Por un nuevo sistema europeo de seguridad
Los astr¨®logos coinciden en que 1994 ser¨¢ un a?o lleno de desgracias. El a?o del perro, seg¨²n la astrolog¨ªa china, ser¨¢ un a?o de conmociones sociales y de fracasos en la b¨²squeda de la tranquilidad. Para m¨ª, esos vaticinios son una simple curiosidad, aunque opino que la realidad encierra aut¨¦nticos peligros, como, por ejemplo, el triunfo conseguido en Rusia por el chovinista VIad¨ªmir Zhirinovski y su Partido Liberal Democr¨¢tico.Al leer las chocantes declaraciones de ese pol¨ªtico me hago la pregunta de si las locuras que dice son solamente locuras. Quiz¨¢ ser¨ªa mejor en este caso dar la interpretaci¨®n de Shakespeare de que "ciertas locuras se basan en un m¨¦todo".
La aparici¨®n de Zhirinovski en la escena pol¨ªtica rusa plantea dos preguntas. En primer lugar, ?c¨®mo un ultrademagogo con inclinaciones fascistas ha podido conseguir un apoyo tan grande en un pa¨ªs de historia y experiencias tan dolorosas como Rusia? La segunda pregunta es ?qu¨¦ suceder¨ªa si un pol¨ªtico como Zhirinovski conquistase el poder en Rusia y pusiese en pr¨¢ctica sus demenciales proyectos?
La respuesta a la primera pregunta es relativamente f¨¢cil. Las reformas democr¨¢ticas y procapitalistas emprendidas despu¨¦s de 70 a?os de totalitarismo han encontrado en Rusia barreras y resistencias mucho mayores que las que se esperaban. Y no es de extra?ar, porque la creaci¨®n de la econom¨ªa de mercado ha condenado al 40% de la poblaci¨®n del pa¨ªs a una miseria que amenaza con una cat¨¢strofe. En el otro polo, en el proceso de transformaci¨®n que se opera, ha aparecido un grupo social muy reducido, de car¨¢cter con frecuencia mafioso, que consigue beneficios incontrolados. Todo esto hace que, en una sociedad como la rusa, educada durante decenios por el igualitarismo m¨¢s riguroso, hayan surgido actitudes de rebeld¨ªa. Ese estado de ¨¢nimo ha sido aprovechado por Zhirinovski, que, al prometer a todos los rusos un futuro paradisiaco, ha sido acogido por los desamparados y frustrados como un milagrero, como el buen zar que resolver¨¢ todos sus problemas.
Pero m¨¢s importante es a¨²n el hecho de que Zhirinovski logr¨® llegar a muchos rusos que siempre vivieron convencidos de que su pa¨ªs era una gran potencia, una fuerza respetada y temida por el mundo entero, con el mensaje de que Rusia est¨¢ hoy de rodillas y es necesario erguirla una vez m¨¢s. Zhirinovski asegur¨® a esos rusos que el imperio podr¨¢ ser reconstruido en el sentido pol¨ªtico, militar y geogr¨¢fico, y que ¨¦sa es una misi¨®n sagrada de todo ciudadano.
A pesar del ¨¦xito conseguido por Zhirinovski, yo no considero a los rusos como un pueblo susceptible de seguir a los aventureros fascistas. Conoc¨ª a muchos rusos sencillos cuando estuve en Siberia talando ¨¢rboles en la taiga y luego, cuando compart¨ª con ellos la vida del soldado en la II Guerra Mundial. Sufr¨ªan las mismas represiones estalinianas y viv¨ªan la misma miseria que nosotros, los polacos que hab¨ªamos sido condenados a la deportaci¨®n. Ellos tambi¨¦n anhelaban una vida pac¨ªfica, una vida digna y segura. Para ellos, Zhirinovski es solamente una forma de protestar contra los errores cometidos por el poder actual. Zhirinovski, o alguien como ¨¦l, podr¨ªa llegar al poder en Rusia y poner en pr¨¢ctica sus planes imperiales ¨²nicamente en el caso de que ese gran pa¨ªs fuese condenado al aislamiento y fracasasen totalmente las reformas democr¨¢ticas, pol¨ªticas y econ¨®micas. Podr¨ªa llegar tambi¨¦n al poder si se produjese en Rusia un golpe de Estado militar.
