Valor
En ocasiones, llegar a un acuerdo es m¨¢s dificil que mantener el hacha de guerra desenterrada. Desde hace a?os, en Espa?a es eso lo normal. Hay un desacuerdo generalizado como punto de arranque. Y luego, lo que es peor, hay una est¨¦tica del desacuerdo, tan profunda, tan poderosa, que no hay quien tenga el valor de acordar si no puede demostrar luego al p¨²blico que ha enga?ado al interlocutor.Aznar se sienta a negociar con Felipe y casi se le cae el pelo. Tiene que decir que no se f¨ªa nada para salvar un m¨ªnimo su credibilidad. Los nacionalistas catalanes acuerdan y tienen que decir que han pillado para que no se les acuse de espa?oles. A los sindicatos, Anguita les recuerda que est¨¢n negociando con los que abren la puerta al fascismo.
Luego mira uno las cosas y lo del fascismo depende de un 0,5% de cuotas o un 1% de pensiones. Es decir, que se cuantifica en los presupuestos y hay una raya divisoria que algunos saben encontrar. En ¨¦sas, el Gobierno se encuentra con que cada vez que logra un acuerdo es que ha cedido bochornosamente o le han enga?ado. Y cuando no lo logra, que est¨¢ formado por una cuadrilla de voraces y corruptos abrepuertas del fascismo. Aunque Marcos Pe?a sea el ¨²nico que da la cara por el Plan de Empleo Rural (PER), por ejemplo. No es que sean mejores, pero est¨¢n obligados a sentarse. Mirado con frialdad, lo de negociar el pacto social parece casi una obligaci¨®n. 0 sea, que algo va a tener que salir de las conversaciones. En el Gobierno, como est¨¢n en minor¨ªa, lo saben. Entre los sindicatos abundan hasta ser mayoritarios los que piensan, pero s¨®lo lo dicen en privado, que es preciso pactar y que, adem¨¢s, es posible.
La cosa, entonces, consiste en tener el valor de cerrar un trato y enfrentarse al d¨ªa siguiente con el churrero, aunque ¨¦ste escupa al negociador y le llame abrepuertas.
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