La gracia del barrio
La dilatada e intensa carrera de Tony Leblanc es la de un c¨®mico que hizo de todo, de debutar despu¨¦s de la guerra bailando valses en el Mu?oz Seca a arrancar risas en un paellawestern rodado en Almer¨ªa; de actuar con mitos esc¨¦nicos como Ramper o Aladi o Pastora Imperio, a formar pareja casi fija con Concha Velasco -Conchita, por entonces- en varias comedias faldicortas de la Espa?a de los inicios del desarrollo; de erigirse en campe¨®n de claqu¨¦ en un concurso organizado por Bobby Deglan¨¦ a ser el inevitable amigo gracioso de protagonistas de privilegiada garganta, como hizo en El pescador de coplas, junto a Antonio Molina. Hijo de una bordadora que trabaj¨® para la marquesa de Tenerife y de un campesino que lleg¨® a portero del Museo del Prado, Tony Leblanc ha sido un laborante incansable, un productor infatigable y agradecido en las recepciones de La Granja, el 18 de julio, se arrodillaba ante Franco para darle gracias por no faltarle el trabajo- , y, por encima de todo, un magn¨ªfico actor due?o de una humana comicidad digna de los mejores actores del neorrealismo italiano; que en este pa¨ªs las pel¨ªculas no tuvieran la altura de Rufuf¨² o Todos a casa no fue culpa suya. En todo caso, le debemos momentos tiern¨ªsimos y de un humor de entra?able barriada en comedias como Las chicas de la Cruz Roja, El d¨ªa de los enamorados o Los tramposos.
En la f¨¦rrea divisi¨®n clasista del cine de la ¨¦poca, en el que Fernando Fern¨¢n G¨®mez ten¨ªa que representar al var¨®n domado de la infatigable clase media y Fernando Rey recib¨ªa encargos hist¨®ricos o de clase alta, Tony Leblanc ocup¨® el lugar reservado al h¨¦roe popular e inequ¨ªvocamente madrile?o, chascarrillero, algo jeta y de buen coraz¨®n, con quien el p¨²blico de los s¨¢bados por la tarde pod¨ªa identificarse. Puede presumir de haberlo hecho todo: revistas, comedias, televisi¨®n, canciones. Pero eran' las pel¨ªculas las que robaban el coraz¨®n de los espectadores sencillos, que acud¨ªan a las salas de cine para encontrarse con sus amigos de siempre, con sus cuatro calles nada amenazantes en donde el amor y los dones de San Pancracio -salud y trabajo- acababan por sonre¨ªr. a los hombres modestos de buen coraz¨®n. Con Pepe Isbert y Manolo Mor¨¢n, Tony Leblanc formaba un tr¨ªo adorable de personajes que hac¨ªan la calle como taxistas, guardias urbanos o p¨ªcaros de alma c¨¢ndida. Porque, como ¨¦l, la gente que iba a los cines de barrio no pod¨ªa so?ar con Luz M¨¢rquez o con Mabel Karr, demasiado finas -Arturo Fern¨¢ndez o Carlos Larra?aga eran la pareja adecuada de semejantes damas-, pero pod¨ªan incluir a una Conchita Velasco, perfecta next door girl del cine espa?ol de los a?os cincuenta y primeros sesenta. Tony Leblanc merece el homenaje. Sus comedias eran m¨¢s dignas que las landadas siguientes.
Babelia
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