'La banda del Dani' gestiona la cola de la ?pera
La reventa copa las mejores butacas tras pasar lista a los mel¨®manos durante cinco tardes
Daniel tiene unos cincuenta a?os, es calvo, porta una poblada barba negra y posee un cuadriculado cerebro. Dirige una banda de reventas compuesta por jubilados, parados, ex presidiarios, amas de casa y vagabundos. Su grupo, conocido como la banda de El Dani, controla -sirvi¨¦ndose de coacciones- la venta de billetes para la ¨®pera, que se pueden adquirir en los cinco teatros nacionales de Madrid (aunque las funciones se representan s¨®lo en el teatro de la Zarzuela). Todo mel¨®mano que quiera una entrada para la ¨®pera debe apuntarse a la lista de la banda de El Dani.
En una hora, la banda, que se reserva los 30 primeros puestos de cada lista, adquiri¨® ayer nada menos que el 25% de las butacas que le interesaban: para las dos ¨®peras m¨¢s atractivas y en las que se prev¨¦ lleno total.Las ¨®peras en disputa eran Der Freischutz, de Von Weber; Eugenio Onieguin, de Chaikovski; Luc¨ªa di Lammermoor, de Donizetti y Un ballo in maschera, de Verdi. Cada una de ellas ser¨¢ representada -desde el d¨ªa 22-en cinco funciones (una por d¨ªa).
M¨¢ximo de dos butacas
Una persona que se presenta en taquilla puede adquirir legalmente dos butacas (precios de 1.800 a 11.550 pesetas) o un palco (seis butacas, desde 36.000 a 69.300 pesetas en total) para cada una de las funciones. Ahora bien, este reglamento es aprovechado por los reventas de la siguiente forma: la banda de El Dani contrata a vagabundos, ex presidiarios, amas de casa, jubilados y parados para que, a cambio de una peque?a cantidad, compren todas las entradas legalmente posibles.
?C¨®mo se aseguran los primeros puestos de la fila?: creando una lista de obligatoria inscripci¨®n, lo que consiguen mediante coacciones a los mel¨®manos. Y en esa lista, la banda copa los 30 primeros puestos. ?Por qu¨¦ los mel¨®manos aceptan el juego? Porque los reventas garantizan, con su gesti¨®n de esa lista, que habr¨¢ un orden para la adquisici¨®n de las dem¨¢s entradas (¨¦stas a precio oficial) y que se respetar¨¢ el lugar que hayan conseguido en la relaci¨®n. Alguien que tiene el n¨²mero 120, por ejemplo, puede dar saltos de alegr¨ªa.
Cada uno de los 30 primeros de la lista tiene oportunidad de conseguir hasta 120 butacas, de esta forma: un m¨¢ximo de seis (el palco) por cada una de las cinco funciones que tiene una ¨®pera. Al ser 30 -y esto s¨®lo en uno de los cuatro teatros-, en una taquilla, los reventas pueden lograr 3.600 localidades. Las que se ponen a la venta son 9.428. No obstante, no todos compran palcos -l¨®gicamente-, lo que rebaja el n¨²mero total a unas 2.000 entradas.
El resto del aforo (1.200 personas pueden asistir a cada funci¨®n) fue adjudicado el 24 de noviembre (v¨¦ase El Pa¨ªs Madrid del d¨ªa siguiente) en un sorteo pol¨¦mico por apellidos en el que no se produc¨ªa igualdad de oportunidades porque unos candidatos ten¨ªan m¨¢s posibilidades que otros gracias al n¨²mero de apellidos que empiezan por cada letra. En aquel caso, gran n¨²mero de abonos fue obtenido tambi¨¦n por reventas provistos de una' larga lista de apellidos prestados que cubr¨ªan todas las iniciales.
Las autoridades de Cultura han intentado este a?o dificultar la reventa mediante la oferta simult¨¢nea de billetes en los cinco teatros nacionales de Madrid (Zarzuela, Auditorio Nacional de M¨²sica, sala Olimpia, Mar¨ªa Guerrero y teatro de la Comedia). Seg¨²n ?ngel Barreda, jefe de prensa del teatro de la Zarzuela, "as¨ª, los reventas est¨¢n obligados a dividirse, y sus posibilidades de copar las taquillas son menores". Sin embargo, y a pesar de las medidas, los reventas lograron, a medias, su! prop¨®sitos.
La organizaci¨®n de la lista comenz¨® el martes de la semana pasada. Un miembro de la banda la abri¨® en las mismas puertas del teatro de la Zarzuela. Las personas inscritas deb¨ªan pasarse todos los d¨ªas a las ocho de la tarde por el teatro para mantener el puesto. "Si un solo d¨ªa fallas o llegas tarde, te borran y debes colocarte el ¨²ltirno", dice Fernando Narv¨¢ez, n¨²mero 143 de la relaci¨®n de nombres.
