Caf¨¦-caf¨¦
Dios Nuestro Se?or, la Madre del Amor Hermoso, los santos m¨¢rtires y la corte celestial entera con sus ¨¢ngeles, arc¨¢ngeles y querubines ta?endo arpas al fondo han escuchado las acongojadas jaculatorias de los madrile?os cafeteros (incluso los m¨¢s ateos y rebecos rezaban, en su desesperaci¨®n) y les han concedido la bienaventuranza de poder tomar, ?al fin!, caf¨¦-caf¨¦.No s¨®lo pueden, tomar caf¨¦-caf¨¦, sino tambi¨¦n elegir cunas, calidades y procedimientos. Una empresa tropical acaba de abrir en la calle de. Vel¨¢zquez, esquina a la de Goya (vale decirlo al rev¨¦s; igual se encuentra), un establecimiento especializado en t¨¦s y caf¨¦s, con amplia carta, y el cliente va y pide seg¨²n sus gustos y aficiones.
Los del t¨¦ (en tiempos rom¨¢nticos dec¨ªan the: Sal¨®n de The), el de Ceil¨¢n o de m¨¢s ex¨®ticos parajes; el perla, verde o negro; el aromatizado con jazmines o con limones; en infusi¨®n inglesa o moruna. Los del caf¨¦, el Blue Mountain, de Jamaica, considerado el mejor del mundo, si bien eso lo decide cada paladar. y uno prefiere el Colombia Excelso, que asimismo sirven all¨ª. Hay caf¨¦ de la casa de mezcla inferior, y en cualquier caso cada variedad se sirve expr¨¦s, a la italiana, estilo capuchino o perfumada mediante sofisticadas recetas que incluyen licores, natas o especias.
A veces los camareros demoran el servicio y llega tibio el caf¨¦ al consumidor, lo que no es de recibo para un cafetero de caf¨¦-caf¨¦ . Y a¨²n menos la presencia de irritantes torrefactos -detectada por este cafetero de caf¨¦-caf¨¦ en sus ¨²ltimas degustaciones-, que ponen de color chimenea la bebida y la amargan, lo cual ya constituye una agresi¨®n intolerable, una ofensa personal.
Mucha gente no soporta el caf¨¦, y lo que en realidad le repugna y le pone malo el cuerpo es ese nig¨¦rrimo brebaje de ignoto origen y abominable torrefacci¨®n que sirven en la mayor¨ªa de los bares. Ocurre algo parecido con el tabaco, cuyo sabor y combusti¨®n en nada se parecen a la sospechosa hebra liada al cuadrado sin paladar ni aroma alguno puesta al consumo humano de unos a?os ac¨¢ y que, al encenderla, permanece en ignici¨®n para los restos, como si fuera estopa.A lo mejor es estopa.
Elegir el caf¨¦ en el bar con el mismo derecho y similar facilidad de quienes piden refrescos y alcoholes por su marca y procedencia era la justa aspiraci¨®n de los cafeteros de caf¨¦-caf¨¦, y ya se han empezado a satisfacer sus reivindicaciones. S¨®lo falta ahora que el ejemplo cunda y proliferen en Madrid los establecimientos de caf¨¦ a la carta. Y a tal efecto hacen votos los cafeteros de caf¨¦-caf¨¦, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Esp¨ªritu Santo, am¨¦n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.