No podemos, por desgracia, descartar ese desarrollo de los acontecimientos, porque la situaci¨®n en Rusia es muy inestable y, a medida que empeore la crisis econ¨®mica, se deteriorar¨¢ a¨²n m¨¢s. Y esa inestabilidad es particularmente peligrosa porque afecta tambi¨¦n al control de las armas termonucleares, asunto singularmente preocupante.
Hay que tener en cuenta asimismo que la propia Constituci¨®n de Rusia, ajustada a la persona de Bor¨ªs Yeltsin, puede ser un instrumento que incentive las tendencias dictatoriales dentro de la ¨¦lite del poder. La Constituci¨®n concede enormes atribuciones al presidente ruso y, como son imprevisibles las reacciones de la sociedad y las del propio Ej¨¦rcito, es dif¨ªcil tambi¨¦n prever qu¨¦ uso se har¨¢ de esas atribuciones. Se trata de un enorme problema ante todo para los propios rusos.
?Qu¨¦ deber¨ªa hacer el mundo?
Comparto la opini¨®n de los pol¨ªticos occidentales que afirman que no se debe aislar a Rusia, que no se debe crear alrededor de ella una barrera de desconfianza, y menos a¨²n una histeria animada por el esp¨ªritu de las cruzadas. Ese ser¨ªa el camino m¨¢s corto para restablecer la divisi¨®n de Europa y dar¨ªa argumentos a hombres como Zhirinovski. Para el mundo, ese desarrollo de la situaci¨®n ser¨ªa el comienzo de una nueva guerra fr¨ªa.
A Rusia hay que ayudarla. Hay que ayudar a su joven democracia abri¨¦ndole todas las puertas de la vida internacional. Hay que ayudar a su econom¨ªa con recursos asegurados por los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, con el fin de que el periodo de superaci¨®n de la crisis que agobia a los rusos sea lo m¨¢s breve y leve posible. Hay que ayudar a su democracia con un control m¨¢s estricto de los armamentos, pero tambi¨¦n con la construcci¨®n de medidas de confianza m¨¢s s¨®lidas.
Personalmente, temo que incluso todos esos pasos juntos podr¨ªan resultar insuficientes y por eso considero que existe la necesidad urgente de crear en Europa un nuevo sistema de seguridad colectiva. Pienso que ser¨ªa un desastre si Occidente, maniatado por el cors¨¦ de la Alianza Atl¨¢ntica, tratase de utilizar a Rusia como gendarme en su antigua zona de influencia. Pero me temo mucho que para los pol¨ªticos que no supieron acabar con las guerras de Afganist¨¢n, Somalia y Yugoslavia ser¨ªa muy c¨®modo utilizar a Rusia para que les sacase las casta?as del fuego, al menos en el C¨¢ucaso, Asia central y
Europa oriental. ?C¨®mo deber¨ªa ser el nuevo sistema de seguridad colectiva? A mi modo de ver, deber¨ªa, como dec¨ªa el general De Gaulle, satisfacer a todos los pueblos que viven entre el Atl¨¢ntico y los Urales.
Menos importancia tiene el nombre que se le d¨¦ al nuevo sistema, Pacto Atl¨¢ntico o Asociaci¨®n para la Paz. Lo que interesa es que garantice de manera real la seguridad y la integridad territorial, as¨ª como los derechos de todos los Estados europeos. Las medidas ambiguas y el aplazamiento de la soluci¨®n del problema ad calendas graecas podr¨ªan conducir a una grave situaci¨®n.
Los polacos tenemos razones m¨¢s que evidentes para exigir que ese sistema de seguridad colectiva se cree cuanto antes, y vemos esa posibilidad partiendo de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa, de la Uni¨®n Europea Occidental o de la Alianza Atl¨¢ntica. Pero es necesario subrayar que al exigir una soluci¨®n no pensamos ¨²nicamente en nuestros propios intereses. Es obvio que Hitler se lanz¨® a la aventura de la II Guerra Mundial porque su primera presa, Polonia, estaba pr¨¢cticamente aislada.
El a?o 1994 no tiene que ser por fuerza un a?o de desgracias, como afirman los astr¨®logos, pero para que no lo sea habr¨¢ que hacer un gran esfuerzo en pro de la consolidaci¨®n de la democracia y la libertad, con el fin de cerrar el paso a los extremistas de todos los colores. Me gustar¨ªa que esa idea iluminase a todos los participantes en la pr¨®xima cumbre de la OTAN.Wojeiech Jaruzelski fue presidente de Polonia.
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