Aunque los 30 primeros n¨²meros, aproximadamente, est¨¢n ocupados por los reventas, se produjo una excepci¨®n en la taquilla de la Zarzuela: la n¨²mero uno, Mar¨ªa Amparo Sarasa, profesora de musica que llevaba d¨ªas aguantando las amenazas y gritos de los reventas. "Me dijeron que me iban a matar si no les dejaba el puesto. Les amenac¨¦ con ir a la polic¨ªa". Cuando Sarasa relataba estos hechos al periodista, uno de los reventas amenaz¨® gravemente a la mel¨®mana. S¨®lo algunas personas la defendieron.
La reconfirmaci¨®n diaria del puesto aument¨® ayer a tres citas: a las 8.00, a las 10.00 y a las 11.30. A las ocho de la ma?ana, y tras unas amenazas al fot¨®grafo de este peri¨®dico, se repas¨® de nuevo la lista del d¨ªa. Se hab¨ªan inscrito hasta ese momento 294 personas. Gente de toda condici¨®n social y cultural aguantaba resignada que los reventas les gritasen y recordasen que no se pod¨ªa llegar tarde al recuento. "N¨²mero 45. No ha venido, eliminado", gritaba el reventa organizador. "N¨²mero 52, fuera".
La toma del teatro, sin embargo, fue dise?ada a las nueve de la ma?ana. En el cercano bar La Pa?oleta, el capo daba ¨®rdenes a su banda. De su carpeta sacaba unas cuartillas en las que llevaba escrita la distribuci¨®n de los trabajos. "Toma el dinero y enc¨¢rgate de comprar la zona F", dec¨ªa pausadamente, mientras le entregaba un sobre con el dinero. "T¨², coge las 23 1.000 pesetas y compra lo mismo que el a?o pasado" (seguramente zona E, tercer piso).
"N¨²mero 32, efiminado"
En torno a las diez de la ma?ana se procedi¨® a la pen¨²ltima lectura de, la relaci¨®n. Javier Rodr¨ªguez lleg¨® corriendo. "N¨²mero 32, eliminado", se gritaba. "Estoy aqu¨ª. Estaba tomando un caf¨¦", clamaba Rodr¨ªguez. "No vale ya. Eliminado", le respond¨ªan. El joven amante de la ¨®pera se hab¨ªa retrasado escasamente dos minutos. Tendr¨ªa que volver a inscribirse, a pesar de haber asistido a todos los recuentos nocturnos desde el martes. A las 11.30 se abrieron las taquillas. Uno de los reventas organizaba la cola. "?N¨²mero siete?", preguntaba. "Presente", le respond¨ªa un anciano. "?N¨²mero ocho?... ".
El guardia de seguridad del teatro no se inmutaba con la curiosa situaci¨®n. Incluso ayudaba al reventa a encontrar a los mel¨®manos m¨¢s despistados. "Debe de ser aquel se?or", se?alaba.
Unos quince minutos despu¨¦s s¨®lo hab¨ªan traspasado las puertas del teatro -las taquillas se hallan en el soportal- seis personas. En perfecto orden, los contratados por los reventas se acercaban a las tres ventanillas abiertas. "D¨¦me dos butacas para la zona C (segundo piso) de todas las funciones de la Luc¨ªa y la m¨¢scara ¨¦sa" (se refer¨ªa a las ¨®peras Luc¨ªa de Lammermoor y Un ballo in maschera). En otra de las ventanillas, un segundo empleado de El Dani repet¨ªa la petici¨®n, pero de la zona A (platea). En caja dej¨® 288.000 pesetas. As¨ª casi una hora, hasta que los 30 reventas lograron el bot¨ªn deseado. Despu¨¦s comenz¨® la entrada de los mel¨®manos.
Una familia de guardia
A las once de la noche del lunes, cuando Madrid registraba tres grados bajo cero, una familia hac¨ªa guardia frente a las taquillas del teatro de La Zarzuela. La madre, una mujer obesa y calzada con unas desgastadas zapatillas, daba paseos mientras mov¨ªa los brazos para espantar el fr¨ªo e insultaba a su hijo. El chico, de unos 14 a?os, abrigado con una cazadora ro¨ªda y unos ajustados pantalones vaqueros repletos de parches, permanec¨ªa sentado sobre las fr¨ªas y blancas losas de la entrada. El padre, acurrucado, junto a la puerta y enfundado en un sucio saco de dormir, intentaba cerrar los ojos mientras exig¨ªa, con amenazas, que su mujer dejase de gritar.Media hora despu¨¦s, los tres se quedaron callados. La madre sentada en los escalones del teatro dorm¨ªa ya. El padre roncaba. El chaval, tumbado bajo el porche de entrada y sin una manta que le cubriese, mov¨ªa la cabeza y los brazos. y abr¨ªa de vez en cuando los ojos. No consegu¨ªa conciliar el sue?o.
Las tres personas esperaban juntas la llegada del amanecer, al tiempo que vigilaban que nadie ocupase, sin permiso de la banda del Dan?, los primeros puestos de la temporada de ¨®pera. En juego hab¨ªa mucho dinero.
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