?Serenooo...! ?Vaaaaa...!
Hay que ser mayorcito para recordar a aquella gente tan ligada a la vida nocturna de las tenidas por entonces como grandes ciudades: los serenos de comercio, que desaparecieron en los a?os sesenta, arrollados por el desordenado y vertiginoso crecimiento de los n¨²cleos urbanos y por la iniciativa de alg¨²n sindicalista de fervorosa progres¨ªa. De todas maneras, su extinci¨®n era tan previsible e inevitable como la de los dinosaurios y los duros de plata.Nacen por real decreto de 16 de septiembre de 1834, hace ahora 160 a?os, 10 antes de que Narv¨¢ez creara la Guardia Civil. As¨ª ven¨ªan definidos: "Persona que con el car¨¢cter de agente de la autoridad ronda de noche por las calles que constituyen su vereda, velando por la seguridad de las personas y las cosas". Dif¨ªcilmente puede describirse con m¨¢s sabroso castellano al sujeto y su menester. Adem¨¢s, cantaban las horas y el tiempo: "?Las cuatro y media y lloviendo...!".
Ni siquiera las temibles incursiones renovadoras de los ¨²ltimos ministros de Justicia les desplazaron del art¨ªculo 283 de la Ley, de Enjuiciamiento Criminal, aunque hace 30 a?os que se esfumaron.
Tuvieron uniforme, incluso de gala (les apuesto lo que quieran a que esto es verdad), y en la gorra, cuello y capote figuraba el n¨²mero de identificaci¨®n, nada de nombres. Estaban autorizados a portar el rev¨®lver reglamentario del Ej¨¦rcito, y sable o lanz¨®n. Otro admin¨ªculo indispensable era el farol, que les confer¨ªa la potestad de salvadoras luci¨¦rnagas crepusculares. Eran los fornidos ¨¢ngeles de la guarda, conocedores del vecindario, denunciadores de los incendios; persegu¨ªan al ladr¨®n, despertaban al boticario, almacenaban secretos de alcoba, ayudaban al borracho a enhebrar la llave de su casa y tranquilizaban a todos con el r¨ªtmico golpear del chuzo sobre el empedrado.
Siempre fuimos rigoristas y reglamentadores. El acceso a tan especiales funciones estaba meticulosamente ordenado: mayores de 25 a?os y menores de 50, cumplido el servicio militar, sabiendo leer y escribir, con buena constituci¨®n f¨ªsica (quiz¨¢ el requisito m¨¢s conveniente) y sin antecedentes penales. Estos datos vienen en el padre Espasa, cuya enciclop¨¦dica sabidur¨ªa no ha sido siquiera igualada ni por la Enciclopedia Brit¨¢nica.
Era el alcalde quien los nombraba, previo asesoramiento de varios vecinos, propietarios de bienes ra¨ªces locales. El estipendio proven¨ªa de los dichos rentistas y oscilaba en funci¨®n de la prosperidad de la zona. Perd¨ªan el puesto por embriaguez comprobada dos veces o por no intervenir en la persecuci¨®n de hechos delictivos en su demarcaci¨®n, o ser negligentes al dar parte de los mismos. Incluso por guarecerse en los portales descuidando la centinela o denegando el auxilio. Tambi¨¦n eran sancionados si se comet¨ªan m¨¢s de tres robos en su deslinde.
Siempre se asegur¨® que la mayor¨ªa de los serenos de Madrid proced¨ªa de la localidad asturiana de Cangas del Narcea y, el resto, de Orense. Renunciamos a toda pol¨¦mica al respecto. Una buena plaza era negociada directamente por el titular y el fraudulento justiprecio iba en relaci¨®n con los ingresos procedentes de las propinas, no de la soldada oficial. Aquel en cuyos dominios hubiera varias casas de hu¨¦spedes, de citas o de lenocinio se retiraba rico y dejaba camino de la fortuna al sucesor, a t¨ªtulo de sereno de comercio.
Cuando la mayor¨ªa de los edificios de nuestra ciudad carec¨ªa de ascensor y de alumbrado autom¨¢tico, el sereno proporcionaba la cerilla, de controlada longitud, para acceder al ¨²ltimo rellano.
He conocido a varios serenos en mis frecuentes mudanzas. Alguno queda, sufragado por comunidades pudientes, muy distintos de los guardas de seguridad. No creo que lleven m¨¢s arma que una s¨®lida garrota, pero algo debe haber en su talante cuando garantizan cierto porcentaje de seguridad. Siempre me llam¨® la atenci¨®n que sus nombres fueran rotundos, en general tris¨ªlabos: Basilio, Rosendo, Aurelio, Evaristo, Braulio.... invocados en la madrugada y respondidos por el eco que subrayaba el chispear del chuzo contra los adoquines: "?Vaaaaa...!".
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