La llegada al cielo
Comenz¨® el II Festival Flamenco de Madrid con un Homenaje al Cante de las Minas, que, bien planteado sobre el papel, en los hechos qued¨® un tanto extra?o. Pero antes que nada digamos que hubo un lleno absoluto, con reventa en el exterior, lo que en flamenco es algo Verdaderamente inaudito.Digamos tambi¨¦n que, una vez m¨¢s, Carmen Linares se alz¨® con un triunfo personal apote¨®sico, en el que debemos dar su tanto considerable de m¨¦rito a los hermanos Cort¨¦s, quienes le hicieron el toque justo -ni m¨¢s, ni menos- que su cante necesitaba. Esto, en fiamenco, viene a ser la perfecci¨®n.
Carmen Linares se encuentra en esa etapa de plenitud de los grandes artistas en que parecen tocados por la gracia de una permanente inspiraci¨®n, de un constante acierto. Su voz se ha ensolerado, ha envejecido y ha ganado en flamencura. Su cante por siguidiyas fue, como siempre, magistral; en las buler¨ªas de su pr¨®ximo disco puso mucho aire nuevo, bell¨ªsimo, remat¨¢ndolas muy acertadamente con el ¨ªAnda, jaleo! de Garc¨ªa Lorca. Se nos antoja que Carmen Linares est¨¢ llegando a ese momento m¨¢gico en que nada de lo que haga puede salirle mal.
Festival Flamenco de Madrid: Homenaje al Cante de las Minas
Cante: Alfonso Salmer¨®n, Miguel Poveda, Carmen Linares, Fosforito. Toque: Enrique de Melchor, Manuel Palac¨ªn, Paco y Miguel ?ngel Cort¨¦s. Baile: el G¨¹ito. Presentaci¨®n: F¨¦lix Grande. Teatro Alcal¨¢ Palace, 28 de enero.
Otro tiunfador fue Eduardo Serrano el G¨¹ito, como siempre con su sole¨¢. Es ya un cl¨¢sico. Su figura en el escenario conserva la gracilidad, el atractivo inigualable de la juventud, y con ella va creando una teor¨ªa de belleza infinita, un baile solemne y meditado, en el que todo se explica por s¨ª mismo.
Me da la impresi¨®n de que ha introducido alguna cosa nueva, a base principalmente de zapateados vertiginosos, que casi estorban a la serena bellaza de su creaci¨®n original.
En cuanto a lo extra?o fue, en primer lugar, el toque de Enrique de Melchor, tan brillante y seguro siempre y en esta ocasi¨®n mec¨¢nico en concierto y no demasiado convincente en el acompa?amiento al cante. Lo que se explica junto al joven e inexperto Miguel Poveda, con quien no hab¨ªa trabajado nunca y de quien hubo de estar bastante pendiente, pero no junto a Fosf¨®rito, con quien ha tocado cientos de veces.
Poveda cant¨® bien en general, acreditando que el clamoroso ¨¦xito obtenido en el ¨²ltimo Festival Nacional del Cante de las Minas de la Uni¨®n no fue un trueno de verano sin m¨¢s consecuencias, sino que en ¨¦l hay un cantaor serio y digno de atenci¨®n, llamado a hacer una gran carrera. No sigue la t¨®nica actual generalizada entre los j¨®venes cantaores de pegar voces indiscriminadamente, sino que canta con entranamiento, mirando hacia el interior del cante, hacia su intimidad, que es donde est¨¢ la verdad ¨²ltima del mismo.
El paso del tiempo
Fosf¨®rito, el maestro de Puente Genil, est¨¢ atravesando una racha de adversidad en su cante. Hay que reconocer que lo hace con entereza, luchando denodadamente contra sus propias limitaciones. Pero no siempre basta con querer. A uno le duele tener que escribir esto de un cantaor con cuatro d¨¦cadas de gloria tras ¨¦l. El tiempo no perdona, y con Fosforito est¨¢ siendo particularmente cruel. Lo cierto es que a veces es una angustia o¨ªrle.Por lo que respecta a Salmer¨®n, con el toque de Palacin, se complic¨® demasiado la vida, quiz¨¢ por el af¨¢n de hacerlo muy bien, cometiendo excesos en tercios y abusando de un cierto efectismo.
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