Apag¨®n
Hay d¨ªas en los que todo sale mal, y no porque te levantes con el pie izquierdo, sino porque las circunstancias te lo hacen creer.
Esta ma?ana, despu¨¦s de ver c¨®mo se apagaban todas las luces de mi calle y no darle importancia alguna, al llegar a la plaza de Castilla y entrar en el metro, medio dormida como siempre, el metro no funcionaba. Hemos o¨ªdo varias versiones, y lo ¨²nico que hemos sacado en claro es que no funcionaba ninguna l¨ªnea debido al apag¨®n de antes.
Una se?ora, que no se hab¨ªa enterado de nada y pensaba que hab¨ªa huelga de metro, ha salido insultando a todo el personal del metro y a sus respectivas familias, y yo la segu¨ªa detr¨¢s, mientras iba discurriendo en mi cabeza un plan de emergencia: no hay metro, no s¨¦ c¨®mo voy a llegar a mi universidad, concretamente la Polit¨¦cnica de Madrid.
R¨¢pidamente, mi cerebro ha resuelto el problema: subir en el 27 y seguir pensando por el camino. Despu¨¦s de varios pisotones dignos de mencionar me he bajado en Nuevos Ministerios y he ido a la parada del Circular para llegar a Cuatro Caminos.
Cuando he llegado no sab¨ªa bien si era la parada del autob¨²s o si la cola que hab¨ªa era porque regalaban algo.
Despu¨¦s de dejar pasar uno, pues no entr¨¢bamos, he decidido que en el siguiente ten¨ªa que subirme. Y as¨ª, como buitres que buscan carro?a, nos hemos lanzado todos a la puerta trasera del autob¨²s, y unos cuantos hemos entrado, claro que no hemos hecho un viaje en autob¨²s sino m¨¢s bien una nueva versi¨®n de la escena de los hermanos Marx en el camarote de un barco. Despu¨¦s de la que yo cre¨ªa una gran aventura, he visto la cola del F, ¨²ltimo autob¨²s que me faltaba para llegar, por fin, a la universidad.
He podido subir en el segundo que ha pasado, en el primero era imposible, y ha sido peor que en el Circular; no est¨¢bamos unos subidos encima de otros porque da un poco de verg¨¹enza subirse a la chepa del vecino.
Para mi sorpresa, el autob¨²s ha podido arrancar y he podido llegar a mi clase tras una hora recorri¨¦ndome las calles de Madrid. Al llegar le he contado mi aventura a un compa?ero y me ha mirado con cara de que estuviera loca, para luego decirme que ¨¦l s¨ª hab¨ªa ido en metro, que ya funcionaba. Esta carta no es una queja a la compa?¨ªa del metro, pues lo de hoy ha sido un accidente, es tan s¨®lo un ruego al metro de parte de una estudiante que todos los d¨ªas va a clase en ¨¦l: ?por favor, metro, no vuelvas a estropearte en mucho tiempo!— .
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