Cuento de invierno
Reunieron todas las experiencias necesarias para matarse. A ¨¦l se lo com¨ªan con los ojos las amigas de su madre, y con ella no hab¨ªa un profesor que no quisiera revisar m¨¢s a fondo su asignatura. Los ni?os del pueblo imitaban los andares de ¨¦l, y la raya en medio en el pelo; a ella, los muchachos le regalaban flores en un barrio donde jam¨¢s se regalan tales cosas.Las parejas han de echar mucha imaginaci¨®n para reinventar cada d¨ªa el amor. En diez a?os vivieron lo que otros en cuarenta: celos, adulterios, viajes a Venecia, lecturas, coca, ¨¦xtasis y ¨¢cido.
Con 25 abriles convinieron en que no quer¨ªan separarse jam¨¢s. ?Qu¨¦ hacer? Una era doctora y el otro m¨¦dico. Fue ella la que lo plante¨®: la droga separa a los hijos de las madres, a los padres de los hijos, hermanos... todo. Enganch¨¦mosnos al caballo, le dec¨ªa. La gente deja todo por el jaco. Nosotros tambi¨¦n, pero cuando seamos cad¨¢veres andantes, nos enchufaremos una sobredosis de v¨¦rtigo y palmaremos mir¨¢ndonos a los ojos, abrazados y queri¨¦ndonos como nunca.
Despu¨¦s no se atrevieron. Siempre lo relegaban a la pr¨®xima semana. Lloraban ante los camellos. Por Dios, vendednos cuatro gramos, ser¨¢n los ¨²ltimos, nos queremos morir, tened compasi¨®n. Al d¨ªa siguiente, el camello: ?qu¨¦, no os matast¨¦is ayer? A ver si os voy a tener que quitar yo de en medio.
Entonces trataron de dar marcha atr¨¢s, porque el mundo no acababa en Venecia, a¨²n que daba el Congo por ver, y hasta pod¨ªan escuchar discos de Koj¨®n Prieto. Probaron en 37 centros de desintoxicaci¨®n. Cuando uno se curaba, el otro se enganchaba. Separados quer¨ªan verse y juntos quer¨ªan pincharse sin que el otro se pinchara. Retornaron la idea inicial: muerte a la brava.
Uno de ellos tom¨® para s¨ª el papel de h¨¦roe altruista. Se meti¨® un chute como no hay dos, y tiritando en los brazos de ella le confes¨¦ que s¨ª, que de acuerdo, que su amor no fue lo suficientemente fuerte como para renunciar al jaco, pero que ella hab¨ªa sido lo m¨¢s humano que, hab¨ªa experimentado nunca. Le dijo que ning¨²n viaje de droga le hizo disfrutar m¨¢s que aquel coraz¨®n que ella dibuj¨®, tiempo ha, en su pupitre; y para resumir, porque esto ya se est¨¢ acabando, le pidi¨® por favor que si quer¨ªa demostrarle de verdad todo lo que ella sent¨ªa por ¨¦l, dejara la droga, que se casase, y cuando nadie la viera, intentara acordarse de ¨¦l.
En las tardes en que ella pasea por El Corte Ingl¨¦s comprando los juguetes de Reyes a sus hijos, de repente rompe a llorar, y no hay nadie en el mundo capaz de evitarlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.