Maestros
Hasta la llegada de la imprenta de Gutenberg reinaba el argumento de autoridad. Nadie sab¨ªa leer por la sencilla raz¨®n de que los libros no exist¨ªan. El conocimiento se transmit¨ªa de forma oral. Las cosas eran lo que eran porque as¨ª lo contaban los cl¨¦rigos y maestros de viva voz en los p¨²lpitos, en las c¨¢tedras, a una legi¨®n de analfabetos. Lo ha dicho el maestro: ¨¦se era el argumento definitivo que zanjaba cualquier discusi¨®n. La sabidur¨ªa se concentraba en los c¨®dices de Vitela escritos y miniados a mano por lent¨ªsimos monjes en los monasterios, pero a ellos s¨®lo llegaban con sus propios ojos unos pocos iniciados. El invento de Gutenberg hizo posible que estos c¨®dices donde la teolog¨ªa y la filosofia estaban herm¨¦ticamente guardadas pudieran ser reproducidos en serie y puestos a merced de lectores vulgares. La gente comenz¨® a leer la Biblia y los textos cl¨¢sicos. Los interpret¨® por su cuenta. Sac¨® sus propias conclusiones. Los cl¨¦rigos y maestros fueron muy pronto rebatidos y al quebrarse el argumento de autoridad se inici¨® la cultura popular. Hoy est¨¢n los maestros en el aula explicando los textos impresos por Gutenberg, llegan los alumnos reci¨¦n cebados por la televisi¨®n o la radio y se reproduce el mismo drama, la misma revoluci¨®n cultural del siglo XV. Entonces los maestros eran contestados por alumnos que hab¨ªan le¨ªdo el ¨²ltimo libro impreso; ahora son discutidos por lo que acaban de contemplar en el v¨ªdeo de la noche anterior. La autoridad ha pasado de manos. La interpretaci¨®n de un libro de texto a cargo de un profesor es rebatida por cualquier adolescente que acaba de o¨ªr la opini¨®n de un imb¨¦cil por la televisi¨®n. ?sa es para ¨¦l la ¨²ltima verdad, el fallo inapelable. Los antiguos maestros desbancados se defendieron diciendo que hab¨ªa buenas y malas lecturas. Hoy tambi¨¦n se habla de buena televisi¨®n y de programas basura. El caso es el mismo. Ahora cualquier exabrupto soltado por un fr¨ªvolo en una tertulia o entrevista de televisi¨®n puede destruir como entonces la labor de todos los catedr¨¢ticos.
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