El s¨ªndrome del Mezzogiorno
La postraci¨®n del Mezzogiorno es un ejemplo cercano del riesgo al que se enfrenta Espa?a, dice el autor. Y agrega que ese s¨ªndrome s¨®lo se superar¨¢ con empresas fuertes, saneadas, capitalizadas, que puedan mantener un empleo digno, en las que el progreso t¨¦cnico no sea una invenci¨®n presupuestaria.
Espa?a, como todo pa¨ªs relativamente retrasado que se integra en una uni¨®n econ¨®mica, tiene por delante una tarea complicada. M¨¢xime sabiendo que nunca hemos tenido mucho ¨¦xito a nivel empresarial p¨²blico ni privado, que nuestra cultura no ha favorecido las actividades mercantiles y que nuestro sistema productivo est¨¢ debilitado por los excesos de una pol¨ªtica econ¨®mica que ha conspirado contra las empresas. Unirse a los m¨¢s fuertes requiere una pol¨ªtica econ¨®mica diferente y huir como de la peste de las subvenciones y la deuda p¨²blica. La postraci¨®n del Mezzogiorno es un ejemplo cercano del riesgo al que nos enfrentamos.En un reciente art¨ªculo (Se?oras, se?ores, hagan juego) he dado mi opini¨®n sobre las condiciones que favorecen la creaci¨®n de empresas y una inversi¨®n sostenida a escala nacional. Junto a esas condiciones hay factores s¨®lo moldeables a largo plazo que influyen en el nivel de inversi¨®n y en el propio desarrollo: el estado de la econom¨ªa internacional, la situaci¨®n de la Uni¨®n Europea y la propia cultura.
Parece que hemos entrado en una fase de bajo crecimiento, alto desempleo, inflaci¨®n moderada y bajos tipos de inter¨¦s en Europa. En este contexto, tendremos que reformar nuestro sistema productivo para hacerlo m¨¢s eficaz. No ser¨¢ posible -como en anteriores crisis- esperarlo todo del crecimiento de la econom¨ªa internacional. Nuestra econom¨ªa crecer¨¢ -y crear¨¢ empleo- s¨®lo si es capaz de ganar competitividad frente a nuestros socios comerciales, los pa¨ªses europeos, que representan el 70% de nuestro comercio exterior.
En estas circunstancias comienza la Uni¨®n Europea. Para Espa?a, s¨®lo las coordenadas geogr¨¢ficas son las mismas; como pa¨ªs, hemos pasado de tener una clara renta de situaci¨®n a ser, uno de los miembros menos favorecidos de una uni¨®n econ¨®mica regional que ha desplazado el centro de gravedad hacia el este de Europa.
Los resultados de estas uniones suelen coincidir: a corto y medio plazo benefician a las regiones m¨¢s desarrolladas y perjudican a la periferia y a las zonas m¨¢s pobres, pues la actividad se concentra todav¨ªa m¨¢s en las zonas m¨¢s pr¨®speras. Y no cabe el aislamiento, las fuerzas en acci¨®n son demasiado fuertes; el intento de mantenerse al margen del proyecto no cambiar¨ªa el sentido de la evoluci¨®n, antes bien, provocar¨ªa una r¨¢pida decadencia. A largo plazo, los resultados dependen de la capacidad de adaptaci¨®n de los m¨¢s atrasados.
