La tragedia de una luchadora pura
Hubiera querido ser novelista. Las tragedias de Espa?a han cambiado vocaciones, y la de Federica Montseny, en los barrios anarquistas de catalanes, era la de escribir novelas liberadoras: La indomable, El hijo de Clara. Ten¨ªa veinte a?os, pero esa edad ha sido siempre madura para la mujer anarquista: lo fue para su madre, Teresa Ma?¨¦, que con poco m¨¢s de veinte, terminando el siglo XIX, gan¨® un premio de literatura social con un ensayo sobre el amor libre; o para la modista. Margarita Balaguer, que a los 18 daba clases de educaci¨®n sexual a la CNT (clases mixtas), en la guerra civil. Mujeres, catalanas, anarquistas: una forma de ser, un ideal revolucionario de la sociedad y la vida que luego se vino abajo y que nadie recupera.Montseny, en 1937, ministra de Sanidad y Bienestar Social (no es un ministerio nuevo) explicaba la ¨²nica forma en que acabar¨ªa la prostituci¨®n: "Ser¨¢ abolida cuando las relaciones sexuales se liberalicen, la moral cristiana y burguesa se transforme, las mujeres tengan profesiones y oportunidades sociales de asegurarse el sustento, la sociedad se establezca de forma que nadie quede excluido, cuando la sociedad pueda organizarse para asegurar la vida y los derechos de todos los seres humanos". Es lo que se llama "la utop¨ªa anarquista": parece tan sencilla.
El probable drama de esta militante estuvo en el desgarro entre la utop¨ªa y la realidad. En Catalu?a tuvo que volver atr¨¢s de la decisi¨®n de considerar establecida la pareja s¨®lo con la convivencia de diez meses (hab¨ªa casos de bigamia), de prohibir la prostituci¨®n; pero legaliz¨® el aborto. Estamos recuperando ahora s¨®lo retazos de aquella larga esperanza, con 60 a?os de retraso sobre su islote catal¨¢n y de los pueblos de Arag¨®n, con m¨¢s de un siglo sobre su ideaci¨®n en Espa?a y sobre los escritos de Teresa Ma?¨¦ y Juan Montseny (Soledad Gustavo y Federico Urales, en dos de sus multiples nombres: tuvieron a Federica en 1905). El drama m¨¢s considerable para Federica fue aceptar una cartera en el gobierno de la Rep¨²blica, cuando los rebeldes estaban a punto de entrar en Madrid (otros anarquistas participaron: Garc¨ªa Oliver, otro desgarro), contra toda la ideolog¨ªa ¨¢crata, para conservar la unidad revolucionaria, dec¨ªan; hay quien cree que de ese momento viene la gran ruptura en los movimientos (CNT, FAI, sIndicalistas) y que a¨²n ahora, desde su silencio, su nombre est¨¢. en el centro de las grandes pol¨¦micas. Hay relatos de una reuni¨®n de militantes que dispararon contra el aparato de radio que trasmit¨ªa su discurso unitario, su llamada a que cesaran las guerras intestinas entre combatientes; pero obedecieron. Probablemente la vida de esta mujer, representante de la pureza de la idea, ha sido su gran tragedia ¨ªntima.
Dej¨®, en el primer cuarto de siglo, la novela: entr¨® en el periodismo de la Sol¨ª (Solidaridad Obrera, La revista Blanca); se hizo famosa con un art¨ªculo (entonces ocurr¨ªa con frecuencia) que se llam¨® El h¨¦roe (un militante, Teixid¨®, cazado en una redada, se mantuvo herido, pistola en mano, para que sus compa?eros escaparan y se salvase la organizaci¨®n); trabaj¨® en la redacci¨®n del manifiesto del comunismo libertario; la llam¨® la FAI (Federaci¨®n Anarquista Ib¨¦rica) entr¨® en la guerra con una pistola al cinto (cintur¨®n de cuero sobre vestido de percal de la obrera); fue ministra, regreso a Barcelona y de all¨ª pas¨® la frontera andando, con su madre, que muri¨® apenas pisada Francia (una historia que se repiti¨® mucho: el ¨¦xodo fue dur¨ªsimo).
Cuando regreso a Espa?a fue una mujer silenciosa. Alg¨²n art¨ªculo, alguna entrevista. Viv¨ªa con sus contradicciones. Hab¨ªa quedado como s¨ªmbolo, como antagonista y pareja de Pasionaria (no hay que olvidar que los dos grandes movimientos de la izquierda espa?ola estuvieron dirigidos por mujeres), pero muchos de sus antiguos compa?eros no la quer¨ªan ver. Otros le reprochaban que el 7 de noviembre del 36, con Madrid cercado, fuese al frente a por Durruti para que defendiese la capital: como si Madrid importase algo. Ni siquiera Barcelona. (Y, adem¨¢s, mataron a Durruti , y a¨²n no est¨¢ claro qui¨¦n). Probablemente, pensaban a¨²n los puros ciertos grandes ideales que hab¨ªan definido Federica y sus padres, y varias generaciones estaban por encima de una guerra en la que se defend¨ªa una Rep¨²blica que, si se salvaba por la ayuda de las grandes potencias, ser¨ªa como ellas capitalista y explotadora. No predec¨ªan a¨²n, suficientemente, el porvenir.
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