Derecho a la huelga, derecho al trabajo
Si tuviera que definir en breves palabras mi posici¨®n personal ante la huelga general convocada por los sindicatos, ser¨ªa la siguiente: que el 27 de enero todos, empresarios y trabajadores, hagamos ¨²nica y exclusivamente lo que nuestra conciencia nos dicte, ejerciendo libre y voluntariamente el derecho que prefiramos: el derecho a la huelga o el derecho al trabajo.A partir de ah¨ª, todo lo que vaya en contra del ejercicio pleno de los derechos ciudadanos ser¨¢ necesariamente negativo: los piquetes "informativos", las intimidaciones, los insultos, las coacciones, el incumplimiento de los servicios m¨ªnimos de transporte, los sabotajes con silicona y dem¨¢s armas que figuran en la panoplia de los sindicatos para hacer triunfar por la fuerza una convocatoria de huelga deben ser rechazados, y corresponde a los poderes p¨²blicos velar por que as¨ª sea.
Si se cumpliera mi deseo expresado de que cada uno pueda ejercer su derecho ciudadano, cosa que dudo porque no ha sucedido as¨ª en convocatorias anteriores, el resultado de la huelga general es perfectamente previsible: seg¨²n todas las encuestas efectuadas, casi el 70% de los asalariados y la pr¨¢ctica totalidad de empresarios y autopatronos no piensan participar en ella. Datos l¨®gicos, por lo dem¨¢s, ya que la reforma laboral, que ha desencadenado la huelga general, ha sido aprobada en el Parlamento con los votos favorables del 93% de los representantes de la soberan¨ªa nacional, y cuenta asimismo con el apoyo de los organismos internacionales, las organizaciones de empresarios, los inversores nacionales y extranjeros, etc¨¦tera.
Otra consideraci¨®n es cu¨¢l va a ser el efecto de la huelga sobre la econom¨ªa. Si tuviera un seguimiento masivo, costar¨ªa m¨¢s de 276.000 millones de pesetas, tanto a los trabajadores que participasen en ella como a los empresarios, por los bienes dejados de producir. Este c¨¢lculo es sencillo.
M¨¢s complicado es, sin embargo, medir el desastroso efecto de la huelga general sobre la confianza de los mercados financieros en la divisa espa?ola, o sobre la confianza de los inversores que pueden tomar decisiones de crear empleo en nuestro pa¨ªs, o sobre el necesario clima de concordia para superar la coyuntura de crisis. El efecto es demoledor, sobre todo cuando se ha usado y abusado de esta pr¨¢ctica sindical.
Las huelgas generales no son moneda corriente en Europa. En cada pa¨ªs se viene a producir una cada cincuenta a?os. En Espa?a ha habido cuatro en los ¨²ltimos ocho a?os. Hubo una en 1985 por la reforma de las pensiones. Otra en 1988 por el Plan de Empleo Juvenil. Otra en 1992 por la reforma de un mercado de trabajo, que nos ha puesto a la cabeza del mundo desarrollado en desempleo.
Visto de una manera retrospectiva, se puede decir que en 1985 y 1992 las huelgas generales no tuvieron ¨¦xito, ni de movilizaci¨®n ni de resultados, ya que tanto la reforma de las pensiones como la del subsidio de desempleo siguieron adelante (menos mal, a?adir¨ªa, porque si no ya estar¨ªan en quiebra tanto la Seguridad Social como el Inem). Sin embargo, el 14-D de 1988 s¨ª tuvo ¨¦xito de seguimiento y consigui¨® plenamente su objetivo: paralizar el Plan de Empleo Juvenil. Adem¨¢s, increment¨® el gasto p¨²blico e hizo imposible cualquier pol¨ªtica de rentas razonable.
Fue, en suma, uno de los factores que hoy explican la crisis que nos aqueja. Y, por su puesto, al dinamitar el Plan de Empleo, Juvenil, el 14-D contribuy¨® a que hoy est¨¦n parados 25 de cada 100 espa?oles (proporci¨®n que llega al 40% entre los j¨®venes). Precisamente ahora uno de los puntos clave de la reforma laboral es resucitar el Plan de Empleo Juvenil a trav¨¦s de los llamados "contratos de aprendizaje". ?Volveremos a permitir que unos sindicatos insolidarios y cegatos vuelvan a oponerse a cualquier reforma que nos saque del atolladero actual?, ?volveremos a sufrir la coacci¨®n sindical de suerte que hagan la huelga trabajadores y empresarios que no quieren sumarse a ella?, ?volver¨¢ a ser hollado el derecho al trabajo? Buena parte de estas respuestas ha de darlas el Gobierno, que es el responsable de garantizar los derechos ciudadanos.
En lo que toca a los empresarios, las recomendaciones de la CEOE coinciden con las opiniones que reflejan las encuestas: los empresarios y aut¨®nomos no quieren seguir la huelga. Si luego lo hacen, habr¨¢ que atribuirlo a la amenaza y a la coacci¨®n de esos "miles de piquetes" que, seg¨²n los sindicatos, recorrer¨¢n las ciudades. En cuanto a los trabajadores, tienen el derecho a entre la huelga o trabajar. Directamente han manifestado su deseo mayoritario de trabajar. Indirectamente, hace muy poco han votado a representantes democr¨¢ticos que se comprometieron a hacer la reforma laboral. Yo s¨®lo pido una cosa, e incluyo a empresarios: que les dejen elegir libremente.
Creo que todos compartimos una idea: si alg¨²n derecho puede estar en peligro el pr¨®ximo 27 de enero, ¨¦ste no es el derecho de huelga, sino el derecho al trabajo. De entrada, los sindicatos quieren fijar servicios m¨ªnimos seg¨²n un proyecto de ley de huelga que no ha entrado en vigor, haciendo caso omiso de las leyes vigentes. Adem¨¢s, han anunciado la actuaci¨®n de multitud de piquetes "informativos".
?De qu¨¦ van a "informar" si todos los espa?oles se han enterado ya de la convocatoria de huelga y de sus motivos?, ?y por que, si son realmente "informativos?', no hacen ese trabajo en los d¨ªas previos a la huelga y no el d¨ªa que se produce? Todos estos factores pueden influir en que no se ejerza el derecho al trabajo, que, volvamos a recordarlo, es el mayoritariamente elegido por los espa?oles seg¨²n todos los sondeos.
Yo solamente pido que este derecho se respete, que las autoridades lo garanticen y que los empresarios den a los asalariados la oportunidad de ejercerlo, abriendo sus empresas el d¨ªa 27 de enero. Nos jugamos la reforma de un marco laboral que nos ha llevado a una situaci¨®n catastr¨®fica. Nos jugamos la inserci¨®n laboral de cientos de miles de j¨®venes y nos jugamos, sobre todo, la supremac¨ªa o la vulneraci¨®n del Estado de derecho. No es poco.
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