El Camp Nou abuchea al Bar?a tras el empate ante el Logro?¨¦s
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Salieron los jugadores azulgrana dispuestos a contarse chistes futbol¨ªsticos, a hacer un juego alegre para remontar ¨¦l ¨¢nimo, herido por tantos disparos cruzados desde el lado t¨¦cnico y el presidencial. Pronto se quedaron en 10. El escenario ideal para una gesta heroica que convirtiera a las gradas en su aliado. Ni por esas: ni entrenador, ni presidente, ni gradas, ni jugadores fueron capaces de derrotar a un equipo con negativos. Segundo traspi¨¦ consecutivo en el Camp Nou, que echaba humo al final del partido.A Johan Cruyff se le puede reconocer una cosa: es el maestro de los cambios. Siempre acierta cuando modifica la alineaci¨®n sobre la marcha. Hab¨ªa salido un once azulgrana de escaparate: cinco artistas, cinco peleones y un portero. Ning¨²n defensa.
As¨ª se pusieron y as¨ª se vieron perdidos. El Logro?¨¦s no es un equipo vulgar. Su entrenador, el argentino Aimar, junto a los pechazos que endilga a sus jugadores cuando saltan al campo, les insufla un conocimiento casi perfecto de lo que es jugar en zona.
Le ayud¨® Cruyff soltando al campo un equipo inconexo. Si el jueves, frente al Madrid, hizo vivir a los delanteros en el filo de la navaja, ayer hizo esa jugada a defensas y centrocampistas. En lugar de unos cimientos s¨®lidos de juego al primer toque y fluido, los rondos tan efectivos otras veces, los azulgrana se desconstruyeron a base de mucho jugador maestro en el uno contra uno, que, inevitablemente, acababa encerrado en las redes zonales. Le ayudaron a Almar tambi¨¦n los futbolistas del Bar?a. Desde la expulsi¨®n de Nadal, casi todo el partido, se movieron por ramalazos de genio -no de ingenio-. Y menos mal que los ramalazos de genialidad -paredes inveros¨ªmiles entre Laudrup y Romario (un gol y un tiro al poste)- salvaron un punto.
Con la entrada de Koeman y Ferrer, el Bar?a empez¨® un poco a tener cara y ojos, pero le sali¨® la tendencia dextr¨®gira. Laudrup, en la izquierda, reclamaba balones, pero como si no existiera. Los iniciadores de la jugada, como si padecieran tort¨ªcolis, s¨®lo ve¨ªan a su derecha. A la banda torpe, al coraje y las ganas de comerse el mundo de Ferrer y al alelamiento de Estebaranz.
El juego del Bar?a est¨¢ tocando fondo. El equipo est¨¢ encallado, como varado en una ballena, que, al menos, lentamente, se mueve. Y su ¨²nica esperanza es que la Liga sigue apretada.
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