Ruido coherente

Durante la d¨¦cada de los ochenta, Anthrax ocupaba plaza entre los llamados cuatro grandes de la primera generaci¨®n del thrash, derivaci¨®n especialmente contundente del heavy metal. Aquella clasificaci¨®n period¨ªstica ha perdido vigencia, y cada uno de los miembros del hipot¨¦tico club ha ido adoptando un camino propio e incluso sirven de faro a las nuevas hornadas del ruido.En realidad, Anthrax era casi desde su salida un s¨ªmbolo frente a lo establecido, con su actitud e imagen desenfadadas y carentes de pretensi¨®n. Propon¨ªan descaro en sus versiones del punki, entonces un g¨¦nero todav¨ªa mal visto en el entorno del rock duro. En su loable af¨¢n por destrozar ideas preconcebidas, la banda neoyorquina se aproxim¨® al rap y mantuvo una gira compartida con Public Enemy, grupo azotador de la conciencia racial. Fue en ese punto de su trayectoria, ya plena su consagraci¨®n, cuando explotaron las divergencias con el vocalista Joey Belladonna, que sali¨® por la puerta falsa en 1992.

En la etapa estrenada, Anthrax ha firmado un excelente trabajo en Sound of white noise, un repleto muestrario de riffs sin descanso. La voz de John Bush, el nuevo hombre de la voz, encaja a la perfecci¨®n. Y en directo convenci¨® plenamente a una audiencia que, contra pron¨®stico, no llen¨® el local. En su primera visita como cabecera de cartel, el quinteto norteamericano aport¨® las dotes que se le suponen: sonido p¨¦treo y denso, gran disposici¨®n esc¨¦nica y un cantante californiano competente en lo vocal y fogoso en la entrega, que culmin¨® su actuaci¨®n con una zambullida popular desde las alturas del equipo de sonido.

En el repertorio, las interpretaciones se decantaron hacia los t¨ªtulos del nuevo ¨¢lbum, pero la mirada al pasado record¨® Caught in a mosh, Indians, Keep in the family, o el homenaje a la veteran¨ªa y paisanaje de Kiss en Parasite. Anthrax protagoniz¨® una noche de estr¨¦pito a plena satisfacci¨®n de la concurrencia.