?Tregua con chantaje en el Ulster?
LA DECLARACI?N de paz anunciada el pasado d¨ªa 15 por los primeros ministros del Reino Unido y la Re p¨²blica de Irlanda, John Major y Albert Reynolds, ha tenido el efecto de un terremoto en el torturado Ulster. Para que as¨ª fuera, ha sido suficiente el enunciado de dos o tres compromisos morales: ni Londres ni Dubl¨ªn tomar¨¢n decisiones sobre el futuro de Irlanda del Norte sin contar con los deseos de la poblaci¨®n protestante mayoritaria; el Reino Unido no tiene intereses estrat¨¦gicos a largo plazo; el Sinn Fein, rama pol¨ªtica del Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA), ser¨¢ incluido en negociaciones futuras si su brazo terrorista deja de matar durante un m¨ªnimo de tres meses, como prueba de que renuncia permanentemente a la violencia. Dos o tres compromisos que, de pronto, han abierto un inesperado panorama de paz.Enfrentado con una oferta semejante, el IRA no pod¨ªa dejar pasar la ocasi¨®n de darse sonoros golpes en el pecho y demostrar su fuerza: dos bombas y una serie de llamadas telef¨®nicas que sembraron el p¨¢nico en Londres. Pero el Sinn Fein daba al mismo tiempo claros indicios de que est¨¢ dispuesto a colaborar: aunque, en su opini¨®n, la buena fe de los gobiernos de Londres y Dubl¨ªn debe ser demostrada con la puesta en libertad de los terroristas presos, su l¨ªder Gerry Adams ha tenido el acierto de no hacer de esta condici¨®n una precondici¨®n para las negociaciones de paz.
En el dif¨ªcil tira y afloja de estos primeros momentos pesan tres cosas importantes. En primer lugar, la inequ¨ªvoca opini¨®n de los gobiernos brit¨¢nico e irland¨¦s de que el IRA no ha ganado la batalla y de que nadie se somete a su chantaje: lo demuestra precisamente el reconocimiento del derecho de veto sobre el futuro del Ulster que ambos reconocen a los unionistas protestantes. Este reconocimiento, unido a la declaraci¨®n de carencia de intereses a largo plazo, pone directamente al IRA en la picota: la lucha de los terroristas cat¨®licos ha dejado de librarse contra el Gobierno de Londres (contrariamente al criterio sostenido por ellos durante d¨¦cadas), y, si prosigue, se estar¨¢ librando directamente contra la poblaci¨®n del Ulster.
En segundo lugar, el anuncio hecho por Albert Reynolds de qu9 la Rep¨²blica de Irlanda har¨¢ toda la presi¨®n posible y ejercer¨¢ todos los controles necesarios para que el IRA abandone las armas. Y, finalmente, la velada indicaci¨®n de que tanto Irlanda como el Reino Unido est¨¢n dispuestos a liberar a terroristas encarcelados y a facilitar su reinserci¨®n, aunque las declaraciones formales excluyan la concesi¨®n de cualquier amnist¨ªa general. Es significativo el hecho de que Londres haya dado permiso navide?o a 264 terroristas (149 del IRA y 115 de los unionistas) para que regresen a sus casas y celebren las fiestas con su gente. La pr¨¢ctica no es nueva, pero este a?o es m¨¢s generosa que nunca.
Esta breve vacaci¨®n concedida a los presos terroristas de uno y otro bando debe permitirles a todos (y en especial a la c¨²pula del IRA, en su mayor¨ªa encarcelada) discutir la declaraci¨®n de paz y tomar decisiones de futuro. Por esta raz¨®n, no deja de ser importante la declaraci¨®n de una tregua unilateral de tres d¨ªas de Navidad realizada por el IRA. Es cierto que se trata de un peque?o chantaje, un "vivir para ver". Es el precio que se paga cuando se trata con unas bandas cuyo ¨²nico argumento pol¨ªtico es la muerte del contrario. Es l¨®gico no esperar de los terroristas que la tregua se prolongue indefinidamente: en el momento mismo en que consideren que las negociaciones no progresan a su gusto, volver¨¢n a matar. Sin embargo, por el momento, es el ¨²nico y tenue hilo que conduce a la paz.
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