32 a?os sujetando el poder
Las grandes bazas de Carrero fueron los apoyos de Franco y del Opus Dei
Al cabo de 32 a?os en el poder, el almirante Luis Carrero Blanco muri¨® con 50 pesetas en el bolsillo. No era la ambici¨®n de riqueza lo que guiaba su vida, sino la mentalidad del ayudante de campo: el militar en primer tiempo de saludo ante su jefe, con un concepto de Patria que situaba muy por encima de lo que pensaran o desearan para la misma el resto de los ciudadanos.Comenz¨® en 1941 como un oscuro subsecretario de la Presidencia. Cuando muri¨®, con 70 a?os, llevaba seis meses de jefe del Gobierno. Aconsej¨® decisivamente el pacto con los Estados Unidos, promovi¨® el acceso al poder de la tecnocracia procedente del Opus Dei, y dio pasos para institucionalizar la dictadura de modo que, respetando totalmente el poder de Franco mientras viviera, terminara en la coronaci¨®n de un rey.
A medida que la Falange se vio contra la pared y en medio de una aguda crisis econ¨®mica, Franco necesit¨® de alguien que modernizara un poco el pa¨ªs. La operaci¨®n comenz¨® al final de los a?os cincuenta y precis¨® la reducci¨®n del poder de los falangistas y de los cat¨®licos que hasta entonces hab¨ªan colaborado con el r¨¦gimen, uno de los cuales, Joaqu¨ªn Ruiz Gim¨¦nez, intent¨® una apertura cercenada pronto. Los elegidos para la nueva etapa, t¨¦cnicos en materias desconocidas por Carrero., se encontraban bajo la "direcci¨®n espiritual" del Opus Dei.
Operaci¨®n en la sombra
Carrero nunca negoci¨® con la Obra como instituci¨®n. Ni Franco ni ¨¦l mismo reconoc¨ªan a nadie la posibilidad de presionarles, seg¨²n ha comentado a este peri¨®dico una de las pocas personas que intervino directamente en esos preparativos. Pero Carrero tuvo dos interlocutores significativos en la Obra: el propio fundador, Josemar¨ªa Escriv¨¢, y el entonces responsable del Opus Dei en Espa?a, Antonio P¨¦rez Tenessa.Con este ¨²ltimo se produjeron varias entrevistas que culminaron en los nombramientos de Alberto Ullastres y Mariano Navarro Rubio como ministros econ¨®micos, as¨ª como los de Laureano L¨®pez Rod¨® para la secretar¨ªa general t¨¦cnica de la Presidencia y el de Faustino Garc¨ªa Monc¨® como subsecretario de Comercio. Los dos ¨²ltimos ascendieron m¨¢s tarde a ministros.Curiosamente, los pol¨ªticos del Opus Dei han omitido el nombre de la persona que gestion¨® la operaci¨®n, Antonio P¨¦rez-Tenessa, en los libros que han escrito sobre aquel tiempo. La discreci¨®n del protagonista -separado posterionnente de la Obra en circunstancias traum¨¢ticas- ha contribuido a mantener todos estos detalles en la sombra no s¨®lo hizo caso a Carrero en las propuestas sobre los tecn¨®cratas, sino tambi¨¦n en las sugerencias respecto a la pol¨ªtica represiva. Para ello coloc¨® en el Ministerio de la Gobernaci¨®n a Camilo Alonso Vega, uno de los generales m¨¢s duros de que dispon¨ªa, que no se llevaba mal con la Obra. El nombramiento de dicho militar hab¨ªa sido propuesto por Carrero siete a?os antes, por medio de un documento a Franco en el que argumentaba del siguiente modo: "Si en Espa?a se sienta como precedente que todo el que sale a la calle a alborotar va a ser recibido a tiros por la fuerza p¨²blica, se acabar¨¢n los alborotos" (1).
Encarrilada la situaci¨®n econ¨®mica -hacia el desarrollismo- y las reformas administrativas, Carrero se dedic¨® a asegurar la continuidad del r¨¦gimen bajo la forma mon¨¢rquica. Lo cual comprometi¨® vivamente a los pol¨ªticos que eran miembros del Opus Dei, quienes dividieron sus apoyos entre los partidarios de restablecer los derechos de don Juan -como Rafael Calvo Serer- y la soluci¨®n de nombrar a don Juan Carlos, hip¨®tesis por la que trabaj¨® L¨®pez Rod¨®.
El fundador del Opus Dei, Josemar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer, nunca se pronunci¨® p¨²blicamente sobre estas opciones: pero existen testimonios internos de que intervino. Por ejemplo, envi¨® recados a don Juan de Borb¨®n para que "no crease divisiones ni , odios con sus declaraciones", seg¨²n afirma el actual n¨²mero dos del Opus Dei, Javier Echevarr¨ªa.