Una primera experiencia europea, lejana en el tiempo pero de plena actualidad, es la italiana. La creaci¨®n de Italia, en 1871, no se ha traducido en el equilibrio entre Norte y Sur. Durante d¨¦cadas, los movimientos migratorios facilitaron el ajuste; despu¨¦s, los partidos pol¨ªticos decidieron que "un problema nacional" de esas caracter¨ªsticas requer¨ªa una intervenci¨®n p¨²blica; el Sur fue devorado por las obras p¨²blicas, por fantasmag¨®ricos proyectos industriales y por subvenciones a todo lo que se mov¨ªa; se moder¨® la emigraci¨®n mientras aumentaba la corrupci¨®n y se acumulaba la deuda p¨²blica. La rebeli¨®n fiscal del Norte, que parece dispuesto a separarse antes que seguir pagando, es la confirmaci¨®n del fracaso del intervencionismo p¨²blico y de la cultura de la subvenci¨®n. Otro ejemplo m¨¢s cercano esla reunificaci¨®n alemana: un tipo de cambio salvajemente sobrevaluado, el s¨²bito desmantelamiento de las barreras a los intercambios y un sistema econ¨®mico de ineficiencia no sospechada han provocado una recesi¨®n hist¨®rica en el Este y una crisis de gasto p¨²blico en el Oeste. Los pol¨ªticos alemanes, igual que los italianos, han querido arreglar los problemas con subvenciones que alcanzan el 5% del producto interior bruto (PIB) anual. Aunque las diferencias con Italia se han marcado r¨¢pidamente: privatizaci¨®n o cierre de las empresas no competitivas y reconocimiento de las propias limitaciones presupuestarias, pues ni siquiera la econom¨ªa alemana tiene fuelle para aguantar esa hemorragia. En la tesitura, el crecimiento del d¨¦ficit p¨²blico ha provocado una ca¨ªda del marco y los partidos pol¨ªticos han tenido que empezar a recortar tanto las prestaciones del Estado de bienestar como el nivel de transferencias al Este.El proceso de nuestra integraci¨®n en la econom¨ªa europea no es, por supuesto, igual que el que termin¨® en las uniones pol¨ªticas italiana y alemana. Pero tiene puntos en com¨²n, aunque el tempo es, afortunadamente, m¨¢s lento. Y eso que la adhesi¨®n espa?ola a la Comunidad Europea ha sido muy r¨¢pida; apenas ocho a?os. Durante los primeros recibimos un aluvi¨®n de inversiones extranjeras que quer¨ªan una parte del mercado espa?ol. Ahora, terminado el proceso de integraci¨®n, las grandes inversiones, sean espa?olas o extranjeras, tienen una estrategia europea, de la que podemos quedar fuera si la forma de funcionar de nuestro sistema econ¨®mico no resulta m¨¢s atractiva que la de nuestros socios comunitarios. El caso de Seat es un primer episodio de una estrategia Volkswagen decidi¨® cancelar sus inversiones en la Rep¨²blica Checa, recortar la semana laboral en Alemania y cerrar la Zona Franca. El trato a Seat, una empresa que en 1993 ha perdido m¨¢s de 100.000 millones de pesetas, es de guante blanco para lo que todav¨ªa podr¨ªa decidirse.
Otras multinacionales est¨¢n recortando sus plantillas en Espa?a. En voz baja advierten que la rigidez de la legislaci¨®n laboral espa?ola les ha impedido hacer un ajuste m¨¢s dr¨¢stico, pero que no volver¨¢n a caer en el error de hacer nuevas inversiones en Espa?a hasta que no cambie el entorno econ¨®mico y legal.
En el camino hacia la Uni¨®n Europea no contamos con la masiva ayuda fiscal que han usado (sin ¨¦xito) Alemania e Italia, pero tenemos dos amortiguadores: uno muy potente, la posibilidad de modificar el tipo de cambio -regalo de los especuladores- en caso de que no controlemos nuestra inflaci¨®n; y otro m¨¢s ligero, los fondos estructurales y de cohesi¨®n aprobados en la cumbre de Edimburgo. Se trata de subvenciones modestas, pues aunque sumen cinco billones en seis a?os (1994-1999), lo que hay que tener en consideraci¨®n es el saldo financiero que resulta de todos nuestros pagos e ingresos con la Comunidad. Y ocurre que en 1993 (con unos fondos estructurales y de cohesi¨®n que alcanzan los 526.000 millones de pesetas) el saldo a favor de Espa?a fue de s¨®lo 351.000 millones; la diferencia se paga, de hecho, con aportaciones espa?olas al presupuesto comunitario. En 1991, ese saldo fue de 395.000 millones, y en 1992 de 331.000 millones. Para 1994 se prev¨¦ un resultado positivo de 365.000 millones (teniendo en cuenta unos fondos de cohesi¨®n de 145.000 millones y unos estructurales de 468.000 millones). ?Es mucho un promedio de 360.000 millones de pesetas al a?o? Es poco si est¨¢n concebidos para aproximar nuestra infraestructura a la de los pa¨ªses comunitarios. Por otra parte, ?qu¨¦ son 360.000 millones de pesetas al a?o cuando el Gobierno ha tenido un d¨¦ficit en 1993 de cuatro billones de pesetas? Otra referencia: el tama?o de nuestra deuda p¨²blica -34 billones de pesetas- es tal que nos permite ahorrar en gasto p¨²blico 340.000 millones de pesetas por cada punto que descienden los tipos de inter¨¦s. En otro ¨¢mbito, constituye una triste paradoja que precisamente en el momento de integrarnos en la Comunidad estemos creando un problema que no exist¨ªa anteriormente: el enfrentamiento entre las autonom¨ªas por motivos econ¨®micos.
