezaban a manifestar sus distintas sensibilidades.
No s¨®lo el matrimonio de conveniencia entre racistas blancos de viejo cu?o con l¨ªderes de taifas negras es naturalmente propenso a la ruptura sino que hasta en las filas del m¨¢s activo de los grupos anti constitucionales, el Partido de la Libertad Inkatha, que encabeza el jefe zul¨² Mangosuthu Buthelezi, se perciben indicios de resistencia al prop¨®sito del l¨ªder de combatir como sea el nuevo orden. Bien es cierto que el hist¨®rico pacto tambi¨¦n ha producido traumas entre quienes lo han fraguado, como el negociador de equipo gubernamental al que se atribuye el ir¨®nico comentario de que la consigna era "vender el patrimonio familiar con elegancia".
El riesgo de una larga transici¨®n sangrienta depender¨¢ de la fuerza del c¨®ctel formado por racistas irredentos con apoyo en las fuerzas armadas, camaradas negros frustrados porque la Sur¨¢frica que ahora nace no va a acabar con la miseria sufrida durante siglos y grupos negros que ya llevan tres a?os mat¨¢ndose. Cada uno de ellos tiene un diferente potencial pero cabe esperar que el de mayor crecimiento sea el segundo.
M¨¢s del 50% de los surafricanos negros carece de trabajo y un porcentaje a¨²n mayor adolece de una educaci¨®n que no cubre los m¨ªnimos menos exigentes. Esas masas empobrecidas e ignorantes ver¨¢n c¨®mo los primeros y principales beneficiarios del lento cambio ser¨¢n los integrantes de la ¨¦lite negra que ya consigui¨® sacar la cabeza bajo el apartheid y en su airada frustraci¨®n tiene puestas buena parte de sus esperanzas la izquierda del ANC, que espera capitalizar enseguida los frutos de las pol¨ªticas realistas a las que se ver¨¢ abocado Mandela. Incluso entre los signatarios de la Constituci¨®n hubo quienes, desde las ¨¢reas m¨¢s ansiosas de revancha hist¨®rica, lamentaban el poco tiempo dedicado a desactivar la capacidad de resistencia de los blancos.
La violencia que pueden ser capaces de desatar tales muchedumbres tiene con el ¨¢nimo suspendido a la minor¨ªa blanca, apenas salpicada por una violencia que se ha llevado casi 13.000 vidas en los ¨²ltimos tres a?os, pero aterrada ante la perspectiva de una reedici¨®n en el extremo austral de ?frica de unos odios a la bosnia que hagan in¨²til la revoluci¨®n negociada.
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