Un virtuoso con suerte
Patrick Dupond entr¨® en 1970 en la Escuela de Danza de la ¨®pera de Par¨ªs con apenas 10 a?os cumplidos. A su simpat¨ªa natural un¨ªa dotes excepcionales para el ballet cl¨¢sico, lo que le convirti¨® r¨¢pidamente en el ni?o mimado de la casa y grandes core¨®grafos como Roland Petit, Maurice B¨¦jart o Kenneth MacMillan crearon para ¨¦l brillantes personajes dentro del repertorio del ballet moderno.Para rematar su temprana consagraci¨®n en 1976 gan¨® una merecid¨ªsima medalla de oro y el primer gran premio en el Concurso de Ballet de Varna, Bulgaria. Su inquietud y desenfado le han merecido al mismo tiempo elogios y denuestos. Patrick no ha vacilado en te?irse el pelo de dorado, grabar un disco de rock, interpretar un malvado asesino en un thriller o aparecer en un musical. Lo que puede entenderse como una personalidad polifac¨¦tica para otros era falta de seriedad y de concentraci¨®n en una carrera acad¨¦mica.
Refrescante y pol¨¦mico
En 1987 Dupond consigue un status de "estrella invitada" y unos meses m¨¢s tarde acepta la direcci¨®n art¨ªstica del Ballet de Nancy, cargo que desempe?a con este mismo tono refrescante y pol¨¦mico hasta que en 1990 lo nombran director de la danza en la ¨®pera de Par¨ªs.El muchacho inquieto de anta?o devino enseguida en un director aceptado por todos pero, como siempre en, estos casos, no han faltado ¨¢cidas cr¨ªticas a su modelo de gesti¨®n, y hay quien habla de p¨¦rdida del rigor y la unidad de la que se hac¨ªa gala en el periodo Nureyev. A decir verdad esto no es perceptible cuando ese fabuloso cuerpo de baile parisino sale a escena y lo que s¨ª es cierto es que resultan pr¨¢cticamente incompatibles las funciones de primer bailar¨ªn y director.
Dupond se ha rodeado de un equipo que alterna lo convencional con lo novedoso, lo moderno con lo cl¨¢sico, y esto es algo que tambi¨¦n crea inquietud. No dejan de asombrar ascensiones milagrosamente r¨¢pidas para el ritmo normal de la ¨®pera de Par¨ªs como la de Nicolas Le Riche, un joven dotado de talento pero a¨²n verde. Otros ascensos, sin embargo, s¨ª parecen plenamente justificados como el del murciano Jos¨¦ Mart¨ªnez con su llegada a la categor¨ªa de primer bailar¨ªn.
Todo el mundo espera ansiosamente la cohabitaci¨®n que se producir¨¢ entre Patrick Dupond y Hugues Gall, que, aunque en la estricta pr¨¢ctica no desembarcar¨¢ en un despacho del palacio Garnier hasta 1995, ya desde el pasado diciembre visita la casa y toma decisiones. La largu¨ªsima trayectoria de Gall y sus a?os de trabajo en Ginebra le proporcionan una carta de presentaci¨®n y confianza que seguramente en el futuro ser¨¢ confrontada con la gesti¨®n Dupond.
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