Hasta 1991, el ritmo de crecimiento econ¨®mico y el aumento sostenido de la presi¨®n fiscal hicieron posible canalizar una considerable cantidad de transferencias hacia todos los no activos, con especial incidencia en la poblaci¨®n residente en las autonom¨ªas con m¨¢s desempleo, como Andaluc¨ªa y Extremadura. A partir de 1992 se ha mantenido la pol¨ªtica de subvenciones, pero ya no se pagan con ingresos fiscales, sino con endeudamiento; en dos a?os hemos pasado de una deuda p¨²blica que supon¨ªa el 45,4% del PIB al 55% en 1993. En 1994 sobrepasaremos la barrera del 60%.
El recurso a la subvenci¨®n p¨²blica para solucionar cualquier conflicto se ha impuesto con enorme rapidez. La ruta es la marcada por Italia, pero el ritmo de crecimiento de nuestra deuda p¨²blica es mucho m¨¢s r¨¢pido. Que Italia haya sido capaz de llegar al 110% del PIB de endeudamiento se explica por su riqueza y su nivel de ahorro privado, uno de los m¨¢s altos del mundo.
No es el caso de Espa?a; nuestro ahorro privado es menor, no podemos prescindir de la financiaci¨®n exterior y no tenemos un sistema productivo parecido al italiano. La posibilidad de que el crecimiento de la deuda p¨²blica termine en un movimiento centr¨ªfugo, potenciado por nuestro Estado de las autonom¨ªas, es mucho m¨¢s elevada que en Italia.
Y, sobre todo, somos diferentes por el peso que ha tenido y tiene todo lo p¨²blico -en nuestra historia, Nuestra cultura no ha sido un buen catalizador de empresas privadas. El autoritarismo de nuestra sociedad, el aislamiento cient¨ªfico, cultural y pol¨ªtico, el igualitarismo. anarquista y socialista y la propia religi¨®n hispanocat¨®lica no han favorecido, en el mejor de los casos, o permitido (en el peor) la creaci¨®n de centros de decisi¨®n econ¨®mica aut¨®nomos, que es lo que son, en definitiva, las empresas. En este contexto, el crecimiento de la presi¨®n fiscal ha propiciado que la riqueza nacional se remansara (m¨¢s que invirtiera) en lo que se considera m¨¢s seguro, en suelo urbano y r¨²stico y en inmuebles. De ah¨ª la gravedad de nuestra actual crisis.
La impaciencia de los pol¨ªticos espa?oles con esa situaci¨®n -"el retraso secular"-, que no son capaces de relacionar con su propia actitud ni con las limitaciones que impone el entramado jur¨ªdico al desarrollo de la econom¨ªa, ha propiciado las pol¨ªticas estatales de "desarrollo nacional". No hay mucha diferencia entre los motivos de "subsidiariedad" que justificaron la creaci¨®n del Instituto Nacional de Industria (INI) y las manifestaciones que apoyan la intervenci¨®n p¨²blica, porque "al mercado le importan un carajo los puestos de trabajo" (si la cita es correcta). Postura de intervenci¨®n reafirmada por muchos pol¨ªticos porque "en Espa?a no hay empresarios". Esta frase ha sido repetida una y mil veces por los responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica durante los ¨²ltimos a?os. Predicci¨®n autocumplida. La pol¨ªtica econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os ha perseguido a los empresarios espa?oles, como expuse en mi anterior art¨ªculo.
No s¨®lo se les ha perseguido, sino que se han multiplicado los funcionarios y los controles de todas las administraciones. Las inspecciones, auditor¨ªas y reglamentaciones no tienen como objetivo el reforzamiento de la actividad productiva, sino la b¨²squeda de ingresos fiscales a corto plazo.
En la Europa de los mercaderes, en la Europa econ¨®mica, el empleo se crea en las empresas. S¨®lo los pa¨ªses que tienen empresas saneadas, capitalizadas, pueden mantener un empleo digno, permanente, en el que el progreso t¨¦cnico no sea una invenci¨®n presupuestaria. S¨®lo con empresas fuertes superaremos el s¨ªndrome del Mezzogiorrio.
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