"En Madrid se peca con gracia"
Sevillano, de 46 a?os, cient¨ªfico de profesi¨®n, piensa y escribe en prosa cuando maneja f¨®rmulas, pero hace del pecadillo la musa de sus versos. Al final, la literatura ser¨¢ el nexo entre la f¨ªsica y el sexo, la m¨¦trica de los teoremas y de la transgresi¨®n. Asegura que ciertos dichos de La Celestina funcionar¨ªan de perlas en el correo electr¨®nico y que el amor responde a leyes matem¨¢ticas. Enrique Vel¨¢zquez publicaba en 1989 Ars putandi, un recorrido puteril por el Madrid del siglo XVIII, como lo hiciera Morat¨ªn con su Arte de las putas, que Vel¨¢zquez prolog¨® m¨¢s tarde en la edici¨®n incluida dentro de la colecci¨®n Memorias corporales. Incidiendo en el tema, este acad¨¦mico suburbial, precoz y procaz disc¨ªpulo de. Quevedo, asiste a la edici¨®n de su ¨²ltimo libro, El arte de pecar, donde explica c¨®mo dejarse caer en la tentaci¨®n.Pregunta. ?Existen en el Madrid de hoy tantas rutas pecaminosas como en tiempos de Carlos III?
Respuesta. Esta ¨¦poca no la domino tanto, pero no, hay m¨¢s que ver ciertas secciones de gu¨ªas y peri¨®dicos, est¨¢n repletas de anuncios. No se trata de calificar el oficio de sano o insano. Est¨¢ ah¨ª.
P. Usted asegura que pecar no significa caer, sino levantarse. ?Toda transgresi¨®n es pecado?
R. Los curas me ense?aron que el pecado por excelencia es el de la carne, el pecado original. Con este libro intento descubrir que la literatura, para ser emocionante, no tiene por qu¨¦ haber sido escrita hace dos a?os. Yo parodio en verso viejos pecados trasladados a la actualidad. Te aseguro que he conseguido hacer re¨ªr a un auditorio entero con textos del Arcipreste de Hita. No soy irreverente con los cl¨¢sicos, no m¨¢s de lo que lo eran ellos mismos; trato de llamar Paco a Quevedo. A ¨¦l le habr¨ªa encantado.
P. ?Inventaron Ad¨¢n y Eva el pecado? Porque comerse una manzana es una tonter¨ªa.
R. Pues no se si ser¨ªan ellos o alg¨²n mono-hombre a mitad de evoluci¨®n. La manzana siempre puede ser una met¨¢fora, por ejemplo, del culo.
P. ?En Madrid se peca con gracia?
R. En cierta forma, s¨ª. Vivo aqu¨ª desde el a?o 1965, y raro es el domingo que no voy al Rastro, maravillosa concentraci¨®n de gentes y de objetos. En tiempos, por all¨ª cerca abundaban las mujeres de mala o buena vida, seg¨²n se mire. Donde hay picaresca hay literatura, y en el Rastro abundan las dos cosas. El timo del tocomocho exige dotes de narraci¨®n oral. El timador es todo un actor.
P. ?Qu¨¦ tienen que ver las matem¨¢ticas con el erotismo?
R. Aunque Thomas Mann dec¨ªa que las matem¨¢ticas serv¨ªan para combatir el pecado carnal, el amor heterosexual en este caso se rige por un teorema: la suma de todas las veces que lo hacen los hombres coincide casualmente con las veces que lo hacen las mujeres. Ser¨¢ que ellos no practican tanto sexo como dicen y ellas m¨¢s de lo que confiesan. La matem¨¢tica es muy humana.
P. ?Y la Iglesia con el erotismo?
R. Much¨ªsimo. A mi generaci¨®n nos obligaban a o¨ªr misa cada d¨ªa. Chicas y chicos en bancos separados, la m¨²sica de ¨®rgano, los curas aderezando el mejunje con su insistencia en hablar del pecado. Se creaba un cl¨ªmax muy especial.
P. Asegura que El arte de pecar es casi un libro de chistes.
R. Absolutamente. La poes¨ªa no debe estar condenada a un sector concreto de las librer¨ªas ni hay por qu¨¦ arrodillarse constantemente ante los cl¨¢sicos. Este libro es ideal para leerlo a ratos. Es un libro de viaje, de tren de cercan¨ªas. Yo lo pondr¨ªa obligatorio...
P. ?En el puente a¨¦reo?
R. Mejor en el AVE, que para eso soy sevillano, y, aunque Madrid me encanta para vivir, recalo cada tanto en Sevilla. Un tren que te lleva de centro a centro de la ciudad es un invento maravilloso.
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