El inalcanzable consuelo del pan
Las largas colas para casi todo amenazan con un estallido social
F. S. Cuando llega el alba y se levanta el toque de queda, Argelia se despierta en perfecta y disciplinada formaci¨®n. Permanecen en la calle unos detr¨¢s de otros, sumidos en el silencio. Esperan con los ojos enrojecidos a¨²n por el sue?o y con la mirada perdida. Forman las colas del pan.
Desde hace cerca de seis meses, los argelinos han aprendido a hacer colas para comprar casi todo, pero especialmente para adquirir los productos b¨¢sicos alimenticios subvencionados por el Estado, entre ellos el pan, la s¨¦mola, la harina, el aceite y el az¨²car. Pero eso no es todo. Tambi¨¦n hay escasez de otros productos de precio libre como el jab¨®n, el caf¨¦ o las legumbres. Hasta ha llegado a haber escasez de cerillas.
Pero para las autoridades lo m¨¢s preocupante son las colas del pan. Es el s¨ªntoma de que "algo no funciona" y que amenaza con convertirse en un "detonador" que haga estallar el descontento social. Las razones son claras, ya que el pan constituye para la mayor¨ªa de las familias argelinas, y sobre todo para las m¨¢s desfavorecidas, el elemento b¨¢sico de su dieta alimenticia. Las estad¨ªsticas son elocuentes; cada ciudadano consume al a?o por t¨¦rmino medio alrededor de 200 kilogramos de pan.
Para hacer frente a esta demanda, el Gobierno argelino se ve obligado a importar anualmente cuatro millones de toneladas de cereales. Para esta compra desembolsa una parte considerable de su presupuesto, que en algunos casos se acerca a los 1.500 millones de d¨®lares, la mitad de lo destinado a la compra de alimentos en el exterior.
Pero, a pesar de las estad¨ªsticas y de los datos oficiales, el pan sigue faltando en Argelia. Las colas avanzan con lentitud. En cuanto se abre la panader¨ªa, los ciudadanos adquieren y liquidan en menos de una hora todas las existencias que se han estado preparando durante la noche. Pero el resto de la cola resiste ¨¦l fracaso. Se inicia la espera de los m¨¢s resistentes. Conf¨ªan en poderse hacer con alg¨²n producto de boller¨ªa o pasteler¨ªa que sirva de alternativa al pan. La cola durar¨¢ durante toda la ma?ana. Otros, sin embargo, acudir¨¢n al mercado negro, donde una barra de pan ordinario que cuesta 1,50 dinares (7,50 pesetas) dobla su precio. Lo mismo sucede con el de calidad extra, que pasa de dos dinares (10 pesetas) a cuatro dinares.
El mercado negro del pan es una peque?a y destartalada camioneta, que aparca en pleno descampado, en cualquier punto de los barrios extremos de Argel, y en tomo a la que se amontonan decenas de mujeres y ni?os que pugnan por lograr a un precio disparatado un producto de reventa. Es su ¨²ltima esperanza antes de tener que fabricarse ellos mismos un pan al que en muchos casos le faltar¨¢ la levadura, otro producto "inexistente" en el mercado desde hace varios meses.Todos acusan a los panaderos -"prefieren revender la harina subvencionada, muy por encima de su verdadero precio, antes de perder su dinero y tiempo en la fabricaci¨®n del pan econ¨®mico; en el mejor de los casos, dedican esta harina -subvencionada a la elaboraci¨®n de pasteles, que resultan mucho m¨¢s rentables", es una acusaci¨®n com¨²n-, pero algunos estiman tambi¨¦n que la responsabilidad de la escasez del pan recae sobre la Administraci¨®n, encargada de distribuir y controlar el uso de la harina en los comercios de la ciudad.
En plena pugna, mientras contin¨²a pacientemente la cola en la calle, los panaderos tratan de defenderse y aseguran que el negocio ha dejado de ser rentable, que "el precio de la levadura se ha multiplicado por siete, la harina por dos, el aceite por diez, el az¨²car por siete, la sal por dos y el agua por tres. El gas y la electricidad han subido un l02%"
Con un sueldo m¨ªnimo interprofesional de 4.000 dinares (20.000 pesetas) mensuales, la carne (1.500 pesetas el kilo) es un lujo, como las manzanas (400 pesetas el kilo) u otras frutas y verduras. Condenado a una dieta alimenticia estricta, al argelino medio le parece inalcanzable el consuelo del pan.
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