La estad¨ªstica

La estad¨ªstica, que a menudo transforma la sospecha de algo en certidumbre de lo mismo, deja, sin embargo, zonas de sombra que invitan al desasosiego. Leo, por ejemplo, que durante el ¨²ltimo puente perdieron la vida 19 personas menos que el a?o pasado; sin embargo, ese censo no es capaz de aclarar qui¨¦nes son los 19 que viven como de prestado desde la semana pasada. Tal indefinici¨®n es, desde alg¨²n punto de vista, terror¨ªfica, sobre todo si uno se identifica con el grupo de los que se han librado por los pelos. Escapar de esa manera a una estad¨ªstica equivale casi a convertirse en un muerto viviente.Yo creo que nos morimos por culpa de la estad¨ªstica, del mismo modo que un d¨ªa u otro vendemos nuestra alma al diablo por culpa del merca do. Desde el momento en que uno sabe que cuantos m¨¢s a?os pasa sin que le d¨¦ un infarto m¨¢s posibilidades tiene de que alguien le rompa el coraz¨®n, desde ese momento, vivo, uno se ofrece como candidato a todas las desgracias que todav¨ªa no le han sucedido. La estad¨ªstica se parece al mercado en eso, en que una vez que se entra en su l¨®gica lo contamina todo. La excepci¨®n cultural, sin ir m¨¢s lejos, no es m¨¢s que un modo ingenuo de retrasar lo inevitable. Los seguros de vida, el gran negocio de nuestra ¨¦poca, nacen de las primeras tablas de mortalidad realizadas en el siglo XVIII.

Recuerden que antes del 6 de junio algunas estad¨ªsticas dijeron que ganar¨ªa el PP, y de hecho es el PP quien nos est¨¢ gobernando. O sea, que la ciencia estad¨ªstica, bajo esa apariencia de neutralidad, tiene sus peligros. Dir¨¢n ustedes que por qu¨¦ me identifico yo con uno de los 19 que estuvieron a punto de no volver del puente; llevan raz¨®n: si me identificara con uno de los 60 que murieron no estar¨ªa d¨¢ndoles la lata con este enojoso asunto. Perdonen.