?ste ¨²ltimo sostiene que Escriv¨¢ se neg¨® a participar en una operaci¨®n vaticana para destituir a Franco. "Me consta que, en una ocasi¨®n, recibi¨® el Siervo de Dios (Escriv¨¢) una petici¨®n de un alto personaje de la Curia. Como era conocido el prestigio sacerdotal de que gozaba en Espa?a, le sugiri¨®, en nombre de una superior autoridad, que convenciese a Franco para que hiciese un viaje a Roma, con el fin de ser recibido por el Papa ( ... ) Cuando se hallase aqu¨ª, le indicar¨ªa el Santo Padre que abandonase el Gobierno y diese curso a otro r¨¦gimen pol¨ªtico".
"La misi¨®n del Siervo de Dios", contin¨²a Echevarr¨ªa, "era convencer a Franco de que viniera [a Roma] anunci¨¢ndole exclusivamente que ser¨ªa recibido por el Papa como hijo muy querido, como reconocido Jefe del Estado, sin a?adir nada m¨¢s. El fundador de la Obra contest¨® que, en esos t¨¦rminos, no pod¨ªa hacer la gesti¨®n, porque se usaba de la autoridad del Santo Padre para proceder de modo poco leal -e incluso desleal- y porque no se pod¨ªa actuar con doblez con Franco ni con ninguna otra persona, aunque estuviera equivocada". (2) Para sortear los peligros que acechaban a la dictadura, Carrero trat¨® de consolidarla a trav¨¦s de una monarqu¨ªa muy controlada. Seg¨²n un documento que se ha conservado en el archivo familiar de Carrero, este ¨²ltimo recomend¨® a Franco, en 1959, la aprobaci¨®n de nuevas "leyes fundamentales" que recortaran al futuro rey los poderes absolutos de que gozaba Franco, no sin dejar claro al dictador que la cosa no iba con ¨¦l: "En raz¨®n de ser el caso excepcional del Caudillo que reconquista y libera una Naci¨®n, SE [Su Excelencia] tiene unos indiscutibles y excepcionales poderes", de los que carecer¨ªa su sucesor (3).
En ese documento, Carrero ped¨ªa a Franco que promulgara ¨¦l mismo las leyes necesarias y convocara un refer¨¦ndum. Ambas propuestas necesitaron siete a?os para salir adelante. Franco se lo pens¨® a¨²n durante tres a?os m¨¢s antes de designar al pr¨ªncipe Juan Carlos como sucesor.
En ese contexto, el almirante gan¨® nuevas bazas cuando Franco destituy¨® al general de la Divisi¨®n Azul, Agust¨ªn Mu?oz Grandes, como vicepresidente del Gobierno, y le reemplaz¨® por el propio Carrero, en 1967. Menos conforme a¨²n estaba Franco con Manuel Fraga, a causa de su Ley de Prensa: "Yo ya estoy harto de que la prensa despierte cada d¨ªa pregunt¨¢ndose ?qu¨¦ criticamos hoy?", dice Fraga que le dijo Franco. La ofensiva del almirante se extendi¨® tambi¨¦n contra Jos¨¦ Sol¨ªs y Fernando Castie?a, y ambos salieron del Gobierno, junto con el propio Fraga, en 1969.
Desde ah¨ª hasta el nombramiento de Carrero como presidente, en junio de 1973, y su asesinato, seis meses despu¨¦s, el poder no dio s¨ªntomas de apertura.
?Habr¨ªa dejado hacer al Rey?
Las consecuencias inmediatas del atentado son bien conocidas: un conjunto de intrigas, en las que lleg¨® a intervenir la propia familia de Franco, impidi¨® el acceso a la presidencia no s¨®lo del entonces vicepresidente, Torcuato Fern¨¢ndez Miranda -quien a?os m¨¢s tarde demostr¨® su importancia en la operaci¨®n del rey Juan Carlos para desmontar la dictadura-, sino del almirante Pedro Nieto Ant¨²nez, uno de los ¨ªntimos de Franco.En su lugar fue nombrado Carlos Arias, quien se resisti¨® a las ansias democratizadoras hasta despu¨¦s de la muerte de Franco, si bien dej¨® libre el puesto cuando el Rey se lo indic¨®.
Uno de los colaboradores principales de Carrero, Laureano L¨®pez Rod¨®, asegura que el almirante habr¨ªa presentado su dintisi¨®n al Rey, tratando as¨ª de desmentir la teor¨ªa de que Carrero era el tap¨®n previsto para impedir la democracia. Fraga tambi¨¦n piensa que la presencia de Carrero "no hubiera cambiado en mucho el curso posterior de la historia". Pero, ?a qu¨¦ conduce especular con lo que podr¨ªa haber ocurrido si no se hubiera producido lo que realmente sucedi¨®?
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