La contenci¨®n del gasto sanitario
JOS? ANTONIO SOBRINOEl autor afirma que propiciar una clase m¨¦dica, prestigiada y concienciada con las limitaciones econ¨®micas de la sociedad, pero con un fuerte apoyo de ¨¦sta, es sentar unas bases seguras para acometer cualquier racionalizaci¨®n en el sistema sanitario
Ante la crisis econ¨®mica que padecemos, el sistema sanitario p¨²blico aparece cada vez m¨¢s como presa a incluir dentro de ese ajuste duro que permita aliviar nuestra maltrecha econom¨ªa. Si el progresivo incremento de los costes sanitarios ya era uno de los males a combatir, por su destacado papel en el d¨¦ficit p¨²blico, con la situaci¨®n actual es de esperar que siga el goteo de medidas para contener el gasto sanitario en tanto que las demandas que lo provocan crezcan por encima de los recursos asignados. Lo malo es que estas medidas, tomadas precipitadamente, s¨®lo sirvan para deteriorar m¨¢s nuestro sistema nacional de salud, uno de los pilares del Estado de bienestar, sin conseguir los objetivos de ahorro. Somos muchos los profesionales esc¨¦pticos con los proyectos sanitarios trazados por las distintas administraciones al margen de los m¨¦dicos, que, al fin y al cabo, son los responsables directos de la pr¨¢ctica m¨¦dica.Se viene insistiendo, no sin raz¨®n, que los costes sanitarios progresan cada a?o. Esto no es un problema espec¨ªfico de pa¨ªses con sistemas de salud eminentemente p¨²blicos, como el nuestro; al contrario, la mayor¨ªa de las naciones comunitarias, con un fuerte sector p¨²blico, consiguieron a partir de los a?os ochenta una importante contenci¨®n de los costes sanitarios, tras los elevados incrementos producidos en la d¨¦cada anterior, lo que no ha ocurrido en Estados Unidos de Am¨¦rica, con una sanidad privada por excelencia.
Entre las causas de una sanidad cada vez m¨¢s cara, destaca la r¨¢pida absorci¨®n por el mundo sanitario de las numerosas innovaciones cient¨ªfico-tecnol¨®gicas, junto al incremento de las expectativas y niveles de vida de la poblaci¨®n. Como dichas causas son dif¨ªcilmente modificables, pol¨ªticos y economistas ven la luz de la necesaria racionalizaci¨®n por la que alumbra en la limitaci¨®n de las prestaciones o en la aportaci¨®n del asegurado. Sin embargo, se valora poco la existencia de un hiperconsumo sanitario superfluo como uno de los factores que grava m¨¢s el sistema, tanto desde el punto de vista econ¨®mico como organizativo. Su eliminaci¨®n o dr¨¢stica reducci¨®n ser¨ªa una v¨ªa eficaz para contener el incremento de los gastos sanitarios sin recurrir a recortar prestaciones, que pueden poner en peligro el derecho de cualquier ciudadano a la protecci¨®n de su salud.
Mantenemos un innecesario consumo sanitario, provocado en gran medida por un voraz mercado que, revestido con un manto de progreso cient¨ªfico, expande sus productos siguiendo el m¨¢s puro dictado de las reglas mercantiles. Por poco reflexivo que uno sea, no le pasa desapercibido la proliferaci¨®n de acciones m¨¦dicas innecesarias: farmacoterapia, pruebas diagn¨®sticas, hospitalizaciones, incluso cirug¨ªa de dudosa eficacia, abundan en el ejercicio m¨¦dico. Las causas de este ineficaz consumo sanitario son variadas y complejas, pero es evidente, como antes dijimos, que los intereses mercantiles de la poderosa industria t¨¦cnico-sanitaria y farmac¨¦utica juegan un papel primordial. La profesi¨®n m¨¦dica, con una misi¨®n cada vez m¨¢s funcionarial, est¨¢ dividida en numerosas especialidades y subespecialidades, lo que propende a la fragmentaci¨®n de la relaci¨®n m¨¦dico-enfermo y, por ende, a la multiplicaci¨®n de los procesos diagn¨®sticos y terap¨¦uticos. Muchos m¨¦dicos buscan la seguridad, que no les proporciona la Administraci¨®n, al abrigo de las modernas t¨¦cnicas, ante una sociedad consumista y cada vez m¨¢s legalista desde el punto de vista sanitario. Por otro lado, se investiga y trata m¨¢s cualquier tipo de patolog¨ªa, aunque est¨¦ por demostrar si de ello se derivan ventajas para el enfermo, y a todo esto se une la utilizaci¨®n injustificada por parte de muchos ciudadanos de los servicios sanitarios.
La correcci¨®n de este in¨²til hiperconsumo debe hacerse fundamentalmente a trav¨¦s de los m¨¦dicos, que son los que tienen la responsabilidad de prescripci¨®n y la mayor capacidad educativa sanitaria sobre la poblaci¨®n, pero desafortunadamente la fluida relaci¨®n que debiera existir entre m¨¦dicos y responsables sanitarios para su desarrollo se ve acompa?ada por el clima de desconfianza generado entre ambos. Si las distintas administraciones saben implicar al m¨¦dico en la gesti¨®n sanitaria, le dan seguridad y priman su competencia profesional, en vez de aplicar trasnochados e improductivos complementos, como el de exclusividad, se estar¨¢n dando pasos para el entendimiento y la racionalidad. Con ello se abrir¨ªa tambi¨¦n el camino para que el m¨¦dico modele su comportamiento hacia una prescripci¨®n diagn¨®stica y terap¨¦utica que, adem¨¢s de eficaz, tenga en cuenta los principios de eficiencia necesarios en una sociedad de recursos limitados. Esto no debe mermar la investigaci¨®n cl¨ªnica de calidad; al contrario, puede ser potenciada con los recursos que Administraci¨®n e industria farmac¨¦utica destinan a proyectos y publicaciones sin ning¨²n tipo de impacto.
Propiciar una clase m¨¦dica prestigiada, de una s¨®lida preparaci¨®n cient¨ªfica y humana, concienciadacon las limitaciones econ¨®micas de la sociedad pero con un fuerte apoyo de ¨¦sta, es sentar unas bases seguras para acometer cualquier proceso de racionalizaci¨®n en el sistema sanitario, incluyendo la contenci¨®n de los costes sin recurrir a dolorosas limitaciones de prestaciones necesarias.
Jos¨¦ Antonio Sobrino Daza es m¨¦dico cardi¨®logo.
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